No sé hasta cuándo nos van a explicar que Globovisión manipula y miente, porque nosotros hace tiempo que entendimos. Lo que muchos no entendemos es por qué nuestro canal retransmite al canal mentiroso que nosotros decidimos no sintonizar. ¿Que te perdiste lo que dijo un peruano fracasado en un canal de Miami que nadie ve? Tranquila que aquí le hacemos el favor al fracasado y lo pasamos, mientras que en el país pasan tantas cosas que, por cuestiones de tiempo, no te vamos a pasar.
Por otra parte, en ese afán por desmontar las mentiras mediáticas que, a final, solo se creen quienes las quieren creer, silenciamos denuncias, relegamos el periodismo de investigación a un solo lado de la historia, donde los malos de siempre siempre son los malos, y ya sabemos de que lado están. Es así como en el caso de las estafas inmobiliarias los malucos son las constructoras y otras empresas privadas, pero nunca las instituciones del estado que durante años, quien sabe si por indolencia, ineptitud o complicidad, ignoraron los reclamos de las víctimas abonando así el terreno para que la epidemia estafadora prosperara vigorosa. En este afán por desmotar mentiras olvidamos que también se miente por omisión.
Tenemos una televisión donde el cliché florece como una voraz enredadera que manosea palabras, conceptos, autores al punto que “el mundo al revés” de Galeano, por desgaste, termina siendo hueco.
Y Vladimir Acosta ya no nos cuenta la historia más allá de unas reducidas efemérides, y de la cabeza de Luís Britto, con suerte, vemos un pelo una vez al año, y ya nadie recuerda al profesor Francisco Rivero que salió repentinamente del aire “sin contemplaciones” y sin respuestas porqué ni el mismísimo Chávez supo qué fue lo que pasó.
Mientras tanto prosperan audaces analistas sabelotodo que no saben nada, verdaderos gurúes de la mediocridad que saltan de la pantalla a la tribuna presidencial donde nadie los llamó, y ahí se enquistan siempre enfocados por la cámara para que se sepa, para que veas que el pantallero llega lejos. Entonces te carcome la angustiosa certeza de que algo anda muy mal.
Y si esta tele deficiente se convierte en factoría de candidatos y recicladora dirigentes del PSUV, la angustiosa certeza se convierte en insoportable retortijón, sobre todo cuando, a estas cruciales alturas del juego, uno encuentra compañeros que, cual gente de la MUD, creen que la revolución se hace en la tele como quien hace un reality show.