Ejerciendo mi derecho a la crítica y a la autocrítica, pero fundamentalmente con el interés de una reflexión profunda, llamo a la revisión de dos áreas estratégicas que lucen, o mejor dicho, deslucen y enturbian buena parte de las estrategias políticas, sociales, económicas y hasta comunicacionales de este tan polémico proceso político, odiado por una vieja casta que perdió prebendas, defendido por los excluidos de antes que sí distinguen el peso de la balanza y aprovechado vilmente por un grupo de oportunistas franelas rojas que sólo luchan por llenar sus alforjas.
Me refiero en primera instancia al tema de la lucha contra la especulación y el acaparamiento. Es vergonzoso y deprimente observar en el estado Bolívar que no hemos avanzado nada en esa tarea. Nos entusiasmamos con la designación de Augusto Montiel como presidente del Indepabis. Dijimos, “un político con sensibilidad social, con oído en el pueblo, pondrá coto en esta área estratégica, sensible y crucial para este gobierno”. Montiel ha honrado esas expectativas en parte. Desde Caracas se han adelantado las más audaces acciones tanto en el tema de la estafa inmobiliaria como más recientemente en el caso de las aberrantes ventas programas de vehículos.
Aplaudimos las iniciativas. Se sienten las acciones. Los derechos de miles y miles de familias están siendo restituidos a través de una acción combinada con la fiscalía, no obstante, cuando palpamos la realidad cercana en una ciudad donde sigue escaseando la leche, el aceite, la mantequilla y otros rubros de la cesta básica y se ha desatado una red de economía informal especuladora con la venta de estos productos, nosotros preguntamos, ¿dónde está el nudo crítico?
¿Qué pasa en Bolívar? ¿Es que acaso no hay quien le ponga coto al mercado negro de alimentos que prolifera en nuestra ciudad? Dónde están las autoridades, dónde está Indepabis? Es una interrogante dolorosa para quienes creemos en las instituciones y más aún para quienes creemos en las políticas de justicia social de las instituciones de esta revolución.
¿Qué hace falta? Es un asunto de falta de personal, pues hagamos como dijo Simón Rodríguez…inventemos por favor. La cosa es urgente. Se trata de un asunto cotidiano que pega en el bolsillo de la gente. Pero se trata también de un asunto cotidiano de moral revolucionaria. Tenemos una deuda moral en materia de especulación en el estado Bolívar. Busquemos las estrategias, las acciones, las políticas necesarias para atender este caso cotidiano que puede convertirse en un talón de Aquiles.
El segundo de los temas que me ocupa y me preocupa tiene que ver con las interrupciones eléctricas. No es un asunto que competa directamente a la gobernación, pero la gente siente en el ejecutivo regional a su único interlocutor válido y cercano, así es que hacia esa institución van dirigidas sus esperanzas, pero también sus quejas y reclamos.
Hemos denunciando las interrupciones inicialmente como una acción sospechosa que hasta parecía tener horario. ¿Quién no corría a apagar sus aparatos electrodomésticos todos los días a la 1 de la tarde? Todos los hacíamos porque sabíamos que a esa hora comenzaba el bochinche. A estas alturas del juego el panorama es aterrador. Ya no se trata de interrupciones de minutos, o escalonadas, ahora el asunto puede ser cosa de todos los días y de todo horario. Sálvese quien pueda. Pobrecita mi ciudad que tiene que debatirse entre gestiones locales pésimas, gerencias maulas y debe cargar además con la vergonzosa precariedad de sus servicios públicos.
Se anuncian inversiones para la ciudad. Enhorabuena, celebramos esas iniciativas por ser generadoras de empleos en primera instancia y luego por ser factores determinantes para un desarrollo económico y social porvenir, pero nos preguntamos qué estamos haciendo a favor de ese desarrollo los ciudadanos, los gobernantes, las instituciones, los estudiantes y todo el conglomerado humano que conforma esta ciudad. ¿Qué hace la vieja Elebol que se niega a morir en el pellejo de Corpoelec a favor del desarrollo industrial, económico y social de Ciudad Bolívar?
Elebol debe trascender, debe dejar atrás viejas costumbres y viejas prácticas. Sabemos que, sin lugar a dudas aquella empresa eléctrica que funcionó por décadas como caja chica de un resquebrajado sector político de derecha, hoy día ha avanzado, no obstante, aún hay mucho camino por delante y a veces sentimos que no se apura el paso. La vieja Elebol y los vicios que se enquistaron en ella, se niegan a morir mientras nosotros le pedimos a la empresa, a sus trabajadores, a sus técnicos y responsables que se pongan a la altura de la historia. Corpoelec debe velar porque así sea, pero nosotros también debemos hacerlo. Es impostergable.
De la basura nos ocuparemos después. Un tema álgido donde durante más de 12 años no ha habido alcalde ni rojo ni blanco que haya dado pie con bola.
Si el hombre fuera constante sería perfecto. Busquemos la perfección. “Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado. Un esfuerzo total es una victoria completa”, decía Mahatma Gandhi. Una verdad bien dicha.
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