Estuve unos veinte días entre diciembre y enero en mi tierra paraguanera, alejado un poco del bullicio, pero pendiente de la prensa local; de allí que un buen día me tropecé con una entrevista al nuevo Presidente del Consejo Legislativo del estado Falcón, Jorge Luis Chirinos.
En esta entrevista me enteré de la posición de Chirinos respecto al nombre que lleva nuestro estado, y supe que en alguna oportunidad este dirigente del PSUV propuso quitarnos de encima semejante epónimo.
Al leer la entrevista me sentí acompañado, ya que desde hace tiempo me he planteado esa posibilidad, sólo que en Margarita la hemos hecho respecto al nombre de Nueva Esparta, acompañados por otro amigo, también vinculado a la literatura, y aupados por el poeta mayor Gustavo Pereira, y no hemos encontrado eco.
Recién he leído en Aporrea un artículo de Carlos Gutiérrez, estudiante de Estudios Jurídicos en la UBV, y me sentí menos solos; es más, a punto de convencerme que no es capricho de escritor, ni ultrismo pequeño-burgués, nin fundamentalismo patriótico, ni nada parecido.
En su artículo Gutiérrez escribe respecto a este bendito epónimo: “por mucho tiempo no hacemos llamar FALCONIANOS, pero nunca nos enseñaron a conocer al “verdadero” General Juan Crisóstomo Falcón, jamás no explicaron de las traiciones del General Falcón, tampoco nos consultaron en ponerle a nuestro Estado el nombre de Falcón y en la educación apartaron los libros donde quedaron cincelados los legados del General EZEQUIEL ZAMORA”.
De inmediato se me vino a la cabeza que en Venezuela ningún estado lleva un epónimo de mujer. Una injusticia que puede reparar en algo si se toma una justa decisión para rendirle homenaje a una hembra embraguetada como Josefa Camejo, que sí luchó por la libertad, pero que además lo hizo poniéndose por encima de los prejuicios machistas de la época.
Nosotros, en un país que vive dentro de un proceso de cambios, que ha venido colocando los hechos históricos en su verdadero lugar, no podemos seguir cargando con una decisión tomada en 1872 precisamente por el cómplice de Juan Crisóstomo Falcón en la traición al revolucionario Ezequiel Zamora, Antonio Guzmán Blanco.
Como este es un proceso que se alimenta mucho de lo que dice el Presidente Chávez, voy a citar lo dicho por el comandante el 20 de febrero del año pasado, con motivo de conmemorarse los cien años del inicio de la Guerra Federal.
En ese discurso Chávez señaló que la Guerra Federal fue una revolución de los pobres y “También fue una revolución que por primera vez en Venezuela levantó las banderas del socialismo”; no es porque el líder de este proceso de cambios lo dijo, sino porque realmente fue así.
Indicó Chávez que aquella revuelta popular llegó a su fin tras la traición de los dos angelitos involucrados en el nombre del estado Falcón: Antonio Guzmán Blanco, el autor del epónimo, y Juan Crisóstomo Falcón, homenajeado por el mismo.
Es decir, el nombre de Falcón se lo debemos a dos traidores, a dos tipos que timaron al país, que estafaron a los sectores desposeídos, que traicionaron a los pobres para encumbrarse en el poder.
No olvidemos que los nombres de Juan Crisóstomo Falcón y Antonio Guzmán Blanco, están vinculados al del sargento G. Morón espaldero del primero, en la muerte de Zamora.
Bueno para reforzar nuestra memoria es la película “Zamora” de Román Chalbaud, con guión de Luis Britto García.
León Trotsky, revolucionario ruso de quien tenemos que aprender mucho, dijo en una oportunidad: “La revolución acaba con la mentira social. La revolución es la verdad. Comienza llamando a las cosas por su nombre”. Vaya, entonces habrá que sacudirnos de este epónimo que nos legaron unos traidores.
Ojalá el amigo Henry Baldayo, viejo compañero en las luchas estudiantiles, o la Chiche Manaure, tomen la idea y se la lleven a la Asamblea Nacional.
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