¡No me jodan!

El Ataque Terrorista del 11 de Septiembre

En la mañana del 11 de septiembre de 1973, se produjo un descomunal ataque terrorista en Santiago de Chile contra el Palacio Presidencial de La Moneda y el régimen constitucional del presidente Salvador Allende, quien resultó asesinado por las fuerzas militares encabezadas por el general fascista Augusto Pinochet. El gobierno democráticamente electo de Allende fue derrocado por un cruento golpe de Estado apoyado por la derecha reaccionaria chilena y financiado por el Departamento de Estado norteamericano, iniciándose una de las dictaduras militares totalitarias mas cruentas de América Latina, que con el silencio cómplice de Estados Unidos y la Comunidad Internacional, persiguió, torturó y asesinó a miles de ciudadanos defensores de la democracia, libertad y justicia social.

En sus ultimas palabras, el presidente Allende aseguró tener fe en Chile y su destino.

“Superarán otros hombres el momento gris y amargo, donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.”

En efecto, la experiencia chilena ha servido para abrir el cause de las ideas progresistas del nuevo hombre latinoamericano. Y junto a otros grandes hombres y mujeres de la historia, Salvador Allende "en su combate por la vida" y el pueblo chileno en su eterna lucha por la democracia, libertad y justicia social, nos inspiran a trabajar por una sociedad mas justa.

"A Salvador Allende en su combate por la vida"
Pablo Milanés en "La Vida no Vale Nada" (1976)
Qué soledad tan sola te inundaba en el momento en que tus personales
amigos de la vida y de la muerte te rodeaban.
Qué manera de alzarse en un abrazo el odio, la traición, la muerte, el lodo;
lo que constituyó tu pensamiento ha muerto todo.
Qué vida quemada, qué esperanza muerta,
qué vuelta a la nada, qué fin.
Un cielo partido, una estrella rota, rodaban por dentro de ti.
Llegó este momento, no hay más nada te viste empuñando un fusil.
Volaba, lejos tu pensamiento,
justo hacia el tiempo de mensajes, de lealtades, de hacer.
Quedaba, darse todo el ejemplo,
y en poco tiempo una nueva estrella armada hacer.
Qué manera de quedarse tan grabada tu figura ordenando nacer,
los que te vieron u oyeron decir ya no te olvidan.
Lindaste con Dos Ríos y Ayacucho, como un libertador en Chacabuco,
los Andes que miraron crecerte te simbolizan.
Partías el aire, saltaban las piedras,
surgías perfecto de allí.
Jamás un pensamiento de pluma y palabra devino en tan fuerte adalid.
Cesó por un momento la existencia, morías comenzando a vivir.
Volaba, lejos tu pensamiento,
justo hacia el tiempo de mensajes, de lealtades, de hacer.
Quedaba, darse todo el ejemplo,
y en poco tiempo una nueva estrella armada hacer.

¡NO VOY A RENUNCIAR! Estas fueron las últimas palabras del presidente Salvador Allende transmitidas el 11 de septiembre de 1973 a las 9:10 de la mañana por Radio Magallanes.

Seguramente, ésta será la última oportunidad en que pueda dirigirme a ustedes. La Fuerza Aérea ha bombardeado las antenas de Radio Magallanes. Mis palabras no tienen amargura sino decepción. Que sean ellas un castigo moral para quienes han traicionado su juramento: soldados de Chile, comandantes en jefe titulares, el almirante Merino, que se ha autodesignado comandante de la Armada, más el señor Mendoza, general rastrero que sólo ayer manifestara su fidelidad y lealtad al Gobierno, y que también se ha autodenominado Director General de carabineros. Ante estos hechos sólo me cabe decir a los trabajadores: ¡No voy a renunciar!

Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad al pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que hemos entregado a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos.

