Escucho hablar tanto que el bloqueo contra Cuba, por parte del gobierno de los Estados Unidos, debe cesar, así sin más ni más, que aunque lo entiendo, no puedo sentirme satisfecho.
Todos los que claman, exigen y condenan este bloqueo ilegítimo, mientras el gobierno de Estados Unidos se muestra reticente y hasta declara que antes quiere ver los gestos y cambios que prometa o realice Cuba, deberían declarar también que este no es un asunto que sólo concierne a Cuba, y que, por tanto, también debe cesar el bloqueo parcial, real o potencial, claro que de menor monto, sobre los intereses legítimos y prerrogativas soberanas de sus propios países y, por eso mismo, de todos los países del mundo. Este es el sentido amplio que tiene la condena casi unánime, con sólo 3 excepciones, en la Asamblea General de las Naciones Unidas, pues en realidad ningún país escapa a sus disposiciones extraterritoriales. Y esto lo comprendieron muy prontamente hasta los propios países occidentales, como Canadá y las principales potencias europeas, que son leales aliados de Estados Unidos. ¿Qué deben prometer y qué cambios deben hacer aquellos países que aspiren a quedar liberados de las estipulaciones de sanciones contempladas en la Ley Helms-Burton?
Así que hay que evitar una simplificación de este asunto y denunciar que el bloqueo contra Cuba también es un bloqueo no propagandizado, pero sí legislado, con matices reales y potenciales, contra el resto de los países del mundo.
Si el bloqueo económico, comercial y financiero contra Cuba se ejerce en toda su intensidad y crudeza dentro del territorio norteamericano, no se puede desconocer que también ha extendido sus tentáculos hasta los territorios de todos los países, expresado en forma de presión o solicitud de alianza a los gobiernos o empresas y entidades para contribuir a ejercer tal bloqueo y darle un carácter planetario; en forma de represalias a empresas, entidades y bancos, etc., asentados en estos países para limitar o impedir las relaciones con Cuba y sus entidades y organizaciones; en forma de controles, pesquisas y listados de empresas nacionales de cualquier país que “viole” las reales disposiciones al respecto que prohíben “el comercio con la enemiga Cuba”. ¿No es ese el rosario de casos concretos, de empresas o personas involucradas o sancionadas en los procedimientos macabros, denunciados en forma fundamentada por Cuba cada año en su informe ante la Asamblea General de la ONU? ¿Acaso no es lo mismo que reconocen en sus informes las Organizaciones especializadas de la ONU y otras organizaciones mundiales en sus respectivos informes al Secretario General?
Por tanto, cuando el gobierno de Obama soslaya y demora, vamos a ver hasta cuándo, enfrentar el análisis y disponer el levantamiento del bloqueo, mediante la derogación de todas las leyes y disposiciones que lo implementan, por razones que parecieran tener un carácter de seguridad nacional o de conveniencia o no para los fines interiores y exteriores de los Estados Unidos, está olvidando algunos calificativos dados al bloqueo en todo el mundo, incluyendo países, organismos y organizaciones internacionales y personalidades, algunas hasta santas como el Papa. Entre estos calificativos destacan: es criminal, es genocida, es injustificable, es inmoral, es ilegal, es condenable desde todos los puntos de vista.
Obama está olvidando que el bloqueo, por el carácter extraterritorial de sus medidas, no sólo afecta los intereses legítimos de Cuba, sino intereses legítimos de otros pueblos, incluyendo al propio pueblo norteamericano. ¿Tienen o no los norteamericanos derecho a viajar a cualquier país según la Constitución de Estados Unidos? ¿Por qué no pueden ejercerlo hacia Cuba aún en la era de los cambios de Obama? Porque el Bloqueo contra Cuba ha tomado, en este caso, mayor rango que la Constitución del país.
Para quienes no tengan claro todo el asunto del bloqueo contra Cuba y el mundo, desde gobernantes hasta simples ciudadanos, deben tomarse el tiempo y tener paciencia para leerse la Carta Magna del bloqueo que es la Ley Helms-Burton, un verdadero monumento para comprender toda la ignominia, prepotencia, desfachatez, barbarie, estupidez, criminalidad, injerencismo, que puede concebirse en la élite dirigente de una nación, para, junto con su odio, descargar su poderío contra un país y el resto del mundo.
Todas las manos que un día se mancharon para firmar esta ley, y otras, y todas las manos que no muevan un dedo para derogarla, no estarán limpias tampoco a causa de la huella indeleble que dejará esa herencia maldita.
Sólo podrán mostrar sus manos limpias y su corazón puro, quienes un día, llenos de valor e inspirados en la justicia, decidan derogarla por el bien superior de los Estados Unidos. Pero que, por favor, a la hora de hacerlo, no ofendan aún más a los ofendidos y sacrificados por haber padecido sus consecuencias. Si van a decir algo a la hora de declarar su fin, que sea para expresar su disculpa histórica a la Cuba agredida y al mundo agredido por este engendro de ley que sólo pudo ser concebida en una época de ebriedad o locura imperial con el objeto de asestar un golpe mortal a la dignidad nacional de los países del mundo y en especial de Cuba, aunque ello conllevara a violar también los propios derechos humanos del pueblo norteamericano.
Ya hace demasiado tiempo que el bloqueo de los Estados Unidos contra Cuba y el mundo se escuda en la mentira, para tener que soportarlo una vez más en la era del nuevo presidente de esa nación.
wilkie@sierra.scu.sld.cu