Pedrito Pérez amaneció con una ronchita en el brazo. No le duele. Le pica, pero no le duele. Se rasca, se pone roja, necesita una crema, no sabe cuál crema, pero se va al trabajo con su ronchita. No le preocupa, pues es una ronchita más de las miles que brotan y desaparecen... Es obrero de la construcción y tanto cemento, tanto polvo, le ha provocado más de una ronchita.
Maritza Pereira de González tiene otra ronchita. Le salió en el cachete. No es una gran vaina –la ronchita-, pero que dirán sus amistades, ¡horror! Se ve muy fea en el cachete y tendrá que hacer malabares con el maquillaje para que no se note. No le preocupa, pues es una ronchita más de las miles que brotan y desaparecen... Maritza es abogada y no sabe si echarle la culpa al stress o a Juanita –la que sirve el café-, por no lavar bien las tazas.
Maeca de las Casas tiene esa ronchita en la rodilla, justo hoy que ha decidido ponerse la faldita Carolina Herrera. Es horrible, antiestética... ¿y el glamour? ¿dónde queda el glamour? ¿qué dirán mis amigas del Country? Maeca está aterrorizada... el chisme, las habladurías, el que dirán, la obligan a usar pantalón. No le preocupa, pues es una ronchita más de las miles que brotan y desaparecen... Pero, esta no es una ronchita cualquiera... Es ¡LA ronchita! ¡SU ronchita! NO es una ronchita cualquiera. Es su cuerpo y su cuerpo es EL cuerpo, que ha sido mancillado por LA ronchita.
Alberto Federico Ravell tiene un escozor en la nalga. Se rasca, se rasca, se rasca y siente al tacto que hay algo extraño, arrugado, protuberante, escamoso. Busca un espejo, el mismo que usa sentado en la poceta todas las mañanas para desearse un feliz día, y lo coloca a la altura de la nalga... ¡Allí está! Es una ronchita, rosada la coño e’ madre, ¡pica la ronchita! No le preocupa la ronchita, pues es una de las miles que brotan y desaparecen... Pero, ¡ZAS!, Alberto Federico ha decidido que esa ronchita no sea una más de las ronchitas que brotan y desaparecen... ¡NO, que va! ¡ESTA SERÁ LA PANDEMIA DE LAS RONCHITAS! Agarra su Black Berry y ordena, crea, dibuja, elabora frenéticamente una campaña extraordinariamente aterradora sobre esa ronchita que ha de convertirse en la matriz noticiosa del día, quién sabe si de la semana o materia de sanidad pública que acabe con este gobierno comunista, CULPABLE DE ESA RONCHITA ROJA, ROJITA, que afectará a millones de venezolanos.
El resto de esta historia no es difícil imaginárselo. Antonio Ledezma decreta alerta roja sanitaria en la Alcaldía Mayor. Cabeza e’ Motor, Barboza, Planas y Leopoldo López se reúnen de emergencia y emiten un comunicado en contra de las políticas en materia de salud del gobierno revolucionario. Los estudiantes que cursan el primer semestre de dermatología, convocan un consejo de rectores conformado por el Padre Ugalde, Sharifker y Cecilia García Arocha para que le exijan a la Organización Mundial de la Salud un pronunciamiento al respecto. CNN entrevista a un experto en ronchología, quien recomienda cerrar los aeropuertos del hemisferio para evitar la propagación de esta pandemia ronchológica y, finalmente –para coronar-, se emite un comunicado de las diferentes ONG’s instando, exigiendo nuevamente, a la Corte Interamericana de lo Derechos Humanos, para que se le abra un juicio al Presidente Hugo Chávez Frías y al gobierno bolivariano, por permitir que esa ronchita apareciera en la nalga derecha de Alberto Federico Ravell... La ronchita pasará por encima del maletín de Antonini, el caso Anderson o la persecución a Carlos Ortega. Incluirá una declaración subversiva desde el Perú de Manuel Rosales que “jamás ha permitido una ronchita en el Estado Zulia” y los testimonios dramáticos de Pedrito Pérez en el Radar de los Barrios, Maritza Pereira de González en 3 para las 9 y Maeca de las Casas, horrorizada, con Nitu Pérez Osuna.
