“Una noche el respeto
Bajo y te puso bellas coronas
Respeto de mortales,
que muerto al fin te hizo persona,
Pobre de aquella gente,
Pobre de aquel que pensó,
Que el día más importante de tu
existencia fue el de tu muerte”
(El papalote, de Silvio Ropríguez)
Estamos asistiendo en estos momentos a otro de los movimientos preferidos de la sociedad capitalista: la muerte de una estrella de su “star system”. Y como siempre, se dan cuenta que alguien que ha producido mucho dinero y centimetraje puede seguir dando después de irse de este mundo terrenal. No olvidemos los casos de Marilyn Monroe, Elvis Presley, para nombrar solo a dos, y aquí en Venezuela, cuando en la misma semana murieron dos artistas: Nuestro gran guarachero zuliano, Che García, figura emblemática en todos los bailes de los años 60, 70 y 80, y por otro lado, el asesinato del cantante de vallenato, Rafael Orozco, la cual desató, por lo menos aquí en el Zulia, un inusitado auge comercial, sus cassettes (no se había popularizado el CD), malas copias de fotos, todo era vendible. Los comerciantes se frotaban las manos, “si así es la muerte, siempre que sea de otro, bienvenida sea”. Otro caso paradigmático, ocurrió cuando, en 1997, , mueren, por diferentes causas: la madre Teresa de Calcuta, un 05 de septiembre, y días antes, 31 de agosto, es decir, en la misma semana. La primera encarnaba al humanismo, a la bondad, al cristianismo bien concebido, apegada a los conceptos bíblicos, de “amor, bondad y justicia”, y la segunda, un producto mediático, quien se casó en una ceremonia digna de cuentos de hadas, con el príncipe Charles del Reino Unido, y quien de paso nunca la amó, pero que era un festín para los llamados paparazzis, esos detestables fotógrafos, quienes viven del escándalo de los famosos, provocadores de oficios, y digamos, por ejemplo, una actividad normal que cualquiera de nosotros los humanos comunes y corrientes, desarrollamos como lo es ir a disfrutar a una discoteca, a una tasca o a un night club, es un lujo que un artista famoso con todo el dinero que puede tener, no se puede dar, porque allí están esos perros de presa, con sus cámaras dispuestos a tomar la gráficas para ser vendidas a las revistas y periódicos que se encargan de vivir de las bajezas que los hacedores del mundo del espectáculo. Si el artista anda solo, y sale con unos pequeños trago de más, eso es reseñado como casi un delito, algo que nosotros, hemos hecho en muchas oportunidades, solo que a nade le importa, porque no somos famosos, y eso no vende. Lo acosan para sacarlo de sus cabales, y eso es aprovechado, para demandarlo si se le ocurre, empujar, golpear o insultar a algunos de esos seres que no respetan la privacidad de las personas.
Pues en estos momentos, todo el dinero del mundo lo generará durante unas cuantas semanas y hasta meses, el “rey del pop”, Michael Jackson, alguien que como muchos otros famosos, ese dinero y ese inmenso talento que la naturaleza le otorgó, no le sirvieron para tener ni un solo instante de tranquilidad que se merece una persona que trabajó arduamente para trazarse una carrera en el mundo del espectáculo. No olvidemos, y eso lo saben todos quienes en este momento consumen todo lo relacionado con esta celebridad, que Michael comenzó a muy temprana edad, formando junto con sus hermanos, el quinteto “The Jackson Five”, y que tuvo que soportar el fuerte carácter de su padre, quien no los dejó disfrutar de la niñez que todos merecemos, algo que los seres anónimos, entre los que me cuento, quienes a pesar de no poseer bienes de fortuna ni talento artístico, pudimos gozar, sin dinero, de los baños en la playa con nuestros contemporáneos, además del trompo, de las metras, de la pelota de goma, del “fusilao”, del juego “Libertad”, de los volantines (fugas, en el Zulia) y de todos los sueños y cuentos que nos inventábamos en las noches, ya algo lejanas de los años 60, en los cuales, no teníamos televisión en nuestro hogar, y nos tocaba contarnos cuentos con nuestros hermanos, como un ejercicio de la imaginación. Es por ello, que a pesar de las limitaciones económicas, me atrevo a decir que tuvimos una niñez feliz, y cuando fuimos creciendo, nuestro mayor delito era robarnos los mangos, los mamones y otras frutas, para irnos a sentar en el puentecito que quedaba detrás de la pollera, y allí, “sucios y locos”, como en la canción del Papalote, de Silvio Rodríguez, pasábamos nuestras tardes, sobre todo las de las vacaciones zumbulléndonos en las ya contaminadas aguas del lago de Maracaibo, a finales de los años 60.