Trabajadores de mi Patria: quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia, que empeño su palabra en que respetaría la Constitución y la ley, y así lo hizo. En este momento definitivo, el último en que yo pueda dirigirme a ustedes, quiero que aprovechen la lección: el capital foráneo, el imperialismo, unidos a la reacción crearon el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición, la que les enseñara el general Schneider y reafirmara el comandante Araya, victimas del mismo sector social que hoy estará esperando con mano ajena, reconquistar el poder para seguir defendiendo sus granjerías y sus privilegios.

Me dirijo a ustedes, sobre todo a la modesta mujer de nuestra tierra, a la campesina que creyó en nosotros, a la madre que supo de nuestra preocupación por los niños. Me dirijo a los profesionales de la Patria, a los profesionales patriotas que siguieron trabajando contra la sedición auspiciada por los colegios profesionales, colegios clasistas que defendieron también las ventajas de una sociedad capitalista.

Me dirijo a la juventud, a aquellos que cantaron y entregaron su alegría y su espíritu de lucha. Me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, a aquellos que serán perseguidos, porque en nuestro país el fascismo ya estuvo hace muchas horas presente; en los atentados terroristas, volando los puentes, cortando las vías férreas, destruyendo lo oleoductos y los gaseoductos, frente al silencio de quienes tenían la obligación de proceder.

Estaban comprometidos. La historia los juzgará.

Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz ya no llegará a ustedes. No importa. La seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal con la Patria.

El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse.

Trabajadores de mi Patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.

¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!

Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición.

LA VERDADERA MUERTE DE UN PRESIDENTE. Este es el extraordinario relato de Gabriel García Márquez en "El Golpe y los Gringos", sobre el asesinato del presidente Salvador Allende.

A la hora de la batalla final, con el país a merced de las fuerzas desencadenadas de la subversión, Salvador Allende continuó aferrado a la legalidad.

La contradicción más dramática de su vida fue ser al mismo tiempo, enemigo congénito de la violencia y revolucionario apasionado, y él creía haberla resuelto con la hipótesis de que las condiciones de Chile permitían una evolución pacífica hacia el socialismo dentro de la legalidad burguesa.

La experiencia le enseñó demasiado tarde que no se puede cambiar un sistema desde el gobierno, sino desde el poder.

Esa comprobación tardía debió ser la fuerza que lo impulsó a resistir hasta la muerte en los escombros en llamas de una casa que ni siquiera era la suya, una mansión sombría que un arquitecto italiano construyó para fábrica de dinero y terminó convertida en el refugio de un Presidente sin poder.

Resistió durante seis horas con una metralleta que le había regalado Fidel Castro y que fue la primera arma de fuego que Salvador Allende disparó jamás.

El periodista Augusto Olivares que resistió a su lado hasta el final, fue herido varias veces y murió desangrándose en la asistencia pública.

Hacia las cuatro de la tarde el general de división Javier Palacios, logró llegar hasta el segundo piso, con su ayudante el capitán Gallardo y un grupo de oficiales. Allí entre las falsas poltronas Luis XV y los floreros de Dragones Chinos y los cuadros de Rugendas del salón rojo, Salvador Allende los estaba esperando. Llevaba en la cabeza un casco de minero y estaba en mangas de camisa, sin corbata y con la ropa sucia de sangre. Tenía la metralleta en la mano.

Allende conocía al general Palacios. Pocos días antes le había dicho a Augusto Olivares que aquel era un hombre peligroso, que mantenía contactos estrechos con la Embajada de los EE.UU. Tan pronto como lo vió aparecer en la escalera, Allende le gritó: Traidor y lo hirió en la mano.

Allende murió en un intercambio de disparos con esa patrulla. Luego todos los oficiales en un rito de casta, dispararon sobre el cuerpo. Por último un oficial le destrozó la cara con la culata del fusil.

La foto existe: la hizo el fotógrafo Juan Enrique Lira, del periódico El Mercurio, el único a quien se permitió retratar el cadáver. Estaba tan desfigurado, que la Sra. Hortencia Allende, su esposa, le mostraron el cuerpo en el ataúd, pero no permitieron que le descubriera la cara.

