Un planteamiento guerrerista riega el imperio por América Latina como reacción a la onda revolucionaria que toca a esta zona del mundo. No es tan ingenuo, tan 'nos equivocamos', los hechos cuando este año un comando de las fuerzas armadas colombianas acabaron con las vidas de las personas que permanecían en un campamento guerrillero en territorio ecuatoriano. Es una acción perteneciente a una serie de provocaciones para desatar una guerra entre países latinoamericanos.
La resistencia ha trascendido a tomar el poder gubernamental en algunos países y los aliados políticos, económicos y de la comunidad del imperio no se conforman de ser invitada de palo y siguen el esquema oposicionista extremo, planificado y financiado por sus jefes políticos del gobierno de Estados Unidos. Estos planes o estrategias contemplan una serie de actividades o tácticas desestabilizadoras que incluyen la asfixiante guarimba, intención golpista y secesionista alternativo, casi todos fracasados.
Si es un tiempo de revolución, él está marcado o encarnado por mucha gente, gente que en el plano real le dan piso político a la revolución con su participación en la formación, en la opinión, en la actividad comunitaria, en la comunicación alternativa, en las marchas y mitines, apoyo organizado partidista y en el voto en las elecciones. Mucha gente apoya y vota por Chávez, Lula, Kirchner, Evo, Correa, Ortega, Tabaré y otras proposiciones que han venido surgiendo desde México hasta la Patagonia. El creciente número de los adeptos a fórmulas alternativas al capitalismo se vuelve un candelero en donde se cocina el futuro de ese modelo de desarrollo, el futuro del imperio.
Pero ante el el fracaso inminente de las derechas 'incompetentes' (tenor que seguramente le da el propio imperio) y el grito de '...Alerta que camina la espada de Bolívar por América Latina', a los operadores imperiales no les queda otra alternativa que buscar fórmulas de antaño que diezmen esa población de apoyo a la revolución, cuál es: la guerra. Un enfrentamiento entre naciones lleva al soldado a enfrentar al ejército de soldados del país enemigo. Ambos grupos (ejércitos) conformados por miembros de las comunidades de los enfrentados, es decir que corresponden a los trabajadores de los paises en pugna bélica en acciones para matarse entre sí. La clase trabajadora, los obreros, empleados y hasta desempleados, el pueblo, la comunidad, el proletariado de los paises se enfrentan y sufren el ataque militar en su propia comunidad, contra sus familia, su historia, su cultura. Con estas guerras, la clase trabajadora le hace el trabajo deletereo al imperio, método que le es imprescindible para mantener su hegemonía.
La clase trabajadora de un país contra la de otro solo diezma a los trabajadores, a sus intereses, a la resistencia contra el capitalismo, a la lucha contra el imperio, a los gobiernos revolucionarios y a el camino hacia el socialismo. Sin el pueblo que vota y apoya a Correa, a Chávez, a Ortega, no habrá más gobierno por la vía electoral de la revolución. Los revolucionarios morirán en la guerra. Ya en el principio del siglo XX lo advirtió la alemana Rosa de Luxemburgo, desenmascarando este letal instrumento que destruye al proletariado. Una guerra solo sirve al imperio y a sus actores políticos (políticos de derecha de cada país), económicos (transnacionales y sus franquicias), comunicacionales (redes trasnacionales de radio, televisoras y periódicos) y de la comunidad (la sociedad civil), quienes a su vez son los impulsores desde las entrañas del imperio y desde cada país en conflicto o no.
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