Recordando al estado Mérida

¿Cuál cultura?

 

Leí en estos días un artículo en el diario Vea sobre la gerencia cultural (La gerencia cultural necesaria, 16 de abril). El artículo me transporta a Mérida, cuando estábamos construyendo la asamblea de ciudadanos. Una de las tantas luchas invisibles que construye el crisol de esta revolución: hay algunas luchas que son precursoras, no todo es proceso en el entorno.  

 

Al caso: Hace una propuesta de gerencia cultural Fidel Gómez, autor del artículo emplazando un cambio en la gerencia cultural que permita la inclusión de nuevos artistas, nuevas caras, capacidad previa, para que se aboquen al cambio que requieren estos tiempos para la instancia cultural del país. No descubre el agua salada, pero estoy de acuerdo en cuanto a su esencia, aunque inocente, visto desde las actuales esferas del poder, como del lado que conoce ese engranaje.

 

Hay algo que aprendí en las discusiones de aquellos días. Entonces sabíamos que tarde o temprano se suscitaría el choque inevitable proceso-cultura porque la cultura tal y como lo es su representación hoy día, es un montón de agua que se escurre entre los dedos, del que solo sabemos que nos moja a todos, sin saber cómo, pero que no es un ministerio "encajonable" ciertamente, por lo que debería ser una instancia con otro tipo de control, que, de existir una representación de la cultura institucionalmente hablando, sería más bien una de administración y distribución del qualitas energético humano que desea el ejecutivo para el fomento del hombre nuevo, sea a través de tal o cual ministerio, oficina, misión, etc. Pues el qualitas, es decir el Desarrollo esencial del hombre, es el meollo que hay que apurar para garantizar el éxito de este proceso. No sé por qué creo que todo ese emplazamiento del presidente a humanizarnos, decantará en esta conclusión: rehacer el aparato cultural que sea una herramienta que asegure el traslado del bien humano al beneficiario; que despierte su autoestima, sus talentos. Que la creatividad sea pauta en todas las instancias ejecutivas.

 

Por ejemplo: un proceso con pretensiones revolucionarias, a través de la herramienta (revolucionaria) de la cultura no permitiría un desarrollo urbano sin que cada propietario tenga una obra de arte en su nuevo domicilio. El costo de la obra estaría dentro del costo a cubrir por el usuario de ese hogar o subsidiado. Asimismo, ese conjunto urbano debería poseer un ateneo entre sus prioridades a construir, tal cual la clínica, el centro comercial, la escuela, etc. Un ateneo es un servicio prioritario para el fomento de la creatividad. Antes de habitar su propiedad, los usuarios tendrían talleres que eleven su convivencia. Conocer los médicos, los nuevos docentes, los ateneístas, entrenadores, la tierra donde habitan, sus bondades, debilidades, las propuestas de paisajismo para su entorno. Conexiones. Es decir, es toda una plataforma cultural que no puede desarrollarse por sí sola, sino acompañada y facultada por los demás ministerios para que el usuario perciba la integralidad de los demás entes engranados a través de la cultura.

 

Esto suena risible en las actuales circunstancias. Pero si la interacción e integralidad no funcionan, suena también risible la calidad endógena que se anhela percibir del conjunto del proceso revolucionario. Hace falta en conclusión, convocar una CONSTITUYENTE CULTURAL, donde el fenómeno cultural se estudie desglosado desde la raigambre que enciende el todo social, transformar a la Cultura como la plataforma principal de esta revolución. El paisajismo urbano (esto es una brizna de ejemplo) dejaría de ser un arte desencajado, la cultura sería el enlace para el cultivo de esa nueva estructura de vecinos, para concluir con el ejemplo.    

 

La cultura dejaría de ser mampara inauditable, vitrina y bodeguita de consagrados, hienas, inocentes u ovejas para crear desde allí la Revolución Endógena sin alardes de ironía, no esto que tenemos de lo que ya se vaticina su fracaso… cuidado si no del proceso mismo, ya que la cultura es la que debe ser el punto de conexión, el servidor cyber, el hígado de este hermoso nuevo proyecto. Pareciera que el ministro de cultura, antes que ser presidente, fuera el propio presidente Chávez.

 

Puro sueño hasta ahora si la cultura no se empalma, no se conecta a la acción ejecutiva. Los graduandos de Robinson 1 no habrían recibido el estuche de libros, con todos los adjetivos que favorezcan y gratitudes a quien los haya aportado, pero qué de regalos más descuadrados e inapropiados para la realidad que soportan quienes los recibían, qué ocasión tan preciosa se hubiese ganado si los graduandos recibieran textos con imágenes sobre higiene, alimentación, farmacología doméstica, sistematización de su vida doméstica, administración simple, geografía, de solidaridad, consejos de autoestima, jardinería, siembras, como textos de relatos literarios nacionales, extranjeros (Pocaterra, A. Nazoa, Saint Exupery, etc.) relatos de historia patria, de fácil lectura, acaso un diccionario también, blocks para escribir, algo que jamás cubriría el grosor de lo que regalaron en esas promociones, esos estuches solo han servido para adornar ávidos anaqueles de estrato superior a los robinsonianos. Suena cruel. Díganme uno que haya leído el Bolívar de Liévano Aguirre. Suena además excluyente. ¿Qué se preguntaron cuando se decidieron por esos textos? Creo que estaban más pendientes del fogonazo del flash de la promoción. ¿Y qué es aprender a leer y escribir? El primer peldaño de la cultura sistematizada.

 

Hay que hacer cultura integral. Esto es tan claro, que casi TODOS los frutos conseguidos por este proceso, son cosechas culturales, pero provenientes de un personaje: el presidente, y claro, el imperio lo sabe, desaparece el presidente, desaparece la cabeza de la razón primordial de este proceso. No existe una plataforma que soporte el sismo, la plataforma es el presidente. Es de una emergencia extrema llevar la cultura a una ASAMBLEA CONSTITUYENTE que arme la estructura articulada que revolucione el proceso, sin miedo. O es revolucionaria, o esto es una opereta de aprovechados con dos víctimas: El Presidente. Y el pueblo



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Arnulfo Poyer Márquez


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