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La sentencia del título la esculpió en verbo rabioso Jesús Arteaga, ideólogo, activista y activador de la Misión Boves en Catia. La rescato porque estas no son horas de andar creyendo que existen “puntos de encuentro” con la derecha. En otras palabras, no hay convergencia, posibilidad de diálogo consensual ni comunión de ideas posibles con el enemigo, dentro o fuera del chavismo.
Al final del túnel lo que hay es plomo, y los intentos por ensayar diálogos creativos con el enemigo son pérdidas de tiempo. Errores tácticos porque es inversión inútil de tiempo, energía y recursos.
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La derecha antichavista, aunque a ratos quiere parecer clandestina, se ha activado abiertamente para atentar contra el proyecto político denominado Gobierno Bolivariano, y contra toda posibilidad de que el pueblo oprimido consiga vías de liberación y de trabajo en dignidad. La derecha chavista se ha activado secretamente (aunque cada vez son más visibles sus pezuñas) para atentar contra lo mismo.
A la derecha antichavista hay que confrontarla en los espacios convencionales y en los emergentes: la calle, los foros, asambleas y medios tradicionales entre los primeros; Internet, las paredes, comunicados, emisiones radiales clandestinas y panfletos entre los segundos. Es un error esperar que los cuerpos represivos del Estado se activen para detener a las pequeñas vanguardias de idiotas que, envalentonados por la cámara de Globovisión que cargan al lado para que registre sus “hazañas”, seguirán buscando que los coñaceen o asesinen a alguno para justificar un desbordamiento de la violencia. Y bueno, la continuación lógica de su “plan”: primero busco que me metan una cachetada, y cuando me la den acudo al Tribunal Internacional de La Haya para decir que Chávez me perpetró un genocidio en la mejilla.
Está en discusión la propuesta del camarada Suazola: “Si quieren un muerto, hay que fabricarle su muerto”. Urica y Antoñanzas se oponen. Yo me abstengo porque nunca he matado a nadie (que yo sepa) pero convengo con todos en que al final del túnel lo que hay es plomo. Y concuerdo absolutamente con el análisis del compa Rosete: estamos parados sobre el pozo de petróleo más grande del planeta Tierra, así que inevitable e irremediablemente, esto tendrá que resolverse a coñazos, patadas, similares y afines del Distrito Federal y estado Miranda. Estados Unidos y el poder económico harán lo posible porque así sea. El capitalismo internacional no puede sobrevivir sino mediante el exterminio masivo de los constructores del mundo nuevo.
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En Venezuela, el plan que ha de desatar el kung-fú en las calles comenzó hace rato. Estuvo de vacaciones (la derecha no coge vacaciones pero sus tontos útiles sí), y ya recomenzó, aprovechando como excusa la reforma constitucional y su periferia. El show de la Colmenares y la otra con pinta de puta vieja en el Teresa Carreño obedece a ese esquema: provoca a los represores; al primer empujón sales corriendo y llorando para la OEA. Alguien los convenció de que esa estrategia le funcionó a Mahatma Gandhi, y los convenció también de que si algo funciona en la India también puede funcionar en Venezuela. La “clase pensante” tiene brutos e ignorantes por coñazos en su catálogo.
Las carajitas de Globovisión, por su parte, cumplieron su papel habitual de víctimas. “Yo estaba cumpliendo con mi deber de informar y entonces vino un negro y me pegó”. Pero ellas no estaban informando un coño. Ellas estaban forjando una noticia con la ayuda de las actrices y otros elementos, lo cual es una falta contra el periodismo, por decir lo menos. ¿Cómo se forja una noticia? Fácil: usted contrata a un sujeto para que finja un ataque de epilepsia. Llega el momento, al hombre le da el ataque y la cámara está allí, “casualmente”, registrando las falsas convulsiones del tipo. El que inventó la noticia, el actor y el “periodista” que hizo el registro son cómplices de una falta llamada mentira, forjamiento o manipulación de la realidad. ¿Recuerdan el show de Laura Bozo, el Justicia para Todos del Julio Borges y otros afines? Eso es forjamiento, eso es truculencia. El pretendido heroísmo de la sifrinería desatada también lo es. Y todavía hay miles de personas que creen en los “reality shows” tipo Laura en América y la mariquera esa de “¡Es-tu-dian-tes!”, y el clap clap clap de los aplausos de esa parranda de güevones. También tienden a creer muchos en los jueguitos esos de azar, en que un choro juega a desaparecer una pelotica moviendo tres tapas, frente a los ojos de una docena de bolsas que se dejan estafar o se exponen a que les arrebaten la cartera. La prestidigitación y el hipnotismo están vigentes a pesar del señorío de Internet y las computadoras.
Así se convirtió en heroína por diez minutos aquella mujer de apellido Montes: se les acercó a unos guardias, los escupió, les dijo lo que hay que decirle a un hombre para que se arreche, y los Guardias, producto de la misma sociedad descompuesta que le ha dado privilegios a personas como Montes, la revolcaron por el piso. Yo reaccioné en su momento contra la Guardia, porque tombo es tombo y su apellido es mierda y la imagen de una mujer valiente siempre genera simpatías. El problema es que aquello fue otro show más: era la derecha dejándose coñacear por la derecha para después echarle la culpa a la izquierda. Y además les apuesto diez mil a uno a que ninguna de esas pendejas que andan jugando a la mártir son capaces de ningún acto de esa naturaleza mientras las cámaras de TV están lejos o apagadas. ¡Qué sabroso es hacerse el arrecho con la musiquita tétrica de Globovisión al fondo!
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Al final del túnel lo que hay es plomo. Esta charla continuará.