Una vida no basta para ver lo que quisiéramos. Por eso las comunidades zapatistas de México, que tienen otra lógica de vida, no esperan. Ellos no pretenden enseñar a nadie sino vivir a su modo. Si acaso mostrar, por si le sirve a otros, cómo se vive bajo las Juntas del Buen Gobierno. Experiencia local que tiene su sustentación en un modo de vida diferente al occidental y al mercado.
A veces uno oye sólo lo que quiere oír. De ahí que, con estas referencias y con el discurso del Presidente en su toma de posesión, se le ocurre a uno hacer digresiones. Un “manojo de sueños” como diría Serrat.
El Presidente habla de crear nuevos espacios federales donde la arrolladora fuerza comunal funde ciudades emergentes que evolucionen a ciudades socialistas y que como efecto-demostración busquen confederarse con sus iguales. Lo comunal sería la referencia.
Darle un poder y un territorio federal a la organización comunal sería parte de esta arrolladora fuerza que buscaría multiplicarse y expandirse. Así como el capitalismo tiene sus desarrollos desiguales, el socialismo, sociedad donde “todo es de todos”, será un espacio que demande confederarse con sus iguales. Un pequeño universo revolucionario donde nadie mande porque todos mandan. Una variedad dentro de la unidad nacional que estaría dando paso al nacimiento de una nueva organización basadas en las Asambleas de Ciudadanos. Existiría una personalidad tangible de poder popular que difícilmente pueda ser cooptada por la mentalidad burocrática-socialdemócrata que viene menguando parte de este proceso.
Las ciudades comunales serían el lugar inmediato donde se edifique, partiendo de afectos, intereses, historia e ideología, el espacio donde las comunidades emprenderán la deconstrucción del viejo orden. Territorio donde comenzarán a borrarse las distancias entre la sociedad, real y no virtual, y el viejo Estado. Autogobiernos federales que entienden que nacionalmente no se ha cambiado, de manera total, la rancia estructura de poder y avanzan hacia objetivos más radicales porque la correlación de fuerzas de quienes decidieron consensar le es favorable.
Implicaría apelar a la posibilidad creadora de nuestros pueblos que al abrírseles perspectivas crearían innovaciones que implicarían control y veto de las comunidades que a su vez irían teniendo un peso en la vida nacional. Sería una conciencia de poder expresada en estructuras muy democráticas, con logros concretos donde la comunidad palparía sus mejoras y soluciones.
Pequeños gérmenes de una nueva universalidad, con tradiciones de convivencia, valores compartidos, inéditos viables que imaginan futuros posibles. Síntesis de un conjunto de poderes populares donde el pueblo no delega, ni se ata a la legalidad burguesa pues recupera el derecho consuetudinario de los juntos. Un poder que subvierte y transgrede pues va más allá de la simple reforma. Sostenible, pues recuperan el valor del trabajo y pueden resolver por ellos mismos, en virtud de haber adquirido capacidades autogenerativas y sabidurías para mejorar las condiciones ambientales.
Estaría nuestro Presidente dándonos una clave más para el realismo utópico, donde el hacer y el inventar es la constante pues ya no hay recetas, sólo claves estables para el impulso.