Gobierno y oposición saben que tienen los días contados, porque ya nada impedirá que la olla de presión estalle. Los últimos acontecimientos evidencian que ninguna de las ramas del Poder Público podrá escapar del banquillo de los acusados, pues es tanta la anarquía generalizada que ya amenaza con volver añicos la vida institucional. Nunca como ahora, el Estado se había devaluado tanto, al punto que el principio de autoridad está en discusión y la Constitución y las Leyes no se cumplen porque son letra muerta. Se diría que vivimos en la tierra de nadie, y que cada quien hace lo que venga en gana.
Se acuerdan cuando el Presidente de la extinta CTV, Carlos Ortega dijo que el paro se les escapo de las manos. Algo parecido está ocurriendo con los actores de la polarización, a quienes por lo visto el libreto de se les redujo a comedia bufa de muy mal gusto. Por esta razón, los responsables del drama perdieron la audiencia en la calle, y ahora los responsables de esta tragedia griega intentan oxigenarse simulando un dialogo que les permita remendar el capote. A todas estas cabe preguntarse: ¿Podrá prosperar un dialogo entre sordos que solo se disputan el poder por el poder, sin que cuente para nada los intereses del país? ¿A quiénes podrán engañar con cantos de sirena, si hasta las piedras saben que perdieron el derecho a ser creídos por burlarse de la buena fe de la sociedad?
Predestinados por la fatalidad, los agentes de la polarización saben que no será fácil recuperar los puntos que perdieron; y que los errores que cometieron los condenó al cementerio de la historia, perdiendo esta vez hasta la posibilidad de pagar penitencia en el purgatorio. De modo que podemos concluir que a la MUD y el PSUV se les agotó su ridículo repertorio para distraernos con copiosos engaños y repartirse la cochina de la manera más descarada. Hoy, la Venezuela que sueña y no se rinde, aspira y espera que emerja una nueva corriente política que sea capaz de poner las cosas en su santo lugar, y que también realice el milagro de devolvernos la civilización del siglo XXI.
Y porque definitivamente no somos una sociedad de masoquistas, estamos conscientes que a la vuelta de la esquina nos aguardan nuevos horizontes. Amanecerá y veremos. O no es verdura el apio.
