El primero era mucho mayor que yo. Sucedió por el año 1989. Me lo presentó una amiga. Me dijo que no era una maravilla lo cual comprobé rápidamente. Quería salir de aquel cuerpo. Pero no dependía de él. Sus amigos, amigas, colegas, también se encontraban en el mismo trance. Siempre queriendo salir de aquel cuerpo, pero sin ningún tipo de ayuda. Apenas estaba pisando los cuarenta. Era medio vulgar. Echador de broma. Populachero. Independiente económicamente. Muy próspero. Pero ya se le verían las costuras. Su origen humilde lo “salvaba”, pero con el tiempo el dinero lo fue pervirtiendo. En mis interminables discusiones sobre su proceder, las críticas siempre eran las mismas: la debilidad por los escándalos y el morbo, el poco cuidado con los detalles y un cierto anacronismo que le impidió superarse rápidamente. Está en la tercera edad. A veces no me explico cómo me pudo gustar. Si me piden que lo describa en pocas palabras diría que es un jodedor con plata y con una ética maleable. De goma pues. Pero así es la vida. Estuvimos más de 10 años juntos.
En cambio el segundo se parecía un poco más a lo que yo buscaba. Era igual echador de broma. Próspero, pero muy mal administrador. Tuvo que endeudarse para sobrevivir. Tampoco era joven. Lo conocí en mi pueblo, jovencita, pero fue en Caracas donde empezó nuestra relación. Se convirtió en mi preferido. Nos veíamos los domingos. Su origen era de “alta alcurnia”. Le gustaba la buena comida, los buenos viajes, la buena vida. Un pequeño burgués que quería seguir siendo pequeño burgués pero con ideas “progre”. “Viva el harapo señor y la mesa sin mantel, viva el que huela a callejuela…” Entonaba “a todo pulmón” la canción de Silvio Rodríguez. Y muchos le hicimos coro. Pero tal vez nunca nadie realmente se lo creyó. Eran los franceses y sus mayos tocándonos de retruque. Siempre estuvo mucho más cerca de Fidel que de Chirac. Apenas duramos cuatro meses. Quien lo viera hoy.
Al último me lo presentó un amigo. Es joven, pero con mucha calle. Mucho pueblo. Sorprendentemente es con quien he llegado más lejos. Aprecie su inteligencia, su sencillez, su ética a prueba de balas, su manera de utilizar sin complejos la tecnología. Su autenticidad. Su sentido del humor, su irreverencia, pero sobre todo el arrojo. El desparpajo. Inventar. Sin errar. Soy una de sus mamás, porque es una creación colectiva. Es Ciudad CCS, Revolución a diario. El mejor periódico con el que me he topado.
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