Si yo fuera alcalde… ¿de Valencia?

Valencia tiene una serie de realidades históricas que la han hecho objetivamente peculiar a las otras metrópolis del país. Desde acá se pudieran mencionar muchas características que encierran a la “ciudad de las naranjas”: Población, factor económico, costumbres coloniales arraigadas y, sobre todo, mucha pobreza producto de la explotación de las élites hacia los sectores más populares. 

La “Valencia del Rey” es una de las ciudades más importantes del país, tanto por su densidad poblacional (más de 850 mil habitantes según proyecciones del Instituto Nacional de Estadísticas) como por el aparato industrial con el que cuenta. Por estas singularidades, en su haber, resalta una de las alcaldías más importantes del territorio nacional. A pesar de las grandes cantidades de financiamiento que percibe (76 millones 520 mil 196 bolívares fuertes, pertenecientes a recursos ordinarios para el año 2010, según la

Oficina Nacional de Presupuesto, Onapre) por concepto de situado y recaudación de impuestos es prácticamente imposible solucionar todos los grandes problemas heredados que posee esta urbe. Si además se le añade el fenomenal burocratismo de sus instituciones, menos se puede subvertir la herencia colonial. Dentro del ayuntamiento valenciano nunca había llegado la izquierda hasta que, en el 2008, le llegó la hora a las fuerzas progresistas.

Por fin un burgomaestre de izquierda, representado en Edgardo Parra Oquendo, asumía las riendas de una de las alcaldías más importante del país. Sin duda que este suceso se convertía en una gran oportunidad para demostrar el carácter trasformador de la revolución. De esta manera se pondría en evidencia el desastre causado, durante años, por los gobiernos de la derecha. Al final el pueblo, con su sabiduría infinita, contrastaría esa realidad. 

Comenzaba el lamento

Parra Oquendo se estrenaba con el eslogan “Socialismo Eficiente” (parecido al utilizado por Henry Falcón, cuando era chavista: “Revolución Eficiente”). Según él, había un socialismo deficiente consumado en la Unión Soviética, por ello quería diferenciarse de “todos los socialismos” (aunque en el contexto objetivo exista sólo uno) ya que siempre creyó en el “gerencialismo” como la panacea de los problemas. 

De la frase en cuestión nacería otra que constituiría una gran verdad y que aún en estos días se mantiene: “Socialismo es Eficiencia”. Aunque incongruentemente el socialismo se encuentre muy lejos de Valencia, ¿y la eficiencia? Es mejor ni recordarla; cualquiera pudiera terminar en llanto. 

Entre lemas y propagandas remuneradas en medios privados, los días pasaban. Como era de esperarse, la militancia revolucionaria reclamaba más tesón y empeño en la gestión del alcalde. Pedía, a mil voces, la trasformación de las políticas públicas burguesas en realidades revolucionarias. “¡Parra, qué pasa contigo, vale! Ponte las pilas”, se oía a lo lejos como un clamor de La Sayona.

El pueblo se equivocaba. Paños tibios, acompañados de grandes cargas burocráticas, se convertirían en el quehacer diario de una gestión de gobierno. 

“Peritas” y saltos de talanqueras

La pomarrosa es un fruto con propiedades antisépticas, antidiabéticas y antiepilépticas, nativo de Malasia, aunque se cultiva perfectamente en las zonas con climas variables. Es rico en vitaminas y carbohidratos. En Venezuela se le conoce también con la expresión coloquial de “perita” (por la similitud que guarda con la pera, sólo que es de menor tamaño). Su color superficial es “rojo rojito” –a veces suele llegar a ser vinotinto cuando está madura– mientras que a lo interno es blanco como la nieve… “Ya va, páralo allí. ¿Qué carajos tiene que ver la perita con la Alcaldía de Valencia?”, alguien pudiera preguntarse (este escribidor ya lo hizo). Sencillo: roja por fuera, blanca por dentro. 

Quien suscribe entiende que no es preciso saltar la talanquera para estar del bando contrario. Mientras un revolucionario, sin querer o queriendo, mantiene constantes rochelas con la derecha, inmediatamente pierde el respeto de su militancia. ¿Qué diferencias existen entre el gobierno de Acosta Carlez y el de Edgardo Parra? ¿Que el primero fue gobernador y el último es alcalde?

Los defensores de Parra Oquendo seguramente se preguntarán lo siguiente: “¿por qué ese tipejo que escribe este artículo no ataca al gobernador (de Carabobo) más bien?” Muy sencillo, y se puede resumir con una frase del Padre Simón. “La patria (la revolución) exige cada día nuevos sacrificios, y es necesario darle hasta el último aliento de nuestras vidas…”. Un revolucionario cuando asume un compromiso con el pueblo es para hacer la revolución, y ésta pasa por romper con todas las estructuras burguesas, a propósito de dar un giro radical en beneficio de las grandes mayorías. Mientras que un gobernante de la derecha –como el caso del plutócrata Salas Feo– siempre otorga contratos sin licitación, deposita fondos públicos en cuentas personales para decir que no tiene recursos; goza de las mieles que da el poder, crea una pequeña monarquía en la región, se revuelve entre el nepotismo y trata, por todos los medios, de boicotear la gestión del comandante Chávez.

Allí  está la diferencia entre un revolucionario y un oligarca. 

Toros, papel y tinta

Mientras Chávez expropia algunas empresas de los burgueses para ponerlas al servicio de la nación (socialización de los medios de producción, pilar fundamental para la construcción del socialismo), el nunca bien ponderado Alcalde de Valencia realiza una feria a lo Miss Venezuela. Con el eufemismo de “Feria Agroindustrial”, los toldos de cervezas Polar se distribuyen a lo largo y ancho del Parque Recreacional Sur, lugar de la llamativa “rumba”. Las corridas de toros –las mismas que prometió no hacerlas más– son realizadas para saciar el sadismo de la burguesía con la exhibición del maltrato animal a cambio de unos cuantos dólares por concepto de alquiler de la plaza. Millones de bolívares del pueblo son invertidos –sin su autorización, vale destacar– en el fortalecimiento del diario más exquisito de la oligarquía carabobeña. De este último caso –y ya para finalizar– conviene resaltar una graciosa ambigüedad: Parra paga anuncios propagandísticos en periódicos de la burguesía con la frase “lo que no publican los medios de la oposición y la oligarquía”.

Si se expusieran las irregularidades de carácter ideológico que caracterizan la gestión de Edgardo Parra, harían falta, por lo menos, varios tirajes del

Diario Vea. 

Nota: El título del artículo no pretende, en lo absoluto, iniciar una precampaña electoral a favor del autor del texto. El propósito, más bien, es hacer un llamado público a la conciencia revolucionaria del burgomaestre Edgardo Parra. ¡Ojalá aún exista un ápice de ella!

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Oswaldo López Martínez

Periodista de @CiudadVLC/ Moderador del programa #EnLaCumbre, por @RNVcentral 90.5 FM

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