Había cumplido 64 en el julio anterior y era un Leo perfecto: tenaz, decidido e imprevisible.
Lo que piensa Allende sólo lo sabe Allende, me había dicho uno de sus ministros. Amaba la vida, amaba las flores y los perros, y era de una galantería un poco a la antigua, con esquela perfumadas y encuentros furtivos.

Su virtud mayor fue la consecuencia, pero el destino le deparó la rara y trágica grandeza de morir defendiendo a bala el mamarracho anacrónico del derecho burgués, defendiendo una Corte Suprema de Justicia que lo había repudiado y había de legitimar a sus asesinos, defendiendo un Congreso miserable que lo había declarado ilegítimo pero que había de sucumbir complacido ante la voluntad de los usurpadores, defendiendo la voluntad de los partidos de la oposición que habían vendido su alma al fascismo, defendiendo toda la parafernalia apolillada de un sistema de mierda que el se había propuesto aniquilar sin disparar un tiro.

El drama ocurrió en Chile, para mal de los chilenos, pero ha de pasar a la historia como algo que nos sucedió sin remedio a todos los hombres de este tiempo, que se quedó en nuestras vidas para siempre.

LOS CRÍMENES DE PINOCHET. Hace unos años, el diario La Jornada hizo un interesantísimo recuento de los crímenes que Pinochet nunca admitió.

1. Primeros fusilamientos: Cientos de personas son fusiladas de manera sumaria en los días siguientes al golpe, en medio del estado de sitio y el toque de queda.

2. Caravana de la Muerte: En octubre de 1973, casi un centenar de sindicalistas y dirigentes de izquierda son ejecutados en Calama, Copiapó, La Serena y otras ciudades por una "Caravana de la Muerte", que encabezó el general Sergio Arellano.

3. Asesinato de Prats: el antecesor de Pinochet en la jefatura del ejército, general Carlos Prats, muere asesinado junto con su esposa, Sofía Cuthbert, al estallar una bomba en su automóvil en una calle de Buenos Aires.

4. Atentado contra Leighton: el exiliado líder democristiano Bernardo Leighton, ex vicepresidente de Chile, resulta gravemente herido junto con su esposa, cuando un individuo dispara contra ellos en Roma.

5. Asesinato de diplomático: el cadáver del español Carmelo Soria aparece a los pies de un cerro de Santiago, el 16 de julio de 1976, después de ser detenido por un comando de la Dina que encabezaba el coronel Jaime Lepe.

6. Asesinato de Letelier: el ex canciller socialista Orlando Letelier, líder opositor en el exilio, muere junto con su secretaria Ronnie Moffit cuando una bomba estalla bajo su automóvil en el centro de Washington, el 21 de septiembre de 1976.

7. Los hornos de Lonquén: Tras una denuncia de la Iglesia católica son descubiertos los cadáveres de 14 campesinos sepultados en hornos de cal en una mina abandonada al oeste de Santiago, el 30 de noviembre de 1978.

8. Asesinato de líder gremial: El dirigente democristiano de los transportistas, Mario Fernández López, muere en medio de torturas en un cuartel de la CNI (sucesora de la Dina), el 18 de octubre de 1984.

9. Caso Tucapel: El líder sindical socialdemócrata Tucapel Jiménez aparece degollado en las afueras de Santiago, el 25 de febrero de 1985, tras ser apresado por agentes de la CNI, al mando del mayor Alvaro Corbalán.

10. Caso de los degollados: El sociólogo José Manuel Parada, el profesor Manuel Guerrero y el dibujante publicista Santiago Nattino, miembros del proscrito Partido Comunista, aparecen degollados el 30 de marzo de 1985.

