En diciembre pude escuchar como algunos empresarios expresaban la necesidad imperiosa, de “Empujar a Chávez”, para que se definiera socialista y poder tumbarlo con facilidad.
La burguesía venezolana es tal vez la más atípica del continente, mientras en otros países el proceso de nacimiento y consolidación de fue lento y vinculado al factor de la tierra, en nuestro país estuvo vinculado a la aparición del petróleo.
La oligarquía comercial y portuaria que compartía con los terratenientes el poder político, tuvo un vertiginoso crecimiento que le permitió controlar los espacios productivos, e impulsar una nueva dinámica del modo de producción. Esta característica la convierte en una de las más parasitarias y especuladoras del mundo.
Los últimos candidatos presidenciales nombrados: Rommer, Rosales, y ahora Radonsky, fueron intentos desesperados, para detener lo que ellos califican como el “comunismo trasnochado”.
En los noventa 8 de cada 10 venezolanos odiaban el socialismo, y lo vinculaban con dictadura. Los últimos números indican que aproximadamente 6,20 de cada 10 venezolanos, prefieren el socialismo bolivariano.
Ese apoyo y las leyes que está creando el gobierno, impide que la burguesía Venezolana, acate tranquilamente los resultados de un triunfo electoral de Hugo Chávez.
Altos oficiales retirados que fungen de mayordomos y herederos de la burguesía portuaria, dicen estar arrepentidos por no poder asesinar al jefe militar del 4f de 1992, Se lamentan por haber detenido los tanques de Rojas Pérez, el día de su triunfo, y lloran al recordar el fracaso del golpe del 2002.
En su libro “La Doctrina del Shock”, Naomi Klein, expresa lo complicado que le resulto al capitalismo internacional, deshacer jurídicamente las llamadas formas de propiedad social que existían en Yugoslavia.
La parasitaria burguesía local y la multinacional petrolera saben que en seis años se puede consolidar legalmente un gobierno independiente y autónomo. Por esa razón están dispuestos a no reconocer el triunfo bolivariano el 7 de octubre.
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