Para tiempos de grave crisis, soluciones extraordinarias, pues con bálsamos no mejora el paciente para nada. Por ejemplo, la Guerra Federal no habría existido en nuestra historia, si en 1859 conservadores y liberales no se hubiesen dejado seducir por la soberbia y la autosuficiencia. Tampoco Ezequiel Zamora habría encontrado razones para llevar adelante su expedición armada, si con antelación a la Batalla de Santa Inés se hubiese producido el Pacto de Coche de 1864. acuerdo leonino que no llego a resolver el fondo del conflicto social, pero que seguramente nos habría ahorrado cinco años de cruentos episodios.
Hasta los más inexpertos en política saben que el país está sobrecargado de gases inflamables, y que solo bastaría un chispazo para que no quede piedra sobre piedra en el territorio nacional. Es por eso que decimos que quien tenga ojos que vea, y quien tenga oídos que oiga. Y consideramos pertinente traer el tema a colación, pues faltan pocas semanas para que se celebren las elecciones parlamentarias, y sin embargo todavía no acabamos de entender que estamos montados sobre un barril de pólvora.
Siendo esta grave crisis como olla de presión a punto de estallar, cabe preguntarse: ¿Por qué no sometemos a consideración del electorado, tanto al Presidente de la Republica, como a los Gobernadores y Alcaldes, y que sea el soberano quien decida quién se queda en el desempeño de sus funciones? ¿O será que somos tan masoquistas para ir resignándonos a que nos pajeen las navidades?
Por lo ante expuesto, está más clarito que el agua de los manantiales, de que solo mediante unas elecciones generales podremos librarnos de los graves riesgos de ese descontento acumulado, y que definitivamente es producto de la falta de sindéresis en actores sectarios que se enfrascan en polarizar el debate político, como si el sol solo sale para ellos. Lo demás son cuentos de camino y conversaciones de arrieros.
