Es evidente la animadversión de los grandes medios de comunicación -televisión, radio, prensa escrita- a los procesos de cambio que se operan no solo en Latinoamérica sino en otras partes del mundo. Es una reacción orquestada, brutal, constante, con el claro propósito de acabar con ellos. Con los más radicales, los menos radicales o, simplemente, los tibios. Lo cierto es que no tragan a ninguno. La razón hay que buscarla, ante todo, en la confrontación a nivel mundial entre las corrientes neoliberales, el capitalismo global, y el socialismo o cualquier tipo de propuesta que sin tener este sello apunte en la dirección de cambios sociales y económicos avanzados.
Eso en primer término: hay una ideologización de la política -y por consiguiente polarización- que incluso ocurre en naciones donde el fenómeno no tenía incidencia. Tal es el caso de EEUU. Obama no es socialista ni es un radical de izquierda ni nada parecido. Sólo es un reformista consciente de la necesidad de hacer algunos cambios para bajar la presión social existente en su país. Su victoria electoral es consecuencia de la decisión de una mayoría que optó por traspasar la alineación tradicional petrificada en la alternancia sin futuro del bipartidismo con proyectos similares. La reforma asistencial no es un hito revolucionario. Países con menos recursos en el mundo cuentan con un régimen asistencial, igual, o más avanzado, que el que acaba de lograr Obama luego de una feroz batalla en el Congreso. El paso no significa una definición socialista ni mucho menos: es un simple acto de justicia social que favorece a 40 millones de norteamericanos sin acceso a la salud. Pero representa una definición frente a poderosos grupos económicos y un desafío al pensamiento conservador que rechaza, por principio, cualquier injerencia del Estado --así se enriquezca de éste. A Obama no le perdonarán jamás el logro que acaba de obtener, y algunas otras cosas. Así su gestión de gobierno conserve numerosos rasgos de la política imperial en otras áreas. Contra Obama se lanzaron, prácticamente, todos los medios de comunicación norteamericanos que estimularon insólitos rechazos a la reforma asistencial.
Si uno pasea la mirada por la región encuentra el mismo rechazo de los grupos que controlan los medios. Caso Venezuela, donde el formato mediático se impuso entre los adversarios del proceso bolivariano y fue decisivo en el golpe de Abril de 2002 y en la aventura del paro petrolero. En Argentina pasa igual. Si se escarba en la campaña contra los Kischner --en especial contra la presidenta Cristina Fernández-- se encuentra el hilo conductor del revanchismo de los sectores militaristas vinculados a los represores y la reacción de los sectores ultra derechistas del agro y, en general, del empresariado argentino. Un ejemplo, la medida judicial que paralizó el uso de las reservas para pagar la deuda la acordó una jueza, Marta Sarmiento, hija de un oficial acusado de crímenes de lesa humanidad, actualmente procesado. Otro: la virulenta campaña del monopolio del grupo Clarín --diario, televisora y radios--, motivada por el impulso que recibió del Estado la causa que involucra a Ernestina Herrera de Noble, su propietaria, acusada de adoptar a dos niños, presuntos hijos de desaparecidos, y de obstaculizar la investigación apuntalada en el Banco Nacional de Datos Genéticos. En Paraguay es evidente la hostilidad al presidente Lugo. También lo fue contra Bachelet en Chile, y lo es contra Morales en Bolivia, Lula en Brasil y Correa en Ecuador. También sucede en Nicaragua con Ortega. Y en Honduras la conducta de los medios creó las condiciones para el golpe contra Zelaya.
La internacional mediática hace el trabajo sucio. Bombardea, sistemáticamente, para ablandar posiciones y confundir a la opinión pública, apelando a las mentiras más descaradas. El medio, devenido en partido, en fuerza armada, en Iglesia, es el principal promotor de la desestabilización en Latinoamérica y la punta de lanza de los aventureros. Al igual que en otras partes del mundo es el motor de la guerra de cuarta generación.
