El nivel de jalamecatismo y de arrastrado que exhibe ante el imperio el señor Leopoldo López, no conoce límites. Resulta que este patiquín de político, esta especie de títere capitalista, se fue al norte, específicamente al nido de la gusanera mayamera cubano venezolana, a “sapear” con Barack Obama, al comandante Hugo Chávez, porque el Jefe de Estado Venezolano le está violando sus derechos políticos.
¿Nos preguntamos, sí Leopoldito le dijo a Obama, que su mami, cuando era empleada de la hoy rescatada empresa de todos los venezolanos, le “donó” a su bebé la módica cantidad de 60 millones de bolívares de los viejos, 60 mil de los Fuertes, para que fundara una organización neo-nazi-fascista llamada Primero Justicia? ¿Acaso le diría a Mr. Obama que usar dineros del Estado Venezolano, que es dinero de todos, para conformación de partidos políticos en este país la Constitución lo tipifica como delito político? ¿Sería que le dijo que por eso le sale inhabilitación para cargos públicos y no puede optar a la Alcaldía Mayor del Distrito Capital y que además, podría enfrentar cárcel por ese delito? ¿Sería?
No lo creemos.
Hacer el ridículo entre estos efebos es habitual
Ante el cerco jurídico tendido en su contra y en contra de varios centenares de funcionarios públicos Chavistas y no Chavistas inhabilitados por el Contralor General de la República, Clodosbaldo Roussian, ¡bravo por Clodosbaldo! su desespero no conoce límites y llevó, a Leopoldito, a la penosa circunstancia de arrodillarse ante un negro como Obama y solicitar sus buenos oficios y favores para que detenga esta injusticia por parte de la dictadura Chavista. La humillación no importa, pensará Leopoldo López, si ello tiene como premio, ganarse la gracia del futuro heredero del imperio y sacar del poder, por la vía que sea, incluso la de jalarle bolas a un negro, a otro negro, que ellos por su condición de negro desprecian y para desgracia de los de su casta, es el Presidente de todos los venezolanos.
En la tradición del Dr. Lupa…Misterios de la ciencia
Leopoldo, que penoso ¿no?
¡El que tenga oídos, que oiga!
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