Por esos años nos enteramos que Los Beatles, se habían disuelto, que existía el movimiento hippie, la guerra de Viet Nam, el incipiente consumo de drogas (lo más arrecho era el consumo de marihuana), La LSD, las protestas por la autonomía, los tanques de caldera en la UCV, y naturalmente, la revolución cubana, la muerte del Che Guevara. Claro, al principio para nosotros Fidel era el malo de la película, el dictador, el que se alimentaba de sangre de los niños y muchas otras atrocidades.
Afortunadamente llegó el despertar, y comenzamos a ver el mundo diferente al llegar a la Universidad, y las verdades que nos contaban no eran “verdades” y esos ídolos que fomentaban los medios como la TV, no eran tan virtuosos, ni tan diferentes a nosotros, solo que tenían un talento, que si nos ponemos a analizar, solo les servía para caer en la drogadicción, el alcoholismo, y todos esos vicios que el capitalismo fomenta, pero que a la vez, hipócritamente, censura, mientras le sabe a ñoña, que un niño o niña de cualquier lugar del mundo se muera de hambre. Claro, eso no es noticia.
La niñez abandonada solo le sirve a las misses, en “esta noche tan linda”, porque eso ataca la psiquis del televidente, que sueña con tener por lo menos un hija tan bonita, para ofrecérsela a la voracidad de los medios, es decir, la fama, a costa de lo que sea. Lo demás, “que importa”. Uno contempla cuando embobados las personas ven las telenovelas, pintan ese mundo que jamás verán en la vida real, en donde el rico se casa con la bella pobre, y la dignifica haciéndola rica. Aunque en la vida real eso no sucede, pues una muchacha pobre bella, solo sale de una casa de ricos preñada, y más pobre que cuando entró, con un niño dentro de su vientre, que a lo mejor, o a lo peor, vendrá a engrosar la marginalidad del país donde nace.
Pues, Michael Jackson, vino de una familia negra, pobre y numerosa, con un padre ambicioso, quien vio en el talento de sus hijos la manera de alcanzar el “america way of life”, es decir, el sueño americano, a través del mundo del espectáculo, es cierto, lo consiguió, pero a que precio. Tanto así, que Michael, el menor de ellos, comenzó a sentirse apenado de su origen negro, y quiso ser blanco ajuro, bueno para eso tenía dinero de sobra: se perfiló la chata nariz de origen africano, y para “blanquearse”, se sometió a largas sesiones de la cámara hiperbárica, que a la final le afectó su producción de la melanina, que viene a ser la responsable de la pigmentación de la piel. Total, el resultado le produjo el vitiligo, que es una enfermedad degenerativa de la piel en la que los melanocitos (las células responsables de la pigmentación de la piel) mueren, dejando así de producir melanina en la zona donde ha ocurrido la muerte celular. Todo ello le comenzó a producir alteraciones en su salud, que a la postre lo lleva a morir con apenas 50 años de, diríamos, dura y amarga existencia, pues aparte de todo, Michael era un muchacho tímido, que no pudo superar su niñez, intentándola recuperar, con la fama y con la compra del “Neverland”, en la cual invitaba a niños a pasear y jugar con él, solo que eso también le produjo problemas, pues al parecer abusó de algunos de ellos. Muchos de esos escándalos fueron cubiertos con dinero, y algunos de los padres, optaron por tomar el soborno y hacerse “los locos”. Otros, en cambio, decidieron hacer públicas estas aberraciones, claro está, motivados también por la búsqueda de la fama y el dinero, pues es sabido en los EE. UU., ese tipo de sucesos puede ser vendido a la prensa y TV amarillista, cobrando una buena tajada, por la historia.
En conclusión, el capitalismo salvaje se alimenta de la miseria humana, y podríamos escribir miles de cuartillas para ilustrar todo esto. Lo importante es no caer en esa parafernalia que trafica con la muerte y esas desviaciones de la conducta que la misma sociedad de consumo genera.
Vivimos en un país que busca otros senderos, dentro del campo de la dignidad, y de la construcción de una sociedad más justa que propenda a la mejor calidad de vida del ser humano, y dentro de la calidad de vida, incluimos por supuesto, la salud mental.
La muerte de Michael Jackson, debería servir como lección para que nos demos cuenta que esa fama, “fortuna hueca y vana” solo contribuye, a que el ser humano, sea más miserable, más triste, más deprimido, como diría alguien por ahí:
“Tan pobre que solo tiene dinero”
pedroqueral@hotmail.com