Barack presidente. De las más diversas maneras ha sido calificada su victoria. Nadie ha ahorrado adjetivos, todos expresan sus esperanzas de cambio. El mandatario chino, Hu Jintao, dijo que el mundo ingresaba a una "nueva era histórica", pero le recordaron que no debe buscar relaciones con Taiwán, que no olvide que es una sola China. Ahmadineyad lo felicitó desde Teherán, que no tiene relaciones con EEUU desde hace varias décadas.
No creo haber leído nada desde Corea del Norte.
Obtuvo más votos que ningún otro y le sacó mas de siete millones de ventaja a McCain. The New York Times tituló con la caída de la barrera racial en decisiva victoria. En la misma onda andan los países europeos; Rusia, sin embargo, mostró algunas reservas.
Desde Latinoamérica se expresaron manifestaciones de confianza en un cambio en la política estadounidense. Colombia fue el único país que no pidió cambio; todo lo contrario, quiere que todo siga igual: más dólares para el plan Colombia y que le aprueben su TLC. Nada fácil. Por su parte, los cubanos no se hacen ilusiones pese a que gobiernos como el de Lula reclamaron la suspensión del embargo que ya dura casi 50 años y que cada año la asamblea general de la ONU condena. El Secretario General de la OEA dijo que habrá un cambio fundamental.
El Center for Economic and Policy Research declaró que el presidente electo Obama es recibido con brazos abiertos y gran esperanza por líderes de todo el espectro político en Latinoamérica, pero señaló que "enfrentará obstáculos no desde el Sur, sino por parte de sectores influyentes en los círculos de política exterior de Washington". Ahí está la primera advertencia. Se deduce que no será fácil para Obama introducir cambios en la política hacia América Latina.
Marck Weisbort, director de ese centro, recordó que la revista sobre política exterior más influyente en Estados Unidos, Foreign Relations, editada por el Consejo sobre Relaciones Externas, no había publicado un solo artículo durante la última década con una visión positiva sobre el giro de Latinoamérica hacia democracias de centro-izquierda. A esto habría que añadir que América Latina estuvo ausente de la campaña presidencial, y sólo en circunstancias coyunturales y en escenarios dominados por los hispanoamericanos recibió un tratamiento siempre marginal.
Venezuela dio un paso conciliatorio en busca del diálogo y del mejoramiento de las relaciones con EEUU. La declaración de la Cancillería "ratifica su voluntad y su determinación de edificar, sobre la base del respeto absoluto de la soberanía, una agenda bilateral constructiva para el bienestar de los pueblos venezolano y estadounidense".
Está muy bien, pero creo que no habrá señales de respuesta por algún tiempo. Como todos los asuntos latinoamericanos, los de Venezuela deben aguardar. Maduro está consciente de ello; "no estamos ni apurados ni desesperados". Obama tendrá que enfrentar primero otras cuestiones peliagudas. El mismo día de su extraordinario triunfo lo recordó: "Celebremos esta noche, (pero) sabemos que los desafíos que el mañana traerá son las mayores de nuestra era: dos guerras, un planeta en peligro y la peor crisis financiera del siglo". Serán sus prioridades, sin duda. Lo reiteró en su primera rueda de presa como Presidente. Antes que nada, sus compromisos con los estadounidenses y con su palabra empeñada, salvo que sienta alguna significativa presión de los gobiernos de la región. Pero la crisis económica que debe resolver no es concha de ajo.