Cuando los gobernadores consideraron haber alebrestado a la “multitud” y defendido lo suficiente al gobernador del Zulia (el real, no la marioneta) picaron los cabos y dejaron a éste solo con su tropel y entonces el gobernador de división -por aquello de dividir- llamó a su ordenanza y le dijo: Mirá Pablo, te me levantás tempranito y te llevás la gente para el puerto y para el aeropuerto a defenderlos contra el invasor hasta el último hombre. Y entregándole un sobre sellado le dijo yo me voy a descansar y aquí te dejo este sobre para que lo abras si me matan y me muero, porque allí están mis deseos “por turnos”, tras lo cual se marchó dejando a Pablo como capilla sin santo, quien notó que el sobre estaba abierto y sacando el papel que contenía leyó. Pablo, decile al mayordomo de la hacienda aquella que me deposite los cobres en el “Bank of de América”, ante lo cual el ordenanza se dijo: “Basié…go el gallo pa´ la pelea” y se marchó a dormir, pero poco después de medianoche lo llamaron de Maicao avisándole que el gobernador estaba por allá bailando cumbia.
El sábado en la mañana muy temprano los funcionarios interventores se hicieron presentes en el puerto y el aeropuerto, siendo recibidos con exclamaciones de júbilo por todos cuantos allí estaban y los que llegaban, produciéndose la transferencia dentro de la mayor normalidad y como a las nueve de la mañana Pablo recibió una llamada de su jefe preguntándole como estaba la situación y éste le contestó: “Mirá Manuel, quiero mi oficina desocupada el lunes a primera hora” y le colgó, ante lo cual Manuel reflexionó filosóficamente: “Cuanta razón tenía aquel veguero Gustavo Adolfo, que escribía rimas, cuando dijo <
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