Los medios de comunicación han jugado un papel clave en la oposición al chavismo, aunque no siempre fue así. La incursión del teniente coronel Hugo Chávez Frías en la política partidista, una vez liberado de su prisión en Yare, resultó ser para la prensa y la televisión una novedad refrescante en un país donde la uniformidad ideológica del bipartidismo mantenía un ambiente monótono, estático, animado sólo con la alternancia de acusaciones por corrupción al régimen precedente, los sucesos, la farándula, los deportes y las masacres, que, si bien ocupaban titulares durante varios días, siempre quedaban impunes.
Los diarios capitalinos de mayor tiraje contaban con calificados intelectuales que daban brillo a sus páginas de opinión, sin afectar en modo alguno la estabilidad del sistema. Los articulistas de izquierda eran un comodín para guardar las apariencias del equilibrio.
La dispersión de la militancia de oposición, la represión permanente de sus actividades y el control exclusivo del Consejo Supremo Electoral por la derecha, excluían cualquier posibilidad de crecimiento de la izquierda, la que, además, como los escrutinios eran manuales, era fácil víctima del reparto de sus votos por AD y Copei.
El discurso de Chávez en campaña, completamente distinto, nuevo, cautivó a muchos conductores de medios y en particular después que las encuestas auspiciadas por los propios partidos del estatus, le daban tan creciente probabilidad para ganar los comicios de diciembre de 1998, que el gobierno de turno decidió adelantar las elecciones de gobernadores, para evitar un descalabro total. Pero la "gran prensa" y la televisión apostaban a ganador.
Como se esperaba, el comandante ganó la presidencia de la república, y para sorpresa de muchos comenzó su mandato cumpliendo su oferta central de convocar un proceso constituyente. Pero, en la medida en que sus propuestas se concretaban, la empatía de los medios con el presidente empezó a desaparecer. Entonces varios periodistas, que antes centraban su actividad en la información, se fueron convirtiendo en operadores partidistas de la derecha, como opinadores y críticos permanentes del nuevo gobierno. Según analistas comunicacionales es un hecho histórico que los periodistas paulatinamente fueran abandonando su rol de intermediadores entre el hecho y el público, para pasar a ser sujetos activos de la política, en insólita y nunca vista alianza con sus patronos.
Por eso no fue extraño que los protagonistas del efímero golpe de abril de 2002 agradecieran públicamente el apoyo fundamental que recibieron de los medios, y en especial de los televisivos.
Pero si bien hasta las elecciones del 2012 algunos políticos representantes de partidos o de organizaciones de la derecha como Fedecámaras, la Nunciatura Apostólica, la Coordinadora Democrática o Súmate, aun ejercían cierta influencia sobre los electores, poco a poco fueron desplazados por periodistas, quienes asumieron el liderazgo y la vocería conservadora.
Ante la torpeza y desgaste de los conductores políticos clásicos que hasta desperdiciaron su triunfo en las elecciones legislativas de 2015, y ante el fracaso de quienes posteriormente optaron por la violencia, actualmente son mujeres periodistas y particularmente las "asiladas" en EEUU, las que dirigen la oposición dura al presidente Maduro. Sin duda, la cercanía de Poleo, Angola, Pacheco, Pérez Osuna y Salazar al verdadero núcleo de poder que pretende destruir al chavismo por cualquier vía, conformado por Trump y sus secuaces, ofrece ventajas a las mencionadas militantes de ultraderecha, quienes, si bien mantienen diferencias personales entre ellas en cuanto a las tácticas, no pueden ocultar su regocijo cuando bandas de sicarios nativos y norteamericanos fuertemente armados, intentan secuestrar al presidente legítimo de Venezuela para entregarlo a EEUU, sin importarles el enorme costo en vidas que ello significaría, y las consecuencias incalculables e impredecibles de una guerra civil. Otros operadores, más solapados, y si cabe el término, aún más apátridas, actúan desde sombras oportunistas, como Ravell y Bocaranda.
Afortunadamente para el chavismo, la unión cívico militar, la consolidación de las milicias y su clara identificación con las bases populares, constituyen un anticuerpo eficaz contra cualquier invasor apoyado por los gringos y sus satélites. Afortunadamente para Venezuela, el gobierno chavista cuenta con sólido respaldo internacional en el marco del multilateralismo, y también afortunadamente para Venezuela, un sector opositor pero racional, está consciente de que la única vía constitucional de acceso al poder es la electoral. Serán las elecciones legislativas y presidenciales las que, a su debido tiempo y en franco ejercicio soberano, permitirán ponderar los aciertos y errores de gobierno y oposición democráticos. Todo lo demás es inconstitucional y despreciable, tanto por la soberbia de los narcogobiernos complementarios de Trump y de Uribe, como por el entreguismo de quienes se sienten ungidos y urgidos por el imperio, para regresar nuestro país al redil neocolonial.
(*) Profesor universitario
camilopalmares@yahoo.com