Los revolucionarios momificados

En estos días estamos dándole con fuerza a la propuesta o iniciativa que de momento se llama Consejo de Comunicadoras y Comunicadores Socialistas . El que haya una buena cantidad de comunicadores (debe ser cercana a 200 la cantidad de participantes, y si se suman los integrantes de todos los colectivos que han enviado allí vocería o representación deben ser muchos más) poniendo en la mesa su discusión, sus inquietudes y sus propuestas, es ya motivo para sentirse optimista con sus posibles avances y resultados. Aun si en este momento ocurriera algún cataclismo o desgracia menor que obligue a suspender la actividad del colectivo que quiere darle forma al Consejo, lo logrado hasta ahora ya habrá valido la pena. Porque la naturaleza de varias de las propuestas, el espíritu desacralizador reinante en todas las mesas (incluso en aquellas donde todavía pena el ánima idiota de cierto insólito conservadurismo) indican que los participantes estamos claros en algo: queremos una revolución en el ámbito llamado Comunicación. Un ámbito que rebasa por mucho, y lo reduce a simple parcela o subproducto, a ese otro ámbito llamado periodismo.

Y aquí es cuando comienza a cobrar sentido este artículo: lo que he llamado “ánima idiota de cierto insólito conservadurismo” no es sino esa enfermedad social ridícula, paralizante, retrogradante, degradante, indigna y desesperante, que lleva a muchos compatriotas a creer que es posible hacer una Revolución defendiendo al pasado y aferrándose a él.

Pero ya vamos para allá. Hablemos primero de las cosas buenas.

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En nuestra Mesa o Comisión, que se llama “Contenidos de la formación de nuevos comunicadores y articulación con las universidades”, hemos asumido como premisa “la convicción de que las escuelas de Comunicación Social y demás instancias universitarias, de donde egresan los profesionales del periodismo, no son ni deben ser las únicas instancias de formación de comunicadores. Esto, porque el fenómeno de la Comunicación abarca un ámbito social y político más amplio que el referido al periodismo”. Esto ha sido la cita textual del documento que hemos preparado para informar y para orientarnos dentro de la conversa y la construcción. Continúo citando:

“Desde esa perspectiva, se plantea como propuesta al Consejo echar las bases para la creación de una Escuela Alterna de Comunicadores. Dadas las complicaciones y lentitud inherentes a la conformación de un ente educativo formal, se propone que en una primera etapa los ensayos de esta etapa germinal tendrán carácter itinerante”.

Cuando estas cosas se dicen en un grupo preparado en su totalidad para aceptar y captar en toda su audacia la palabra dicha y la idea propuesta, la reacción suele ser el entusiasmo. Pero cuando se escuchan o leen estas cosas con ánimo defensivo enseguida saltan las observaciones basadas en premisas falsas, aunque no todas ilegítimas. Ejemplo: hay quien se aferra a lo dicho en las primeras líneas del párrafo anterior para sentenciar: “¿Para qué otra Escuela si ya tenemos a la UBV? ¿Otra instancia burocrática más para enseñar lo mismo?”.

Hubo que explicarles a algunos que la Escuela con la que soñamos no se parece a la escuela anquilosada, medieval y burguesa en la cual se forman los amos y los esclavos que moverán al capitalismo. Nuestra Escuela Alterna de Comunicadores (esta que soñamos y que proponemos) tiene como características principales:

El carácter itinerante: no se trata, como las universidades existentes, de un campo de concentración (ahora los llaman “aulas”) adonde va un grupo de seres humanos arreado como un rebaño a recibir conocimiento de un grupo de docentes que se asumen superiores y con derecho a imponer una visión del mundo. La Escuela seremos nosotros, es decir, el pueblo que se sabe comunicador, en permanente recorrido por nuestros medios de información aportando nuestra experiencia y recibiendo a cambio la experiencia de los nuestros. No hay alumnos ni profesores sino intercambio de saberes (y de ignorares).

El concepto Medio-Escuela: en vista de que todos los oficios se aprenden ejerciéndolos, y no encerrado el aprendiz en un aula (campo de concentración) donde un sabio o imbécil te ordena leer unos libros y razonar de una forma X, bajo amenaza de rasparte la materia si no reproduces dócilmente sus dictados, nuestros periódicos deben funcionar como periódicos-escuela; nuestras emisoras y televisoras, como escuelas de producción audiovisual; las paredes de nuestras ciudades y pueblos, espacios para aprender el muralismo, etcétera.

El voluntariado: La Escuela con la cual soñamos no le proporcionará un sueldo a nadie. Quien quiere enseñar lo que sabe y aprender de los demás debe hacerlo consciente de que ese es su aporte a la construcción de una sociedad distinta, y no con la expectativa burguesa que debemos superar si nos gusta llamarnos socialistas: quien quiera ser “Periodista Profesional” debería entonces inscribirse en una universidad burguesa convencional (UCV, UCAB, Bolivariana), graduarse, llorar de emoción en el acto de grado del aula magna, inscribirse en el cadáver putrefacto de la mierda esa llamada Colegio Nacional de Periodistas, pagar puntualmente la mensualidad, recibir a cambio un carnet y el glorioso derecho a ser explotado en una empresa de esas que mercadean con la información.

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El sábado 28 de marzo tuvo lugar un episodio tristísimo, pero muy interesante, de esta larga lucha por una Revolución genuina en contra de las fuerzas que halan para atrás. En una de las comisiones alguien puso sobre la mesa una propuesta que, repito, si nos llamamos revolucionarios, debería sonar lógica y discutirse abiertamente. La propuesta era que los participantes en la conformación del Consejo debían renunciar en masa al Colegio Nacional de Periodistas. No había terminado de hablar el facineroso, el anarcoide, el muérgano infiltrado por la CIA que propuso semejante cosa, cuando se escucharon horrísonos y trepidantes alaridos de pavor. Terror del puro, compa, como cuando se cayeron las torres gemelas. La moción que se impuso fue: “Eso no está en discusión”. No es que los señores licenciados-colegiados se negaron a renunciar al Colegio, sino algo peor: sostuvieron que eso no se discute. Hay quienes se dicen socialistas pero no quieren acabar con el capitalismo sino acomodarse y sobrevivir dentro de él.

La mayoría de los compatriotas más audaces que conozco, esos que están ejerciendo una comunicación de avanzada, fresca, renovada, pujante y hermosa por su carácter libertario, nacieron en la década de los 80, pero parecen estar condenados a adaptarse a una maldita Ley de 1974 refrendada por Carmelo Lauría y otras momias. Una Ley redactada (y una institución creada) para un tiempo histórico que ellos no vivieron, y que hoy es inservible porque la Venezuela de hoy no es la de los años 70.

Penúltimo llamado: gente de Ávila TV, Voces Latentes, gente de ANMCLA, gente de El Cayapo; grafiteros, raperos, cantores, organizadores de parrandos y sancochos: si ustedes no se apropian de este fulano Consejo asistiremos al lamentable espectáculo de ver a esa instancia caer en manos de unos rrrrevolucionarios con miedo a hacer una revolución.


 
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El Discurso del Oeste
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José Roberto Duque - Misión Boves


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