El 5 de agosto de 1829, el Padre Libertador, Simón Bolívar, profetizaba en carta dirigida a Patricio Campbell, mirando el futuro: «…los Estados Unidos que parecen destinados a plagar la América de miserias a nombre de la libertad» (5 de agosto de 1829). 173 o más años después, la República Bolivariana de Venezuela ha podido constatar, con la experiencia vivida a los largo de estos últimos veinte años que, en nombre del Pueblo el imperialismo de EEUU y sus agentes en territorio venezolano, han ejecutado golpes de Estado; intentos de invasión paramilitar desde Colombia; han asesinado venezolanos y venezolanas, incluidos niños y niñas; han ejecutado actos terroristas; solicitado medidas coercitivas unilaterales y/o sanciones criminales (más de 500); robado importantes activos de la República en los EEUU (CITGO); secuestrados recursos en la banca internacional (más de 5 mil millones de dólares); bloqueo marítimo y persecución imperialista; magnicidios frustrados contra altos cargos de la República, incluido el Presidente; han destruido la moneda nacional, sueldos y salarios de las y los trabajadores con la guerra económica; en fin, en nombre del Pueblo han intentado destruir al Pueblo mismo. Ello, obligó al Máximo Tribunal de la República a definir el significado del vocablo Pueblo, y es así que mediante Sentencia de la Sala Constitucional del T.S.J. para impedirles a los agentes del imperialismo de EEUU, en territorio nacional, valga decir, a la oposición supuesta venezolana, seguir justificando sus crímenes: «en nombre del pueblo venezolano». La Sala Constitucional del T.S.J., delineó el alcance del artículo 350 Constitucional, definiendo al vocablo Pueblo, como sigue: «El pueblo venezolano, entendido éste como el conjunto de personas que habitan en el país, o en una región o lugar del mismo, inmersos dentro de una cultura, lenguaje y costumbres comunes, y donde la mayoría goza de una misma nacionalidad». En la antigua Grecia, el pueblo era aquel que ostentaba el poder en una ciudad-estado, se integraba principalmente de las familias aristocráticas. En cuanto a Roma, el pueblo estaba constituido por personas de relevancia social, una oligarquía. En la Edad Media, el pueblo se identificaba con los campesinos. Finalmente, en la edad contemporánea, en la República Bolivariana de Venezuela el Pueblo se torna en protagonista de la organización política, tal como lo manda la Constitución Bolivariana de 1999: «La soberanía reside intransferiblemente en el pueblo, quien la ejerce directamente en la forma prevista en esta Constitución y en la ley, e indirectamente, mediante el sufragio, por los órganos que ejercen el Poder Público». En oposición a Venezuela; los EEUU, país autoproclamado como paladín de la democracia en el planeta, lo público o lo que es del Pueblo, ha desaparecido por completo, siendo sustituido por lo privado o lo que es de los particulares. Hasta el gobierno, proclamado por Abraham Lincoln como: «El gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo», en su proclama del 19 de noviembre de 1863, ha sido privatizado y ahora, lo que era del pueblo le pertenece a una élite de familias, todas millonarias y dueñas de grandes empresas que conforman el llamado Poder Profundo: «El "gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo" ha muerto. En su lugar, tenemos un gobierno en la sombra, una burocracia corporativa, militarizada y bien establecida que funciona a pleno gas y compuesta por funcionarios no electos que son quienes, en esencia, dirigen el país y toman las decisiones en Washington DC, sin importar quién se siente en la Casa Blanca. Evidentemente, cuando hablo de "gobierno" no me estoy refiriendo a las burocracias de los partidos demócrata y republicano. Me estoy refiriendo a un "Gobierno", con G mayúscula, al estado profundo, que no se ve afectado por las elecciones (…) Esto es, fascismo en su forma más encubierta, escondido detrás de los organismos públicos y las empresas privadas para llevar a cabo sus actos sucios. Es un matrimonio entre burócratas del gobierno y peces gordos corporativos» (John W. Whitehead, presidente del Instituto Rutherford y autor de Battlefield America: The War On The American People. Publicado en julio 31, 2018).
