El 2 febrero de este año, el presidente Nicolás Maduro hizo un llamado a la unidad e invitó a los criticones de oficio a ponerse en sus zapatos.
El Presidente pedía conciencia y afirmaba: "la burguesía no respeta victorias democráticas del pueblo; no tiene proyecto democrático para esta Patria, su proyecto es golpista".
Apenas 10 días después –12 de febrero–, el fascismo lanzaba una ofensiva golpista –sanguinaria– en algunas regiones del país, que denominó "la salida", que combinaba focos de violencia paramilitar –terrorista– y la guerra económica.
Derrotada la táctica terrorista, paramilitar; el fascismo importador, "empresarial", financiero y factores transnacionales (alimentos, laboratorios, medicinas, higiene, repuestos, líneas aéreas, etc.) lejos de replegarse, radicalizó su guerra silenciosa con miras a las elecciones parlamentarias de diciembre de 2015.
Con esta guerra económica la oligarquía escribe la página más sanguinaria e ignominiosa de la historia de Venezuela. ¡No hay parangón!
El imperialismo conoce muy bien nuestra debilidad histórica (economía rentista petrolera) que ha creado un tejido económico dependiente del dólar y cuyo factor humano –en su gran mayoría– lacayo, sin decoro, responde a sus intereses.
Si bien el ataque táctico se expresa en una guerra económica prolongada (desaliento, modificación de percepción y reforzar patrones de consumo) en lo estratégico responde a la guerra psicológica: impactar la conciencia, neutralizar, destruir la base social de apoyo del presidente Nicolás Maduro.
Es una lucha por la supervivencia de la Revolución en la que las decisiones y acciones del Gobierno deben tomar en cuenta: la información, lo simbólico, el reflejo condicionado, la conciencia y la unidad.
¡El socialismo se gana o se pierde en la cabeza de los pueblos!