Guerra declarada no oficializada

Ni hay que abrigar dudas. La élite estadounidense y sus lacayos criollos nos tienen declarada la guerra, por la sencilla razón de que el proyecto bolivariano liderado por el presidente Hugo Chávez Frías encarna una visión del mundo, de la vida y de la sociedad absolutamente contrapuesta con lo que significa y pretende el sistema capitalista del cual la cúpula estadounidense es la máxima expresión.

Mientras el bolivarianismo, resignificado también como socialismo del siglo XXI, expresa la esperanza de redención del pueblo venezolano y, por extensión, de todos los pueblos nuestroamericanos y oprimidos del mundo, el capitalismo bien sea en su versión tradicional o convencional o en su patibularia versión neoliberal representa el afán desmedido por la acumulación de riquezas a costa de la opresión y la creciente explotación de las grandes mayorías sociales y, peor aún, por el detrimento de la existencia de la vida misma en el planeta tierra o en la PACHAMAMA como les gusta llamarla a los hermanos bolivianos.

Esta decisión de truncar el proceso revolucionario fue tomada por la cúpula imperial desde el mismo momento en que se avizoró el triunfo del comandante Chávez en las elecciones de 1998. Nadie mejor que los más conspicuos representantes imperiales para detectar desde sus orígenes la orientación y el compromiso militantemente subversivo que implicaba la ascensión de Chávez a la Primera Magistratura de un país estratégicamente tan importante como Venezuela en virtud de su ubicación geopolítica y de los grandes recursos energéticos.

Estrategia contrarrevolucionaria

La élite imperial concibió una estrategia contrarrevolucionaria que apuntaba centralmente al truncamiento del proyecto bolivariano y que implicaba el despliegue de múltiples líneas de acción manifestadas en lo político, diplomático, económico, militar, mediático, etc., destinadas, en una primera fase, a la desestabilización, debilitamiento y deterioro del proyecto chavista para luego, en una segunda fase, profundizando las acciones, proceder a su derrocamiento teniendo como palanca detonadora la acción militar.

Hay todo un haz de evidencias para ilustrar este enfoque: desde el ofrecimiento de los ochocientos (800) marines a ser colocados en el Puerto de la Guaira teniendo como excusa la solidaridad ante la tragedia del deslave en Vargas, en diciembre de 1999, pasando por la agresión sistemática de la canalla mediática tanto a nivel local como internacional, el propósito de aislarnos, como país, en los ámbitos diplomáticos, la presión económica ejercida tanto en los organismos financieros internacionales como las acciones desarrolladas por las organizaciones empresariales al interior del país, la práctica claramente deslegitimadora de las organizaciones políticas y de la llamada sociedad civil, jerarquía eclesiástica incluida, llamando a desconocer a la Constitución, a las leyes habilitantes y al gobierno legítimamente constituido, el golpe de abril de 2002, el alzamiento mediático-militar de Plaza Altamira, el paro petrolero- empresarial del 2002-2003, el rechazo al dialogo nacional propuesto por el gobierno nacional, las guarimbas, el llamado a la no participación en las elecciones parlamentarias del 2005, el llamado al desconocimiento del pago de las obligaciones tributarias, las incesantes e inclementes campañas mediáticas distorsionadoras de la realidad de las empresas privadas de la comunicación, la directa intromisión de la embajada estadounidense en la vida política del país, la negación a honrar los contratos militares suscritos con nuestro país por los gobiernos estadounidenses con la manifiesta intencionalidad de impedir el funcionamiento de los aviones militares, la preparación de planes Magnicidas, la importación del paramilitarismo y el sicariato colombiano como elemento detonador del caos, la inseguridad y el estimulo a la ingobernabilidad, las viles campañas destinadas a relacionar al gobierno bolivariano con el narcotráfico y elementos del terrorismo internacional, etc., y, como estas, muchos otras evidencias que constituyen todo un cúmulo de sustentación de la estrategia contrarrevolucionaria en contra de nuestro país.

Error iniciático: subestimaron a Chávez y al pueblo bolivariano

Pero el imperialismo y sus lacayos cometieron un error iniciático, grave para el logro de sus designios: subestimar a Chávez y desconocer olímpicamente la toma de conciencia político-ideológica del bravo pueblo venezolano. A pesar de su tecnología, basta experiencia desestabilizadora –probada en muchos países de nuestro continente y del mundo entero- y de los ingentes recursos de los que dispone no atinaron a calibrar la calidad y profundidad del salto histórico revolucionario que se estaba desarrollando y está en pleno desarrollo en la patria de Simón Bolívar cuyos ideales redentores, libertarios, integracionistas y éticos sirven de guía promisoria.

