Hoy en esta nueva entrega, por necesidad sentida, inherente a nuestra profesión de periodista, nos vemos en la obligación de hacer un comentario en torno a este sonado caso, que se ha hecho viral en las redes sociales.
Ciertamente a esta adolescente, que encarnó de manera personal una conducta indebida, reprochable desde todo punto de vista y que desdice mucho de su formación, le sale, quizás, que la sancionen, o al menos la reprendan de manera ejemplarizante, por cuánto burlarse del dolor ajeno, sobre todo cuando muere una madre, sin lugar a dudas estamos ante un hecho reprochable, e inhumano, en cualquier sociedad.
Desconocemos en tal sentido, si realmente está jovencita, por demás atrevida, malcriada y vengativa, de verdad violó o no la Ley contra el odio, pero en fin, será la autoridad del tribunal que tendrá a bien conocer la causa, determinar si ciertamente incurrió en este delito, y por ello tendrá que ser sancionada o pagar cárcel.
Indistintamente de todo esto, hasta donde tenemos entendido, nuestras leyes prohíben mencionar en los Medios de Comunicación Social, llámese prensa escrita, radio o TV, y ahora en las Redes Sociales, a los menores que hayan incurrido en hechos delictivos o que hayan violado la ley.
Eso se puede hacer solo con las personas mayores de edad, una vez que hayan sido condenadas por un Tribunal de la República, con sentencia firme.
Asombrosamente hemos visto que la imagen (foto) de la jovencita infractora ha sido publicada hasta el cansancio por las redes sociales, pero al mismo tiempo dan a conocer, lo cual aumenta la gravedad del caso, su nombre completo.
Sin duda, estamos ante un hecho ilegal, e incluso, en presencia de un delito, fácil de comprobar.
Hemos visto también, videos en dónde aparece la joven y su madre detenidas dentro de la sede de un cuerpo policial, sin que se tomarán estrictamente las medidas para evitar que eso ocurriera.
Repito, aún cuando la menor incurrió en un grave error, y pudo haber cometido un delito, eso no le da derecho a nadie, escúchese bien, de exponerla alegremente al escarnio público, como está ocurriendo.
Sería muy, pero muy lamentable, que ante este hecho se pudiera desatar, y Dios no lo permita, una situación indeseable, en perjuicio de esta joven, que de hecho requiere orientación especializada.
Preguntamos: ¿Como le quedaría la conciencia a todos aquellos, incluyendo a muchos periodistas que extrañamente han incurrido en ese grave error, en un claro delito, que también pudieran ser penalizados?.
Al parecer, se desestima, se olvida, que la infractora, y nótese que en ningún momento la hemos identificado por su nombre y apellido, es una menor desorientada que requiere mejor formación y orientación.
Notamos, si, que los 'opinadores' de oficio se quieren constituir, en este caso, como verdaderos jueces y desean aplicar aquello que: "del árbol caído, todo el mundo quiere hacer leña", lo cual es reprochable y de hecho no compartimos.
Una abogada, tras ser consultada sobre este caso, que de hecho ya es viral, estima que a esa niña hay que dejarla en libertad, por cuanto en ningún momento incita de manera directa a nadie a promover el odio.
Reconoce si que está chica está carente de valores, que no es una "palomita", que merece un escarmiento, que pueda servir de ejemplo, al mismo tiempo, a otros jóvenes, y desde luego a sus padres o representantes.
Cómo periodista lamentamos si que otros colegas, y otros que no lo son, hayan incurrido en el grave error de haber publicado el nombre y la imagen de la adolescente, a pesar que eso está tipificado como un delito.
Lo que está claro es que esa menor ha sido expuesta, ante todo el país y más allá de nuestras fronteras, al escarnio público de manera deliberada, como queriendo hacer justicia por nuestras propias manos, lo cual pudiera afectar, más aún, la salud mental de la joven, que hoy nos ocupa, e incluso la de sus familiares.
Estimamos finalmente que esto pasa, y seguirá pasando, cuando le hemos permitido alegremente el uso de teléfonos celulares a nuestros hijos, siendo aún menores, de manera libre y sin supervisión.
Dice un dicho: "Pongamos las barbas en remojo, cuando veamos la de nuestro vecino arder".