En la que Simón Díaz llamó alguna vez “propaganda de posguerra” hubo dos personajes alemanes singularmente tardos, llamados Fritz y Franz. Repetían interminablemente los mismos argumentos. “Es blanco, Fritz”. “No, Franz, es negro”. “No, Fritz, es blanco”. “No, Franz, es negro”. En eso pasaban cinco, siete horas.
Algo así nos está pasando: “Chávez es un dictador”. “No, Chávez no es un dictador”. “Sí, Chávez es un dictador”. “No, Chávez no es un dictador”. “Sí, Chávez es un dictador”. Etc. No solo cinco, siete horas, sino años. Ya llevamos nueve.
Aunque hay una ventaja del lado bolivariano. Habrás notado, por ejemplo, que Manuel Rosales, para nombrarlo solo a él, no responde lo que se le pregunta cuando la interrogación es embarazosa. O repasa lo mismo dale que dale como Fritz y Franz. Así, los medios golpistas no argumentan; mienten, exageran, tergiversan, confunden, son farisaicos, pues dicen acongojarse por una pobreza provocada por sus políticas pasadas y juradas si vuelven. Insisten y reiteran dale que dale según la cartilla de la Embajada.
Los medios partidarios del gobierno tienden también al dale que va incansable de “patria, socialismo o muerte” y demás consignas, pero con una virtud: también tienden a razonar, argumentar, refutar. Pueden estar equivocados, pero al menos en su mayoría hacen el esfuerzo de inocular dosis variables de racionalidad. Dime tú ahora qué racionalidad inyecta Nitu Pérez Osuna en nada, para nombrar a una sola.
Una política comunicacional revolucionaria no es solo una ráfaga repetitiva de cuñas y noticias, que es lo último que se hace cuando todo lo demás ha fallado. Una política comunicacional revolucionaria, entre mil cosas, muchas de las cuales no me sé todavía, es desplegar un mínimo (preferiblemente un máximo) de lógica y de reflexión, porque por más que sea la imbecilidad opositora a veces tiene límites. Que cuando te dicen que la escasez es culpa del gobierno porque regula los precios, preguntes quién fracasa cuando es la empresa privada la responsable de la escasez de bienes de precios no regulados.
El escuálido ordinario no ve los canales del Estado, pero para eso están los otros, a quienes no conviene una revancha de RCTV si vuelve al poder en séquito con los demás vasallitos imperiales.
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