Esta sola relación de hechos, planes y circunstancias relievan la intromisión estadounidense en nuestro país; nada de esto o casi ninguna de estas innobles y descaradas iniciativas podrían haberse realizado sin el apoyo, conseja y participación directa y determinante de las distintas agencias internacionales adscritas al gobierno estadounidense. Estado que así actúa es porque le tiene declarada la guerra al Estado objeto de tales injerencias; la interpretación mas elemental del derecho internacional así lo determina Es una guerra declarada, sistemática, informal, aunque no oficializada.

Guerra declarada no oficializada que se hace cada vez más visible en la medida en que se consolida el proyecto bolivariano, se profundiza su orientación socialista y la inclinación integracionista y se le propinan, en consecuencia, más derrotas políticas ideológicas a las fuerzas regresivas contrarrevolucionarias en los espacios en los que se escenifica la confrontación.

Desesperación del imperio

La desesperación del imperio se hace cada vez más manifiesta, tornándose menos sutil su accionar, asumiendo la variable militar un papel más preponderante en el diseño estratégico en ejecución.

En este sentido es pertinente resaltar los siguientes hechos:

La reactivación de la IV Flota (octubre del 2008) (destinada para operar en el Atlántico Sur y que estuvo inoperativa durante 52 años).

La instalación de 7 nuevas bases militares en Colombia que sumadas a las ya existentes en ese país, a las ya instaladas en Aruba y Curazao, Panamá y Perú y otra prevista para ser construida, posiblemente, en la Guayana Francesa implica, ni más ni menos, montar un cerco estratégico en torno a Venezuela.

El desembarco de 20000 marines en Haití (desde Enero de 2010) con la excusa de prestar asistencia ¿militar? con motivo de la emergencia declarada a raíz del terremoto ocurrido en ese sufrido país hermano.

La atención inusitada que altos funcionarios políticos y militares estadounidenses han comenzado a brindarle a la región suramericana.

El golpe de Estado en Honduras ( Julio 2009) destinado a contener, de alguna manera, el avance del sentimiento bolivariano en Centroamérica y a debilitar la Alianza Bolivariana de las Américas (ALBA)

El ambiente belicista que han auspiciado en Colombia apoyando la política antivenezolana, militarista e injerencista que promueve la oligarquía mafiosa narcoparamilitar que hasta ahora dirige al vecino país.

A todo esto hay que agregar el arreciamiento de la campaña desatada por todo su dispositivo mediático internacional tendente a presentar al gobierno bolivariano como vinculado al narcotráfico y al terrorismo internacional (o a lo que ellos califican como tal ) con el propósito de ir levantándole un expediente al Estado venezolano que permita catalogarlo como Estado forajido y sensibilizar a la opinión pública mundial para cualquier acción sancionatoria, tal cual, como previamente procedieron con Irak al que acusaron de poseer armas químicas de destrucción masiva y que hasta la fecha no han aparecido al cabo de 7 años de invasión.

Estrategia bolivariana

Este conjunto de factores que hemos relacionado pone en evidencia la estrategia imperial diseñada para enfrentar a la revolución venezolana. La guerra declarada no oficializada la están activando permanentemente. El imperialismo no descansa en su afán de destruir el proyecto de cambio bolivariano, cuya consolidación significaría un mayor debilitamiento para un imperio agónico que se resiste a peder la hegemonía que ejerció sobre el mundo durante el siglo XX y que ahora siente que, a pesar de su inmenso poderío, se resquebraja significativamente. Perder la influencia que históricamente ha tenido en América Latina, su tradicional patio trasero, sería el mas contundente indicador del proceso de extinción en que se encuentra como imperio.

Nuestro pueblo junto al gobierno bolivariano debe prepararse para los duros momentos que se avecinan. A la estrategia de guerra imperialista debemos responder con la estrategia bolivariana de guerra de todo el pueblo. Otros pueblos la han desarrollado y salieron airosos de ese compromiso con la historia. Allí esta el Vietnam heroico y victorioso celebrando, en este mes de abril, los 35 años del triunfo de su guerra de independencia del imperialismo estadounidense. Allí esta la Cuba digna y heroica que ha sabido resistir durante 51 años los embates imperiales.

Y a qui estamos, los venezolanos bolivarianos, al lado de los pueblos hermanos nuestroamericanos celebrando el bicentenario de nuestras independencias, dispuestos a defender con mucho coraje y dignidad la soberanía que hemos reconquistado en estos 12 años de desarrollo del proyecto bolivariano y de construcción del socialismo del siglo XXI.

¡Ante la guerra declarada no oficializada impulsada por el imperialismo hay que responder con la guerra de todo el pueblo!

¡Ante la guerra mediática imperial hay que responder con la guerra popular comunicacional!

¡Reforcemos la Milicia Bolivariana!

miguelugas@gmail.com


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Miguel Ugas

Miembro de la coordinación nacional del MoMAC

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