11. Caso de los quemados: El fotógrafo Rodrigo Rojas muere quemado y la estudiante Carmen Gloria Quintana resulta con graves lesiones, cuando una patrulla militar los impregna en combustible, el 2 de julio de 1986.

12. Asesinato de periodista: José Carrasco, editor internacional del semanario izquierdista Análisis, muere ametrallado el 8 de septiembre de 1986, un día después del atentado a Pinochet en el que perecieron cinco miembros de su escolta. En la misma acción de represalia son asesinados el obrero comunista Felipe Rivera, el profesor Gastón Vidaurrazaga y el publicista Abraham Muskatblit.

13. Operación Albania: Agentes de la CNI ejecutan a 12 miembros del clandestino FPMR (Frente Patriótico Manuel Rodríguez), los días 15 y 16 de julio de 1987, después de supuestos enfrentamientos en diferentes puntos de Santiago, según la versión oficial. AFP

SALVADOR ALLENDE, EL CHICHO. Este es un estupendo articulo del brillante sociólogo y catedrático brasileño Emir Sader, traducido por Alejandra Dupuy para La Jornada de México.

En la última imagen que tengo de él, estaba encuadrado por la misma ventana del Palacio de la Moneda desde donde acostumbraba a dirigirse al pueblo chileno. Sólo que esa vez el escenario era muy diferente. El palacio estaba cercado por las fuerzas golpistas que le habían dado un ultimátum: abandonar la casa de gobierno y rendirse, o ser bombardeado.

Allende portaba un casco que los trabajadores de las minas le habían regalado y empuñaba un fusil soviético AK que había recibido de Fidel Castro, algo inusual para su temperamento pacífico. Con las armas en la mano y con la vida defendía la democracia que lo había elegido presidente de todos los chilenos. Prefirió inmolarse en medio del bombardeado palacio presidencial, para cumplir su palabra de que sólo saldría de allí al final del mandato que el pueblo le había confiado, o muerto, en lugar de terminar sus días melancólicamente exiliado.

Cuando las fuerzas de la resistencia chilena le propusieron rescatarlo del Palacio de la Moneda, dijo que su puesto era ése, que serían otras generaciones las que reabrirían "las grandes alamedas de la democracia en Chile". Concluía así la limpia trayectoria de un militante socialista que había comenzado su vida política como ministro de Salud del gobierno del Frente Popular en 1938, de forma coherente con su profesión de médico y su dedicación a los temas de salud pública. Tres veces candidato a la presidencia de Chile, apoyado por la coalición socialista-comunista, terminó triunfando en 1970 cuando las otras opciones -la derecha tradicional y el centrismo demócrata cristiano- fracasaron. Fue elegido para llevar a la práctica, por primera vez en el mundo, un programa de transformaciones del capitalismo al socialismo por la vía institucional de las elecciones.

Asumió el proyecto, consciente de los riesgos y del potencial que representaba. Era un socialista convencido de la superioridad de las soluciones que el socialismo planteaba a la humanidad, y era respetado como tal. El Che, de paso en una ocasión por Chile, regaló a Allende un libro suyo con la siguiente dedicatoria: "A Salvador Allende, que lucha por otros medios, por el mismo fin, el socialismo". Posteriormente Allende fue a rescatar, en la frontera con Bolivia, a los sobrevivientes de la guerrilla del Che. Era un dirigente de integridad incuestionable, que mereció el respeto de quienes en la izquierda discrepaban con él, e incluso de sus adversarios.

Como yo vivía a sólo dos cuadras del Palacio de la Moneda, pude verlo muchas veces cuando salía para caminar por la ciudad o dirigirse a alguna reunión, siempre de maneras sencillas y en contacto directo con el pueblo. Su frase preferida pertenecía a un poema de Antonio Machado: "Caminante, no hay camino, se hace camino al andar", consciente de que intentaba trazar caminos históricos, en la construcción del socialismo, que no figuraban en los manuales.