El Presidente Constitucional de la República Bolivariana, Democrática y Participativa de Venezuela, el hermano Nicolás Maduro Moros, en días pasados convocaba al pueblo venezolano –su pueblo- en los términos siguientes: «La riqueza más preciada de la Patria es nuestra cultura. Debemos preservarla, llevarla profundamente en el corazón y mostrarla con orgullo. (…) ¡Sintámonos orgullosos de la cultura venezolana!». El Padre Libertador, Simón Bolívar, refiriéndose a nuestra identidad como pueblo, decía en su contestación a un caballero de la isla Kingston o Carta de Jamaica (1815): «Nosotros somos un pequeño género humano; poseemos un mundo aparte, (…) no somos indios ni europeos, sino una especie media entre los legítimos propietarios del país y los usurpadores españoles…». Nuestra cultura, es el resultado del sincretismo inicial y principalmente de tres ramas culturales distintas: la española, la indígena americana y la africana. Nuestra cultura y la religión que le acompaña, constituyen un constructo que define nuestra sociedad como lo definía el Padre Libertador, Simón Bolívar: «un pequeño género humano», ampliado por las migraciones que llegaron a nuestro país con la modernidad desde Oriente Medio, la misma Europa y otras regiones del planeta. «Solamente por el tiempo loco, por los locos sacerdotes, fue que entró a nosotros la tristeza, que entró a nosotros el "Cristianismo". Porque los "muy cristianos" llegaron aquí con el verdadero Dios; pero ese fue el principio de la miseria nuestra, el principio del tributo, el principio de la "limosna", la causa de que saliera la discordia oculta, el principio de las peleas con armas de fuego, el principio de los atropellos, el principio de los despojos de todo, el principio de la esclavitud por las deudas, el principio de las deudas pegadas a las espaldas, el principio de la continua reyerta, el principio del padecimiento» (Chillam Balam de Chumayel, edición de Miguel Rivera, Crónicas de América 20, Madrid 1986, p. 68). De una sociedad, caracterizada por la más amplia tolerancia religiosa; hoy, somos testigos del surgimiento de una corriente neofascista, minoritaria por demás, intolerante por demás, que cuestiona las creencias ancestrales de nuestros pueblos aborígenes que, como parte del pueblo venezolano, reivindican su derecho consagrado en la Constitución Bolivariana de 1999, a manifestar –libremente- su culto a la Diosa María Lionza, reina caquetía, con facultades de médium, que se refugió en la montaña de Sorte como oráculo. Y Luchó contra los conquistadores españoles, en defensa de la raza indígena. Eduardo Galeano, reflexiona sobre los riesgos que se ciernen sobre nuestra identidad cultural: «Para despojar a los indios de su libertad y de sus bienes, se despoja a los indios de sus símbolos de identidad. Se les prohíbe cantar y danzar y soñar a sus dioses, aunque ellos habían sido por sus dioses cantados y danzados y soñados en el lejano día de la Creación. Desde los frailes y funcionarios del reino colonial, hasta los misioneros de las sectas norteamericanas que hoy proliferan en América Latina, se crucifica a los indios en nombre de Cristo: para salvarlos del infierno, hay que evangelizar a los paganos idólatras. Se usa al Dios de los cristianos como coartada para el saqueo. El arzobispo Desmond Tutu se refiere al África, pero también vale para América: -Vinieron. Ellos tenían la Biblia y nosotros teníamos la tierra. Y nos dijeron: "Cierren los ojos y recen"» (Eduardo Galeano, Ser como ellos y otros artículos, Siglo Veintiuno Editores, México, 1992).
Desde 2004 hasta 2022, valga decir, por 18 años consecutivos, las autoridades de la UCV, privaron a las y los creyentes en la Diosa indígena, poder ejercer sus rituales y cultos, representados tan igual como lo hacen los fieles creyentes del cristianismo, en estatuillas de yeso solo que, en este caso, la estatua está esculpida en roca y montada sobre una danta, realizada por el escultor Alejandro Colina en 1941. El dictador Pérez Jiménez, seguidor de la la Iglesia Católica, persiguió otros sistemas de creencias diferentes al catolicismo, bajo una ley promulgada contra el paganismo. Producto de sus relaciones carnales con la jerarquía eclesiástica católica, es el parto de la UCAB y la Santa María, ambas universidades privadas. Al mismo tiempo, que durante su dictadura consolidan y crecen los colegios privados, fortalece la fuerza gremial de ese sector con la creación de la Asociación Venezolana de Padres y Representantes de las Escuelas Católicas (AVEC) y con la Federación de Padres y Representantes de las Escuelas Católicas (FAPREC). Dentro de la Iglesia católica, su jerarquía, se vio con buenos ojos el derrocamiento del Presidente Gallegos y se saludó la llegada del nuevo régimen militar en términos como los expresados por el Padre Barnola en el editorial de la Revista SIC, en diciembre de 1948, leamos: «Y ha empezado a brillar, bajo la mirada providente de Dios, el amanecer de este nuevo día, - de