La escalada
Si se analiza en detalle la estrategia contra el proceso bolivariano que culminaría con el golpe del 11-A y el sabotaje de la industria petrolera --y otras manifestaciones subversivas--, es evidente una escalada, concebida y ejecutada con precisión y riguroso reparto del trabajo. Hubo un trabajo sobre los militares y otro de calle para movilizar gente, tanto a los identificados con los planes golpistas como de otros simplemente confundidos. Pero el rol protagónico, determinante, lo cumplió el medio. Su participación marcó la pauta y fijó los tiempos. Había que tener, y alternar, un discurso ajustado al momento. Atacar los blancos escogidos y asignar la vocería de acuerdo a las circunstancias. El objetivo era derrocar a Chávez y, por tanto, crear las condiciones apropiadas. Por cuenta gotas. Avanzando a diario. Con mensajes sobre las debilidades del gobierno, la crisis interna y magnificando los problemas del país. Todo ello para despertar en la gente la sensación de que el país se derrumbaba. Una vez creado el clima entró a jugar el mensaje abiertamente subversivo. Rutinizador de la percepción de derrumbe. Hasta que la idea del golpe como opción fue sembrada y germinó. Se convirtió en algo cotidiano. Y mientras el gobierno no reaccionaba, dejaba hacer y dejaba pasar, la subversión tomaba cuerpo hasta que se produjo el asalto final. Lo mismo que pretenden de nuevo algunos sectores y es lo que hay que enfrentar antes de que sea tarde y se repita: por un lado la dinámica subversiva, y, por otro, el vacío en la respuesta del Estado. La ley es terminante y hay que aplicarla, sea quien sea el que la viole. Si un Estado y un gobierno no se defienden están muertos. A la escalada subversiva hay que responder con la contraescala de la ley. Eso si, sin hacer lo que hicieron Betancourt, Pérez, Caldera y otros. Cuando convirtieron la reacción del Estado ante la desestabilización en orgía represiva deslegitimadora de la democracia.
LABERINTO
Marcel Granier -al igual que Guillermo Zuloaga- asistió a la reunión de la SIP en Aruba. Ambos se despacharon y se dieron el vuelto. Ya se sabe lo que dijo el dueño de Globovisión, no así lo dicho por el de Rctv, quien arremetió contra Pdvsa en un diario local y señaló que ésta, como socio estratégico de la refinería de la isla, representaba un peligro(?). Que, además, es una empresa inoperante, ineficiente e infiltrada por elementos ajenos a este continente (?). ¿Cómo un venezolano puede hacer tales afirmaciones que atentan contra el patrimonio nacional? Lo cierto es que el patriotismo es otra de las bajas del odio a Chávez…
¿Recuerdan los lectores el comentario que hice al "material probatorio" del auto del juez español Velasco sobre el uso por Cubillas de una chaqueta con las siglas DIM? Dije que podía ser una prenda militar robada o de las que venden en el mercado. Pues bien, en este mismo diario (24/03/10) se publicó la información sobre la detención de "falsos agentes de la DIM" que usaban chaquetas con el nombre de DIM…
EL 24 de marzo se cumplieron 30 años del asesinato del arzobispo salvadoreño Oscar Arnulfo Romero. El autor intelectual del crimen fue Roberto D'Aubison, siniestro jefe del partido ultraderechista Arena y muy próximo a la Embajada de Venezuela. Ahora se sabe por cable desclasificado de la CIA que el autor material fue un militar argentino -Batallón 601- que asesoraba al Ejército. Su nombre: Emilio Antonio Mendoza. Una crónica sobre el tema comenta que el asesino anda suelto, y que "en este momento podría estar tomando una piña colada en Miami"…
Monseñor Lücker, la lengua más afilada de la Iglesia, declaró recientemente que espera el "fin de la impunidad". De acuerdo. ¿También la que protege a los curas pedófilos en el mundo? ¿Silencio?