Sea Gripe Porcina o sea un elemento natural que no tuvo mayor incidencia que el susto provocado por un temblor, Globovision ha de aprovechar cualquier situación para aterrorizar a la población. Parece absurdo, de hecho ¡es absurdo!, ¡ridículo, incluso!, pero está pasando y existe quien le pare bola a esta especie de sainete informativo que ha llegado a extremos preocupantes de la sub-inteligencia.
Lo de Globovision hoy es una estupidez sin parangón en la historia del periodismo mundial. Lo lamentable es que se esté utilizando el espectro radioeléctrico del pueblo para satisfacer el capricho de un descocado que se ha impuesto la meta imposible de derrocar la revolución bolivariana y que, simplemente, no se haga nada para frenar a un canal que se ha extralimitado a niveles grotescos en materia comunicacional.
¿Es la gripe porcina una situación preocupante? ¡Sí lo es! Pero, un canal que suponemos debe ser de información –no necesariamente editorializado a favor de la revolución-, está obligado a cumplir con los parámetros impuestos por la ética de una profesión que se ha prostituido y, peor aún, que los supuestos representantes del Colegio Nacional de Periodistas sean cómplices de las locuras generadas por el cerebro de Alberto Federico Ravell. Esta epidemia que, sin duda, es preocupante, ha sido enfrentada por el gobierno revolucionario y nos mantienen informados por los medios de comunicación del Estado. No es en absoluto un tema político y suponemos no debe ser utilizado como un tema político. Pero, esto no le importa a quienes viven, sueñan y están empeñados en derrocar al Comandante.
Igual pasa con el temblor que sentimos en la zona central la madrugada de este lunes; temblor que preocupó lógicamente a un buen número de habitantes. La naturaleza se expresó y surgen los temores de una zona inestable y activamente sísmica, pues todavía queda en la memoria de algunos aquel terremoto del año 67. Sin embargo, pasado el temblor, la tarea fundamental es llamar a la tranquilidad, evaluar sus resultados y que la vida continúe. Sin embargo, eso no ocurre en Globovision. Cualquier situación es buena para desestabilizar. No me extrañaría que la jerarquía de la iglesia católica en pleno, emita un comunicado “espiritual” a la feligresía, indicando que “esto es un castigo divino de Dios por querer implantarse un gobierno comunista”. Tampoco me extrañaría que ardientes defensores de la propiedad privada empresarial estén dedicando tiempo, esfuerzo y recursos para venderle a los disociados otro lote de diablitos, sardinas, mantas, linternas, berettas incluidas, para estar preparados y enfrentar un terremoto con maremoto y una vaguada incluida, todos provocados por la ira divina o la corrupción virtual o la ineptitud virtual de la Revolución –que no es virtual-, llevada a cabo por el Comandante Hugo Chávez.
La estupidez mediática pasa por alto que después del terremoto del año 67, se supone, hubo la preocupación de aquellos gobiernos por vigilar que todas las construcciones del área capital estuviesen signadas por las más estrictas normas de seguridad antisísmicas. Si esto no ocurrió, si los gobiernos que le siguieron a esta tragedia no impusieron esas normas, pues que quede claro que estamos en presencia de una irresponsabilidad asesina de la IV República, por no decir que se ha jugado con la seguridad del área central al permitir que se construyeran edificaciones que no puedan soportar un terremoto de la intensidad del año 67.
En cuanto a los medios de comunicación privados ¿cómo los juzga usted? ¿Patéticos? ¿Irracionales? ¿Tragicómicos? ¡Para mi, Sí lo son! Ahora, el problema radica en tener que aceptar la existencia de un grupito de pendejos que no tienen idea del ridículo que hacen... y no estoy hablando de las miserias humanas de un sector que vive angustiado con las pupilas inundadas por Globovision. De todo hay en la viña del Señor y estamos claros que hay seres humanos declarados como seres humanos, pero que lejos de ser seres humanos pueden ser registrados como víctimas zombis de la campaña mediática. Este sector no es culpable de ese plan que han intensificado los medios de comunicación privados, estando a la cabeza Globovision.
El problema radica en seguir siendo tolerantes con la estupidez, la ridiculez y la inclinación perversa de un pequeño y decadente grupito de propietarios de los medios de comunicación social que prostituyeron al periodismo y los periodistas que decidieron convertir el periodismo en palangrismo.
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