una nueva época- para nuestra patria venezolana». La Iglesia Católica, encontró en el régimen militar y el gobierno de Pérez Jiménez, un amplio apoyo para su expansión institucional. Pérez Jiménez, no quería que el símbolo de María Lionza, se convirtiera en un ícono del culto religioso, y ordenó que la estatua fuera trasladada a lo que creía sería un lugar inaccesible por peligroso, entre carriles, en la división central de la transitada autopista hacia el este desde el oeste y viceversa. No obstante, las y los creyentes en María Lionza siguieron manifestándole su fe. El periódico inglés, The Guardian, informaba en 2019 que, si bien la Iglesia Católica de Venezuela, todavía desaprueba la religión indígena: «hace tiempo que abandonó sus intentos de reprimirla». No ocurrió así, como lo demuestran los intentos de las autoridades de la UCV por esconder y dejar que sea el tiempo, quien haga lo que no se atreven a ejecutar por sí mismos, y congraciarse con la jerarquía eclesiástica, valga decir, destruir la estatua de la Diosa indígena. Por ello, aplaudimos la operación de rescate y reubicación de la estatua de María Lionza a las faldas del cerro mítico de Sorte, Estado Yaracuy, como informa el Instituto de Patrimonio Cultural (I.P.C.), a través de un comunicado de prensa, hecho público el 06-10-2022, en el cual explican que: «la obra permaneció por 18 años confinada en un galpón de la Ciudad Universitaria de Caracas, en condiciones incompatibles con su excepcional valor artístico, histórico y espiritual, que evidentemente no garantizaban su conservación integral, ni su disfrute y contemplación por parte de las venezolanas y venezolanos». Como lo ha declarado a los medios de comunicación, la presidenta del IPC, Dinorah Cruz, la obra-escultura de Alejandro Colina, la estatua de María Lionza, es un bien declarado como de interés cultural para el país y un objeto sagrado, por ende tiene un régimen especial de protección. Y corresponde al IPC, como ente encargado por Ley, preservar y cuidar la estatua de María Lionza. Se equivocan, las y los intolerantes, al acusar al IPC de supuesto «robo» de un bien nacional que está bajo su custodia. No se puede «robar» lo que por Ley, se está obligado a proteger y resguardar. Así de irracional actúa, la intolerante e impresentable ultra derecha supuesta «venezolana», ahora en conchupancia con la vieja izquierda que abandona sus principios por un puñado de dólares y apariciones en medios privados, tras convertirse en lo que el pueblo reconoce hoy como el G4 plus. (https://www.aporrea.org/internacionales/a315236.html).
La jerarquía eclesiástica, teme lo que la presidenta del IPC confirma ya como un hecho consumado: «que la creencia en María Lionza, ya ni siquiera es un mito, es un culto sincrético en Venezuela y Latinoamérica. Antropólogos, consideran que ya puede ser una religión, porque tiene muchos elementos que así lo categorizan», como manifiesta Dinorah Cruz, presidenta del IPC. «María Lionza. María Lionza/ Belleza infinita/ Reina corazonada/ Hacedme bendita./ Tu culto es la gloria/ Tu nombre es María/ Concédeme todo/ En este gran día»; expresa, uno de sus fieles seguidores. «En la montaña de Sorte por Yaracuy/ En Venezuela, vive una diosa/ En la Montaña de Sorte por Yaracuy/ Vive una diosa, una noble reina/ De gran belleza y de gran bondad/ Amada por la naturaleza/ E iluminada de caridad», le cantan Rubén Blades y Willie Colón, en la popular canción Latinoamericana, con su canción homónima: María Lionza.
Con la llegada de la estatua de la Reina a la montaña de Sorte, se cumple su promesa de desintegrarse allí, si se salvaba. Estando la montaña de acuerdo, María Lionza y la Montaña Sorte, se convirtieron en una sola entidad. Ahora, repotenciada con la cooptación por la religión católica de uno de los miembros de su Corte, el Dr. José Gregorio Hernández. Precisemos, que por más de 70 años, esa jerarquía eclesiástica, saboteó ante el Vaticano su beatificación; hasta que, por fin, pudieron más los milagros del Médico de los Pobres, que la intolerancia de ese obstinado grupúsculo de golpistas confesos y fariseos, devenidos en jerarquía eclesiástica y sus seguidores del culto al neofascismo: sindicatos y gremios ucevistas. Se equivocó el difunto Cardenal Jorge Urosa, al enunciar a Brújula Cotidiana, 01-08-2020, en su visión excluyente y sectaria, más bien fundamentalista, que: «La beatificación ratificará las virtudes del gran Dr. Hernández y lo reivindicará como alguien perteneciente no a los brujos, ¡sino a la Santa Iglesia de Dios!». José Gregorio Hernández, tan igual que María Lionza e incluso Alí Primera, todos componentes de nuestra identidad y cultura como pueblo, son factores de unidad e integración nacional. El sectarismo-fundamentalista de la jerarquía eclesiástica y sus seguidores neofascistas, tendrán cabida en nuestra concepción de vida en comunidad, integrándose y renunciando a la violencia de sus ideas sectarias y fundamentalistas, bienvenidos serán…