Me llama profundamente la atención que en Venezuela se maneje, se acepten y se perpetúen por el uso, inclusive en medios revolucionarios, términos que son parte del lenguaje con el cual la oligarquía venezolana, la administración genocida de Washington y sus lacayos europeos, quieren interpretar y que se interprete globalmente la realidad de ese país. A los grupos fascistas que llaman al linchamiento, al ajuste de cuentas y a incendiar el país se los define como “oposicionistas”, se los legitima en la retórica para luego legitimarlos en la calle, o tener, con ellos, una conducta por lo menos tolerante y de entendimiento. También se los designa como “antichavistas” como si el fin ultimo de estos grupos asociados, de segunda categoría (gringos de orilla), al Proyecto Imperial para Venezuela, fuera sacarse de encima a un hombre y tuvieran para ello que arriesgar la vida contra una dictadura personalista o un caudillo autócrata. La realidad es que detrás de lo que venimos viendo en estas últimas semanas en Venezuela está la lucha por el poder. Por un lado, las grandes mayorías que han ganado cierto protagonismo político, económico y cultural durante estos últimos 8 años y ven en la reforma de los 69 artículos un paso más en la democratización del poder; y del otro lado, los sectores del capital económico y financiero vernáculo dependiente y el transnacional que ven en la reforma una cuota más de poder que se les escapa de las manos.
Si es verdad lo de que “ninguna clase social se suicida” como dijera Carlos Marx y aquí estamos hablando de la existencia de clases sociales antagónicas, ya que a la oligarquía se la define por su rol social en cuanto dueña de una importante y definitoria cuota de poder económico y financiero, lo que vemos en Venezuela se ajusta a esas elementales leyes sociales de las clases.
La oligarquía venezolana ha perdido su legitimidad política con la perdida del bastión con el cual en la “democracia parlamentaria burguesa” se legitimaba cada cierto tiempo. Su referente más preciado para seguir detentando su poder económico y financiero y ejercer su “legalidad” para reprimir policial, militar, cultural y económicamente hablando a los sectores que la venían poniendo en duda durante los gobiernos del “Punto Fijo” se les fue de las manos por su propia falta meridiana de visión política.
Perdieron en el terreno que ellos mismos diseñaron, para perpetuar una sociedad de desiguales, mientras se llenaban la boca con las palabras “igualdad y democracia”.
Están políticamente desarticulados, pero no están vencidos. Recurren a medios de desinformación e incomunicación como Globovisión, no como otrora (durante los gobiernos de la IV Republica) para adoctrinar sobre un modo de hacer “democracia”, adormecer y sedar a la clase oprimida, explotada y excluida; sino para llamar lisa y directamente al terror fascista.
Si están políticamente en baja, no es cierto que estén desarmados ideológicamente, tienen claro el país que quieren y los métodos para lograrlo. Su ideario de sociedad y de gobierno dejarían a los vendepatrias y terroristas de Estado de la IV Republica como modelos social-demócratas y hasta con tintes socialmente progresistas.
Ese modelo ya no les sirve, porque fundamentalmente no le sirve a Washington en las circunstancias y las realidades actuales de la Venezuela de hoy.
Su ideología no la pueden discutir públicamente, lo que no se debe confundir con que no exista.
Por eso el proyecto bolivariano no solo debe salir vencedor en el campo de las ideas, en la “batalla de ideas”, sino que en todos en los que se presente.
La “batalla de ideas” no es antagónica con otras batallas, ni la “batalla de ideas” descalifica otros métodos de lucha para afianzar el poder popular o para ganar una cuota mayor del mismo.
El llamado a la conciliación, a la tolerancia, a la discusión, al dialogo y a la “armonía de clases”, hasta con los sectores más retardatarios de la sociedad venezolana y aun con los que estuvieron directamente implicados en los hechos de “Abril 2002” y del “Paro petrolero”, podríamos decir que ha dado cierto rédito positivo para el campo nacional y popular venezolano (viendo la dinámica del proceso a partir de esa etapa histórica) e incrementado el perfil de estratega carismático de Hugo Chávez. Lo que no está claro es, hasta cuándo esta estrategia saldrá victoriosa una y otra vez. Cuándo se llegará al punto de inflexión donde los resultados de esa estrategia dejen de ser positivos para el pensamiento crítico y la moral transformadora de las mayorías en Venezuela.
Resulta inimaginable suponer que se derrote al fascismo vernáculo y al imperialismo por cansancio, por aburrimiento o sólo y exclusivamente por medio de la superioridad moral de las ideas.
La historia de los últimos 100 años de los poderes sub-desarrolladores de los países centrales como la de los países que lucharon contra la dependencia que causa sub-desarrollo en el llamado Tercer Mundo en general y en Nuestra América en particular está plagada de ejemplos.
Saber cuando llegará esa etapa histórica, que se aproxima, es de vital importancia para el gobierno bolivariano, para el proyecto socialista y para el Pueblo organizado.
Si hoy los grupos fascistas quieren incendiar el país, qué pasará cuando en 3, 5 o 10 años la comunidad venezolana articulada bajo el proyecto dinámico bolivariano y revolucionario del “Socialismo del Siglo XXl” llame a profundizar los cometidos transformadores de una sociedad más revolucionariamente democrática. Qué pasará cuando el Pueblo pida otra reforma a la Carta Magna para que se de un paso jurídico y legal más importante en la consecución de mayores cuotas de poder al pueblo y a los trabajadores, cuando se exija el desmantelamiento del poder económico y financiero de la oligarquía, cuando se pida por una mayor socialización de la riqueza nacional, por una mayor cuota de resortes económicos y de desarrollo en manos del pueblo organizado, cuando se exija la democratización de los medios de información y comunicación, para que estos sean manejados por los trabajadores de los mismos.
¿A qué llamarán los grupos fascistas? ¿A incendiar el universo?