Montesquieu habló del “Espíritu de la Ley”, idea que a menudo se evoca para interpretar alguna norma en particular, buscando la esencia que la sustenta. Un concepto menos conocido, que sin embargo tiene más de doscientos años, es el de “Espíritu del pueblo”. Esa fuerza colectiva que, en el caso venezolano, desde la Independencia al día de hoy podríamos llamarlo “Bravo Pueblo” como su rasgo más distintivo, ese que genera pavor en el antichavismo. Y aunque en sus discursos en la Asamblea a menudo nombren la palabra “pueblo”, para tratar de conquistar el corazón de esa entelequia llamada “Eloísa” o “Pablo Pueblo”, son tan hipócritas que cuando nadie los ve y a veces hasta delante de las cámaras, se limpian con asco los besos del pueblo.
Aquel 13 de abril de 2002, cuando millones de venezolanos salimos a las calles a exigir la restitución del Presidente Chávez en su cargo, tras el golpe teledirigido desde los medios privados; ese Espíritu del Pueblo, que ya otras veces ha dado ejemplo de dignidad ante el mundo, se manifestó en forma de instinto de supervivencia. Demostrábamos por entonces que sin necesidad de liderazgos visibles nos dejamos conducir por ese corazón colectivo, para hacer lo que había que hacer en esa hora dramática.
La nueva batalla que desde hace un mes venimos librando, aunque en otras circunstancias, no es menos dramática: Como entonces, la vida del Presidente está en riesgo, no sabemos cuándo volveremos a verlo, y como entonces, padecemos una oposición apátrida y traidora que no descansa de conspirar y hoy llama a huelga, a paro, a la OEA y hasta claman por Diosdado Cabello, para tratar de hacerle creer al mundo (porque aquí nadie se los cree) que hay algún matiz de legalidad en su colérico antichavismo.
Aunque algunos aún piensen lo contrario, “el pueblo”, al menos en Venezuela, no es una abstracción ni una masa informe. Ese pueblo que ellos han llamado lumpen, jalabolas, foca, tarifado, mantenido, bruto y mono… eligió con plena conciencia al presidente de todos los venezolanos y está dispuesto a esperarlo el tiempo que haga falta como la novia que espera al único hombre que de verdad la ha amado.
Hemos visto en la Asamblea las intervenciones teatrales de la bancada opositora en los últimos días, frases ensayadas que pretenden parecer espontáneas, como el infeliz “¡carajo” de Julio Borges la tarde de ayer. Pura ficción. Herederos ideológicos de El Coyote, siempre terminan descalabrados; sin embargo son peligrosos, porque tienen miedo. Y debe ser terrible para ellos darse cuenta de que a lo que más le temen es a que Chávez no regrese. Darse cuenta con sus propios ojos de algo que a pesar de todas las lecciones que les ha dado este Pueblo, nunca han querido ver ni creer: Que después de Chávez el chavismo seguirá existiendo. Yo en su lugar de verdad estaría rezando para que Chávez se sane por completo: Porque si vivo es arrecho, imagínense cómo sería mártir.
Al momento de escribir este artículo miles de chavistas provenientes de todas las regiones del país, se dirigen a Caracas para dar una nueva batalla y sin duda el antichavismo ensimismado no entenderá a qué vienen si Chávez no estará. Pues sépanlo: vienen por ustedes, por Julio Borges, por Maricori, por Ledezma, por Aveledo, y también vienen por Teodoro, por Ravell, por Otero, por Globovisión y su antichavismo mórbido; pero no les tengan tanto miedo: Sólo vienen a decirles, más bien a advertirles, una vez más: ¡No pasarán! Es comprensible que tengan pánico, pero no le teman a la gente, témanle al “Espíritu del pueblo” bravo, chavista y consciente.
No olviden que es el mismo pueblo del 13 de abril que otra vez actúa desde su corazón. ¿Saben algo más? Nuestra preocupación no es que Chávez vuelva para seguir siendo Presidente. Lo que queremos es que viva, y que vuelva, para que vea con sus propios ojos que no aró en el mar.
Catherine García Bazó
Profesora UBV-Caracas
cathebaz@gmail.com