Si bien la lluvia ácida se forma cuando la humedad del aire se combina con los óxidos de nitrógeno y el dióxido de azufre, también en los ambientes fogosos de la política internacional, sobre todo en los densos bosques de la diplomacia, pueden darse este tipo de lluvias, tal como está ocurriendo con Estados Unidos, considerado como un sistema político corrupto, malvado y terrorista que tarde o temprano tiene que desaparecer de la faz de la tierra.
Precisamente, este odioso y poderoso imperio del mal no puede evitar la lluvia ácida que caen de las nubes de WikiLeaks, que ya comienzan a golpear los techos de acero y develar la verdadera fachada de la democracia norteamericana, de su Estado, sus instituciones, sus gobiernos y sus lideres, que simulando ser buenos demócratas quieren adueñarse del mundo para acabar con la libertad y aniquilar al resto de la humanidad. Tal como lo ha señalado recientemente Noam Chomsky, los líderes de ese país sienten un profundo odio y desprecio por la democracia y por los pueblos del mundo, porque ellos se creen superiores al resto de las personas y los pueblos.
Y esa lluvia ácida debe arreciar para que las aguas rueden libremente por los canales y las estructuras de ese imperio corrupto y terrorista se vayan corroyendo hasta que finalmente caiga derretido. Lo que quede de esa chatarra de Estado no debe usarse nuevamente, sino que debe enterrarse para comenzar a levantar estructuras nuevas con un material más revolucionario y anticorrosivo.
Según los sistemas de medición y en voces de los meteorólogos políticos, son más de doscientos cincuenta mil documentos, equivalentes en letras a millones de palabras que han formado un verdadero tsunami, que ojalá acabe con el orgullo de los líderes del imperio norteamericano. Tal vez, esa lluvia ácida que cae sobre los techos de acero del Pentágono y la Casa Blanca, sirva realmente para salvar al pueblo estadounidense de las nefastas decisiones que se toman en esas estructuras cerradas, donde se planifican atentados, invasiones, guerras, muerte de las democracias revolucionarias y el sometimiento de muchos pueblos del mundo. Como vemos, la democracia de Estados Unidos es una farsa, que no debe servir como modelo para ningún país.
Ahora que se han abierto las compuertas del embalse de Wikileaks, se deben tomar las previsiones para no dejar cerrar el grifo de informaciones, pues aunque se trate de agua de lluvia ácida, al menos sirve para quitar la pintura de la fachada y mostrar tal cual es el rostro de la democracia y el Estado norteamericano. Allí se conspira contra todo, hasta con el plasma de la vida y son una elite dispuesta a matar a media humanidad con tal de mantener y conseguir sus propósitos.
Más arriba, cuando me refería “a sus gobiernos” es porque se trata de una práctica política de este y de todos los gobiernos de la historia política de ese país, que ha quedado descubierta con los documentos develados por Wikileaks. Vemos claramente que no se trata ni siquiera de ideologías, sino de supervivencia; es decir, matar al mundo para garantizarse ellos su supervivencia. Desde este espacio decimos: ¡Que viva la humanidad y muera el imperio! Amen.
(*)Politólogo
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