El asesinato del líder guerrillero de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia es una bofetada del presidente Álvaro Uribe, de Colombia, a todos los esfuerzos de mediación que venían realizando varios gobiernos latinoamericanos y europeos, entre ellos: Venezuela, Ecuador, Brasil, Argentina, Francia, Suiza, a favor de la liberación de los rehenes detenidos por las FARC en las selvas colombianas.
Es evidente que el gobierno colombiano mintió a Ecuador al decir que los hechos fueron producto de un choque , y de una persecución en caliente. La evidencia muestra lo contrario, fueron bombardeados mientras dormían en un campamento temporal dos kilómetros adentro de la frontera en territorio ecuatoriano. Lo más grave aún es que según versiones de los sobrevivientes, un comando elite del Ejército colombiano ingresó para rematar a los que pudiesen haber quedado vivos después del bombardeo, entre ellos el líder guerrillero (a) "Raúl Reyes".
Sin querer hacer una apología de las FARC, quienes también han empleado tácticas violentas en su lucha, y han usado el secuestro como arma política, y han enlutado con violencia a miles de familias colombianas, este no era el momento más apropiado para dirigir una operación militar de esta naturaleza, cuyas consecuencias negativas están en pleno desarrollo y cuyo desenlace final aún está por verse. Las FARC habían mostrado cierto nivel de apertura a una solución negociada al liberar unilateralmente a ocho rehenes en las últimas semanas, todo esto en gran parte a la mediación del presidente Chávez, la senadora piedad Córdoba, el gobierno de Ecuador y de Francia, quienes habían estado en contacto permanente con "Raúl Reyes" único autorizado por la secretaría general de las FARC para representarlos en estas negociaciones.
La mayoría de los gobiernos latinoamericanos criticaron la acción del gobierno de Colombia que claramente viola los principios elementales del derecho internacional, de los cuales uno de los más sagrados es el respeto a las fronteras de otros países. Una de las críticas más fuertes fue la del gobierno de Francia que reveló que desde hace varios meses estaban negociando con "Raúl Reyes" la liberación de Ingrid Betancourt. Más allá de las conjeturas políticas los franceses están indignados porque Uribe les había prometido que no actuaría militarmente mientras sus negociadores estuvieran en territorio colombiano. El asesinato de Reyes, quien sólo andaba acompañado por su escolta personal, muestra que éste evidentemente no era un objetivo militar, sino más bien estratégico político, es un claro sabotaje a la iniciativa francesa.
El respaldo de la Administración norteamericana a la acción de Colombia, fue una nota discordante entre el concierto de naciones del hemisferio, la nota encontró su punto más disonante cuando el jefe de la policía de Colombia, general Óscar Naranjo, reveló que lograron ubicar el campamento guerrillero gracias a la información proporcionada por la CIA que ubicó algunas llamadas del teléfono satelital de Reyes, que irónicamente lo utilizaba esporádicamente para ponerse en contacto con los gobiernos que mediaban en la liberación de los rehenes. Las declaraciones del general Naranjo echan por tierra la tesis del gobierno de Colombia de que la acción fue una reacción defensiva a un ataque de las FARC, muestran que la operación llevaba días en preparación, con clara intervención de los Estados Unidos, mientras por otra parte los franceses negociaban la liberación de Ingrid Betancourt.
Al verse contra la pared por las reacciones de Chávez y Correa, quienes rompieron relaciones diplomáticas y movilizaron tropas a la frontera con Colombia, Uribe y el ministro de Defensa colombiano, general Juan Manuel Santos, están usando de una manera sorprendente como vocero de una campaña sucia al jefe de la policía de Colombia, quien ha sido acusado de tener fuertes lazos con el narcotráfico; un hermano del general fue condenado a prisión en Alemania por tráfico de cocaína. El general Naranjo saca de la manga acusaciones de que en la computadora de Reyes encontraron "evidencia" de la convivencia de Correa y Chávez con la guerrilla, quienes no han negado haber tenido contacto con la guerrilla, pero éstos en el contexto de las negociaciones de la liberación de los rehenes.
La OEA ha convocado una reunión urgente para tratar la crisis a pesar de las tácticas dilatorias de los Estados Unidos; Brasil, Argentina y Chile hicieron suficiente presión al secretario general Insulza, para que éste decidiera convocar la reunión. A Colombia se le pondrá cuesta arriba insistir en su tesis del apoyo de Ecuador y Venezuela a la guerrilla, porque muchos gobiernos latinoamericanos tuvieron también contacto con las FARC en el contexto de las negociaciones, de la misma forma que lo hicieron franceses, españoles y suizos. Por otra parte, no encontrara respaldo en la región la tesis inspirada por el presidente norteamericano George W. Bush, de que la guerra contra el terrorismo no tiene fronteras ni leyes.
Uribe llega debilitado políticamente porque es el aliado más directo en Latinoamérica de una desprestigiada Administración norteamericana en el mundo, los miembros de la OEA no quieren otro Irak en Latinoamérica, donde la verdadera intención de la guerra fue el control geopolítico y de los recursos del petróleo. Bush, con su aliado Uribe, amenazan con desestabilizar la región al querer exportar el plan Colombia, en el cual se invierten 17 millones de dólares al día. Hay que recordar que hay una base militar norteamericana en Ecuador, y fuerte presencia militar en Colombia y una flota del Comando Sur en el Caribe lo que indica las intenciones militaristas.
Por ahora, Venezuela y Ecuador, como dice el refrán popular: "han puesto sus barbas en remojo", de allí la fuerte reacción diplomática y la movilización militar a sus fronteras con Colombia.
Ricardo Moreno es analista político venezolano.
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