Alerta urgente sobre la mortal penetración de la idiotez mediática en las capas medias y bajas

Decía el Conde de Las Casas en su "Memorial de Santa Elena: “el crimen imaginario persiste en todas las bocas, se graba en todas las mentes y para el vulgo y su masa es entonces y siempre un hecho constante y probado.”

¡Qué genial y profunda observación! Y pensar que eso lo dijo Las Casas en 1815, cuando ni siquiera podía imaginar la fuerza controladora de las mentes que hoy ejercen los medios de comunicación. Si antes un chisme inventado por un amargado o envidioso tenía una fuerza de penetración tan devastadora, como por el ejemplo la famosa COSIATA, en la que se inventó que Bolívar quería coronarse emperador, ¡que hecatombe, que holocausto cerebral será entonces capaz de provocar hoy el poder de los medios!

La locura de los escuálidos está horriblemente desatada y parece que se acrecienta, que además no tiene ni fin ni podrá ser contrarrestada. Ellos están prestos sólo a recibir señales para poner en acción sus comportamientos en cuanto un hecho aparece en el escenario mundial. Recibida la señal, inmediatamente se les encienden los reflejos condicionados y cual perros de Pavlov comienzan a dar alaridos: “Chávez sigue regalando lo nuestro”, “ya las cartillas de racionamientos están hechas”, “No quiere la paz ni la reconciliación”, “Apoya a los terroristas”, “Pagó millones de dólares a la guerrilla para que soltaran a las rehenes”; “en realidad todo fue un montaje porque a esas rehenes se les ve gordas y tranquilas”. “Todo está peor que antes”, “Tenemos más pobreza que nunca…”, “No se consigue nada en los mercados”, “sólo los chavistas compran carros nuevos”. Lo lamentable es que muchos chavistas, arropados por esta demencia, caen también en la trampa y se dejarse encantar por esos “cantos de ballena”, como diría el filoso “filósofo” del Zulia.

Con estos locos y monocordes lamentos, tenemos que lidiar todos los días en las colas de los bancos, cuando hacemos antesala en algún ente público; cuando vamos en busetas, en los comercios, paseos, viajes, en las playas, parques, plazas…

Cómo le encanta a un disociado ponerse a hablar de la “terrible” situación que “estamos sufriendo Venezuela”. Y tiene el más profundo convencimiento de que cuanto oyen, de lo que por allí se dice, de lo que se inventa, es lo más cierto, claro, neto y formal de cuantas cosas se dan y ocurren en este universo desde que el hombre vino al mundo. Su locura es tan admirable y genial, tan fina, precisa y augusta que habla de esta manera: “Sí, yo vi los documentos donde se decía que esas cien gandolas que están estacionadas en Acarigua son de Adán Chávez, el hermano del Presidente”; “yo conocí a una persona que vio y palpó en montón de joyas que tiene doña Helena, la madre de Chávez”. “Si, yo vi con estos propios ojos cuando el chavista Jheyson Guzmán (el Presidente de la Federación de Centros Universitarios de la ULA) recibía de cada alumno cinco millones de bolívares para conseguirle cupo”. “Si, yo vi con estos propios ojos, por Dios Santo y que me muera, como ese dirigente estudiantil chavista Robert Serra, llevaba un rolex, una chemise La Coste, pantalones Levi’s, zapatos Nike y olía e iba prácticamente bañado, porque te lo juro que lo olí, en pura colonia Cristian Dior”. Entonces enseguida siguen como una locomotora loca que no puede parar: “Para eso los elegimos, para que se apartaran del pueblo y se dedicaran a robar, a mentirnos, a saquear el país…”

Ahora bien, esto no se lo escuchamos así sencillamente a un dirigente político de la oposición, a un opinador de oficio por la televisión, a un analista de partido, a un académico, sino a un hombre humilde de la calle, de un barrio, eso que se dice es un verdadero “pelabolas”.

Además, es gente que dice estas cosas estridente, agresiva, fanática e incontrolablemente. Y ¡ay Dios mío!, del que trate de contradecirle, del que trate de decirle que eso no es cierto, que dónde pedirle las pruebas; que aunque sea ligeramente, se lo ponga en duda. Entonces comienza a delirar que uno está ciego, que pareciera que uno no vive en este país, que uno se niega a ver la realidad, que uno es un fanático y sectario, un loco y enfermo.

En días pasados me conseguí con un amigo, a quien realmente suponía chavista que me dijo: “Oye vale, la situación está muy mal. Estamos peor que nunca”, entonces le contesté, pero mira que raro que la venta de automóviles se haya disparado hasta un 500 por ciento, dime que clase de penuria es esa. “Sí, -me respondió-, pero los que aquí compran carros son los chavistas”. Como le hiciera una lista de antichavista que han adquirido carros de lujos y que ambos conocemos, entonces se volteó, y en volandas se despidió porque tenía algo que hacer.

Esta plaga, de la disociación es terriblemente peligrosa, y no existe ser humano capaz de hacerle ver a esta gente otra realidad. Lo malo es que esta propagación está cundiendo por doquier y vaya a vencer la voluntad, el entendimiento, la fortaleza moral y la claridad de muchos chavistas. Esto es lo que me preocupa porque quienes a la vez difunden estas cosas son gente supuestamente, “culta”, “delicada”, de “buen gusto”, “cristiana”, “preparada”, que merece ser emulada por sus “dones de educación, buen porte y hasta ternura”; gente que tiene alguna influencia en su medio. Gente por lo demás que tiene un lenguaje y dicción que rebosa dulzura, cordura, equilibrio, serenidad, prudencia, con llamados a la reflexión, a la reconciliación, al consenso, al juicio sano y humano.

Esto es muy importante que se tenga muy claro y se explique y se haga conocer por todos los medios posibles, queridos camaradas.


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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

 jsantroz@gmail.com      @jsantroz

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