No cabe duda que la capacidad de asombro nunca llega al límite, pero con la oposición debemos estar preparados para seguir sorprendiéndonos.
Días antes comentaba que nos sorprendía la actitud de casi toda la oposición de aceptar un candidato de consenso en contra de la opinión generalizada de los diferentes candidatos en no utilizar otra fórmula que no fuera la de las primarias. Pues bien, de la noche a la mañana, siguiendo la estrategia del imperio, aceptaron cambiar las reglas de juego, aceptando las condiciones de los dos candidatos con mayor opción según las encuestas y lo hicieron sin ruborizarse y sin sentir la obligación moral, de dar explicaciones a sus seguidores.
Sin duda fue otra muestra de caradurismo a la que nos tienen acostumbrados y no me cabe la menor duda que sus seguidores, aquellos que han confiado cándidamente en ellos, no les van a perdonar, pues es notorio que la oposición de calle confiaba en las primarias como una forma de ser escuchados creyendo de buena fe en los cantos de sirena de los mandamases, títeres del imperio, capitaneados por Súmate.
Lo único claro hasta ahora es que la oposición no tiene proyecto, gritan a los cuatro vientos la unidad y en lo único en que coinciden es la escogencia de nombres, pero no en lo que piensan hacer.
El candidato del consenso, (consenso del imperio), en su primera presentación como candidato hizo promesas en un ejercicio demagógico, al mejor estilo de la Cuarta, recordemos como han acusado a este gobierno de dilapidar el dinero del petróleo empleado en las diferentes misiones, en el otorgamiento de becas a aquellos venezolanos y venezolanas que en situación precaria lo necesitan para atender sus necesidades domésticas mientras estudian, o a las ayudas a las amas de casa en la misma situación mientras se preparan para optar a puestos productivos dentro de la estrategia de desarrollo endógeno hacia el socialismo del siglo XXI. Pues bien, el señor Manuel Rosales, ofreció repartir el 25% del ingreso petrolero entre los venezolanos, entre la clase media y los pobres, o sea, sobre más del 90% de la población. También ofreció pagos a los desempleados, en lugar de ofrecer soluciones para acabar con el desempleo. En esta última oferta habría una contradicción implícita, ¿Que necesidad habría de hacerle un pago a los desempleados si todos los venezolanos, recibirían una cantidad mensual entre Bs. 600.000 y 1.000.000, o se trata de un pago aparte de?
Con la oferta de Rosales, de repartir el ingreso petrolero mediante pagos mensuales, en este país nadie necesitaría trabajar, sólo deben quedarse en casa esperando el fin de mes para cobrar. Cómo pueden ver se trata de una muestra más de demagogia de los que quieren dirigir al país sin ofrecer ningún proyecto programático para sacar al país de la pobreza en que lo metieron durante cuarenta años de neocolonialismo en que nos sumió la cuarta república y por una política de inclusión para todos, en que la educación, la medicina sanitaria y preventiva, la vivienda, el trabajo, etc., sean prioridades impostergables. Pretender convencernos que con esas medidas pecuniarias se resuelven los problemas de exclusión, es sin duda un ejercicio de cretinismo superlativo.