Me refiero a Hérmann Escarrá Quintana, bravucón vocero de esa oposición foquista y embadurnada, de esos que creen que con leerse tres libros y hacer dos posgrados, ya se la están comiendo.
Resulta que el Escarrá éste, cuya voz engolada y ademanes aristocráticos simulan a un lord inglés, estafó (o mejor dicho: Robó) a más de 600 trabajadores del extinto Instituto Nacional de Obras Sanitarias (INOS), de la zona de Oriente, cuando estos pobres compatriotas, vista su “sapiencia” e influencia en los vericuetos corruptivos de la IV República, y más por ingenuidad que por otra cosa, le encargaron la defensa de sus derechos laborales. Escarrá logró sacarles una Carta-Poder omnímoda de representación y disposición, que le permitió luego consumar su estafa.
Veamos: Cuando fui, allá por el año 2000, a la Junta Liquidadora del INOS, que misteriosamente funcionaba en el Edificio de la CTV-Caracas, me informaron dos cosas: Primero: Que el super abogado Hermann Escarrá Quintana había dejado perder el juicio por inacción. Jamás promovió pruebas, ni informes, ni nada. Y segundo (y lo peor): Que en nombre de todos sus representados (los cientos de trabajadores), y a espaldas de ellos, había acordado una Transacción Judicial con el patrono donde cobrarían (los trabajadores, repito) sólo el 30% de sus prestaciones sociales. Pero con un detalle más mortal aún: De ese mísero 30%, Escarrá se cobraría sus (¡groseros!) honorarios, y así lo hizo. Al no concebir yo tamaña estocada, los directivos de la Junta Liquidadora no tuvieron más remedio que entregarme copia del expediente.
He allí que todos aquellos trabajadores, con 15, 20 y hasta 30 años de servicio, recibieron cheques de manos del propio Escarrá Quintana por sumas de ¡cinco mil, tres mil y hasta dos mil bolívares, por concepto de liquidación de sus prestaciones sociales!... Lógicamente, cuando se planteó el caso como un problema de altísimo contenido social, y el MVR-Sucre me encomendó su seguimiento, aquellas reuniones con ese montón de compatriotas estafados de la manera más vil, se convertían en un reguero de lágrimas y la-mentaciones (de madre…).
Debo decir que llevé la denuncia hasta el diario Últimas Noticias, pero Escarrá gozaba en ese entonces de una aureola política muy poderosa (era Constituyente), y su cobijo a la sombra de Luis Miquilena lo hacía impenetrable. Eran los estertores de una alianza macabra entre los medios y la política, donde la libertad de expresión valía sólo “medio e´ mierda”. Al final, el periódico de los Capriles sacó sólo una esquelíta en el espacio “Quejas y Reclamos”, que más se veía una aguja en un pajar.
Después me enteré de los detalles: Resulta que el señor Escarrá Quintana había hecho toda una marramucia con los directivos pre-Chávez de esa Junta Liquidadora (es decir, los que había dejado Caldera), para cuadrar a la vista un 30% mísero, pero metiéndose él y los bandidos de la Junta una billetada con los reales de los trabajadores. Que me responda su hermano Carlos Escarra Malavé lo siguiente: ¿Es cierto que para los años 1997, 1998 ó 1999, el señor Escarrá Quintana adquirió algunos bienes importantes, luego que era un “pela bola” de padre y señor mío?...
Ahora uno vé por allí a Hérmann (que no Hernán, ni Germán, ni Hermánn, sino Hérmann –nombre esdrújulo por vocación teutona) todo orondo acusando a diestra y siniestra los pecados capitales. Y con ese ropaje ridículo que se pone, más aún; porque es de un “demodé” impresionante. Entiendo que si se apareciera en el Barrio La Silsa de Caracas a hablar pestes de Chávez, con esa indumentaria al estilo de Juan de Borbón, lo menos que recibiría sería un escupitazo.
Estos son los “señorones” de la oposición venezolana; bandidos de “colcha y cobija” que aspiraban seguir haciendo jirones de la riqueza patria. Me hace recordar al meritócrata Juan Fernández: Toda su familia tenía contratos “outsourcing” con PDVSA, y por ello su empeño en tirarse a Chávez. Hoy es un próspero comerciante en Aruba, invitado frecuente a los saraos de alcurnia de esa Isla. Y por otros motivos pero igual de deshonestos, me recuerda también a la inefable abogada Mónica Fernández, adalid hoy por hoy de los derechos humanos: Fue ella, y nadie más, la jueza “civilizada” que firmó en una hora las 480 órdenes de allanamiento ilegales contra líderes chavistas el 12 de abril de 2002.
En lo que a mí respecta, tengo la esperanza de toparme frente a frente con Escarrá Quintana, y, salvando con devoción la deidad cristiana, gritarle: ¡Ladrón!... ¡Y más nada!… ¿Me apoyarías, Hindú Anderi?...
(jeramedi@yahoo.es)