Cercado por la "justicia" del aparato del Estado, el Parlamento, las fuerzas armadas con un plan golpista articulado por el gobierno de Nixon y su secretario de Estado, Kissinger, el gran empresariado y la mayor parte de los medios de comunicación, Allende lanzó su última carta. El apoyo electoral de la izquierda, a pesar de la crisis por el desabasto impulsado por los grandes empresarios y por el plan de desestabilización interno articulado por el gobierno de Estados Unidos, había crecido de 36 por ciento en 1970 a 43 por ciento en 1973. Pero aún no contaba con la mayoría de los chilenos, ya que la centrista Democracia Cristiana se había inclinado hacia la derecha, formando un bloque golpista opositor. Allende decidió entonces convocar un plebiscito que dividiría a la oposición. Esta, sin mayoría para un golpe parlamentario, se había decidido por el golpe militar.

Allende se comprometía a abandonar el gobierno si era derrotado en el plebiscito, y consideraba que así podría mantener la institucionalidad democrática, al entregar el gobierno al presidente del Senado, el demócrata cristiano Eduardo Frei. Entonces, en la mañana del martes 11 de septiembre, día en el cual Allende había convocado a una cadena de radio y televisión para anunciar el plebiscito, se ejecuta el golpe de Estado, anticipadamente, para evitar esa última maniobra de Allende.

Aquel día me desperté con los mismos ruidos de aviones sobrevolando el palacio presidencial, como lo había hecho dos meses antes, a finales de junio, en una primera tentativa de golpe, entonces frustrada. Salí y pude ver esa última imagen de Allende, conocido como Chicho, diminutivo de Salvador en Chile. Ya se había dirigido por última vez al pueblo chileno, por la única radio a la que logró tener acceso, una estación de la central sindical chilena.

Luego, desde la Universidad de Chile, a pocas cuadras de allí, pudimos ver el bombardeo al palacio presidencial, después que Allende respondió con sonoras palabrotas la propuesta de los golpistas para que abandonase la sede del gobierno. Caía la democracia de más larga tradición en América Latina y con ella la posibilidad de que un pueblo optara, por la vía institucional, por una alternativa socialista. Queda el ejemplo de Allende que engrandece a la izquierda, mientras que para la derecha sobra el fantasma de Pinochet y su devastadora obra de liquidación de la democracia en el país del continente donde había echado sus más profundas raíces.

"Allende"
Mario Benedetti
Para golpear su frente limpia de pesadillas
tuvieron que convertirse en pesadilla,
para vencer al hombre de la paz
tuvieron que congregar todos los odios
y además los aviones y los tanques,
para batir al hombre de la paz
tuvieron que bombardearlo hacerlo llama,
porque el hombre de la paz era una fortaleza
Para matar al hombre de la paz
tuvieron que desatar la guerra turbia,
para vencer al hombre de la paz
y acallar su voz modesta y taladrante
tuvieron que empujar el terror hasta el abismo
y matar mas para seguir matando,
para batir al hombre de la paz
tuvieron que asesinarlo muchas veces
porque el hombre de la paz era una fortaleza,
Para matar al hombre de la paz
tuvieron que imaginar que era una tropa,
una armada, una hueste, una brigada,
tuvieron que creer que era otro ejercito,
pero el hombre de la paz era tan solo un pueblo
y tenia en sus manos un fusil y un mandato
y eran necesarios mas tanques mas rencores
mas bombas mas aviones mas oprobios
porque el hombre de la paz era una fortaleza
Para matar al hombre de la paz
para golpear su frente limpia de pesadillas
tuvieron que convertirse en pesadilla,
para vencer al hombre de la paz
tuvieron que afiliarse siempre a la muerte
matar y matar mas para seguir matando
y condenarse a la blindada soledad,
para matar al hombre que era un pueblo
tuvieron que quedarse sin el pueblo.


carrascoeugenio@yahoo.com


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Eugenio Carrasco


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