Con mi palangre no te metas

Mucha agua ha corrido desde que aquel maestro de periodistas, Ignacio de La Cruz, señalara que el periodismo era “la mejor manera de morirse de hambre”. Tanta que, ahogado por los caudales nauseabundos de escribanos tarifados, de mascotas saltarinas ante las prebendas, de periodistas en franco orgasmo empresarial con los dueños de medios, alguna vez, por allá por el año 2002, pensé en renunciar públicamente a esta profesión.

Pero no lo hice. Me dediqué a formar nuevos comunicadores desde las filas de la UBV, en donde relato con recurrencia y tristeza los cuentos de horror de este oficio convertido en un engranaje más de la dominación ideológica de las clases dominantes. Hoy, cuando se habla de listas de periodistas palangristas y gringocomplacientes, y unos apoyan la denuncia mientras otros gritan macarthismo, me vienen a la mente esas historias de terror.

Corría 1993, y mientras recibía mi título de comunicador social en LUZ, una llamada me conminó a laborar con el naciente gobierno regional de la recién electa Lolita Aniyar de Castro. Parecía una buena oportunidad, pues ya los vientos de revolución comenzaban a soplar. Lo primero que nos conseguimos en la Oficina Regional de Información fue una larga nómina fantasma de más de 100 periodistas de distintos medios de la región que cobraban mensualmente por sus favores con el extinto gobierno regional del dipsómano Oswaldo Álvarez Paz. Mi primera reacción y propuesta fue la necesaria divulgación de aquella lista, para tratar de comenzar a sanear el periodismo zuliano de tanto palangrista. Para mi sorpresa, la propuesta fue negada, pues significaba “echarse encima” a todos los medios de la región, los cuales ya estaban en contra de dicho gobierno, por no ser ni adeco ni copeyano.

Con una copia de la lista y otras denuncias nos fuimos a la Convención Nacional de Periodistas en Monagas. Allí estaban, con la delegación de Caracas, grandes luchadores del gremio como Desirée Santos Amaral, Vladimir Villegas y Jesús Romero Anselmi, entre otros, quienes nos exhortaron a hacer públicas las denuncias. Por una serie intrincada de presiones políticas y otros eventos, las denuncias no salieron a la luz.

Luego intentamos tomar el control del gremio en el Zulia, con una plancha alternativa en las elecciones, pero ya los milagros de la cuarta en extinción comenzaban a aparecer, dándose la unión electoral inédita, inusual e inesperada de AD y COPEI, quienes desde sus flamantes cargos y por las viejas denuncias, y otras nuevas, me pasaron a Tribunal Disciplinario –ellos señalaron que la razón había sido un texto del programa de un evento regional donde señalé que el periodismo zuliano tenía verrugas (¡!)-. En esa ocasión les dije: “me siento orgulloso de ser perseguido por ustedes”, me levanté y no volví jamás a las entrañas gremiales de esta profesión. Un poco más tarde, renuncié a mi trabajo.

Las viejas prácticas continuaron y entraron en el paroxismo con la llegada al poder regional de Manuel Rosales, quien mantiene bajo tarifa directa o indirecta a la mayoría de los periodistas de la región, en una lista que hace palidecer a la divulgada por Eva Golinger.

No se somete, entonces, al “escarnio público”, a los periodistas por dichas denuncias, sólo se pone en evidencia el mal que se disimula, una penosa enfermedad que todos conocen pero de la que nadie habla, so riesgo de curarse de ella. Palangre se llama, y con él no te metas.

(*)Periodista/Docente UBV-Zulia

boscan2007@gmail.com


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Rafael Boscán Arrieta(*)

Periodista y Docente universitario

 boscan2007@gmail.com      @raboscandanga

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