Con Chávez aprendí a no esperar nada de los gobiernos municipales, esos que la IV República promovía como “el gobierno más cercano al pueblo” (cercano pero no igualado, que es otra cosa). La V República nos traería la progresiva sustitución de esos gobiernos próximos, por gobiernos propios.
Pero, resulta que hay importantes sectores de la sociedad que les gusta tener un gobierno que los represente. Aquellos municipios donde se ha votado mayoritariamente por la derecha, tienen, para decirlo así, el propio gobierno. Nada de gobierno de la gente, democracia directa o cualquiera de esas locuras marxistólogas.
Y como yo vivo en uno de esos municipios de gente de derecha, que se ven como ciudadanos responsables y de buen vivir, suponía que al elegir su alcalde y concejales, todos de derecha, como pasó aquí en El Hatillo, lo hacían para que les dieran seguridad, para que compusieran las vías y recojan la basura. En fin, para hacer de sus espacios urbanos jardines de paz.
No supuse que los eligieran para convertirlos en punta de lanza de aventuras sediciosas, de desconocimientos de las leyes y el derecho. No imaginé que los querían para hacer la guerra a los “otros”, transformando esos espacios urbanos, y sus residencias, en parapetos y almenas de francotiradores.
Para hacer lo que es válido presuponer, se necesitaba saber coordinar (así fuera con pañuelo en la nariz) acciones con el poder central, como es deber de toda autoridad local, más allá de sus convicciones políticas. Para hacer lo que están haciendo sólo requieren ser aventureros desquiciados con profundo desprecio por la gente, por la democracia y por las leyes.
Después de esto no nos sorprendamos al ver al señor Smolansky, en la reunión con el Presidente, decir, frente a cámaras y micrófonos, que para recomponer al país hay que acabar con la impunidad, y a continuación, convirtiendo lo dicho en bolserías, pedir la libertad de todos los detenidos en las protestas opositoras, esas que que produjeron 41 muertos, la mayoría ejecutados por ellos.