Esa frase que reza “lo malo no es que crean que uno es pendejo, sino que parecen estar convencidos de ello”, aplica cada vez más respecto a la forma en la que el grueso de la oposición considera a los venezolanos. Y es que da risa –por ahora no diré lástima- ver como entre los precandidatos se pelean por ver quien tiene el mayor desparpajo para anunciar demagógicamente que implementarán políticas en materia de salud, alimentación y educación por citar sólo algunas áreas, creyendo que los venezolanos desconocemos los grandes avances al respecto de los últimos 12 años, amén del reconocimiento que hace la comunidad internacional nada menos que en vocería de la Organización de las Naciones Unidas y sus organismos sectoriales como la UNESCO y la OMS, por citar sólo un par. Pero claro, seguro que la ONU es otra tarifada.
Sin embargo, el último de sus alaridos es realmente para quedarse boquiabierto. Desde Perú, esta semana un prófugo de la justicia proclamó a su otrora heredero político como un nuevo precandidato que se suma a la lucha de los tantos partidos hoy “unidos” por la causa de sacar al “régimen” sin importar lo que luego suceda. Y frente a las frases prefabricadas por la MUD del “no se ha hecho nada en estos 12 años” y de “la creación de miseria y de dependientes de una beca”, haciendo gala de su inteligencia no se le ocurrió algo mejor para proponer frente al supuesto populismo que desempolvar su tarjeta “Mi Negra”, ayuda ya no condicionada a estudiar o al aporte que se haga al desarrollo social, sino una beca para todos y sin contraprestación alguna, en lo que tan ilustre personaje insiste en decir que “no es populismo sino justicia social”. Pobre Pablo, ahora cargando ese lastre encima. Y es que citando a Sebastián Piñera, “nada es gratis en esta vida”, mucho menos tener como “amigo” a alguien tan brillante.
Pero no todo es tan malo, pues algo si les reconozco: quienes son capaces de defender “propuestas” y planteamientos como estos de la oposición si que son muy valientes, pues demuestran no tener miedo alguno… al ridículo. Como dice mi madre: “¡Sinceramente mijo!”
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