Colombia: ¿Integración o Guerra Regional?

En varias ocasiones me ha tocado disertar sobre la situación Colombiana y las complicadas relaciones con la Venezuela bolivariana, no es un tema fácil, seguirle el ritmo a unas relaciones que en momentos parecen consolidarse y de momento se desmoronan y terminan en el “congelador”. Sencillamente con Colombia no existen relaciones normales, sino intereses vinculados a un entorno geoestratégico para ambos países. Aunque Colombia abogue por un acuerdo de libre comercio con los Estados Unidos, las importaciones venezolanas representan un alto nivel de ingresos del total de 7 mil millones de dólares aproximadamente negociados el año 2008 y que en términos estadísticos la proyección apunta al alza si se mira la curva de evolución de los últimos 10 años.

Para cualquier país sus vecinos son prioridad en la agenda exterior, bien es conocido que en América Latina estos intentos han desembocado en iniciativas de integración de dos generaciones: las del capitalismo de Estado regional de finales de los sesenta y las de izquierdas de los últimos años. Aunque la región comparta un pasado colonial común, el desarrollo desigual a lo interno estuvo matizado a lo largo del Siglo XX por contextos políticos heterogéneos y relaciones con el capitalismo internacional en la producción de materias primas, pudiendo establecerse de forma visible claras asimetrías entre los países. Venezuela como país petrolero cobró importancia no sólo regional sino en el concierto del mercado internacional con la explotación petrolera, esto convirtió al país en uno de los principales receptores de capital europeo y estadounidense.

Venezuela tiene establecido unos cinco ejes fronterizos según la COPIAF, de los cuales en 4 se incluye a Colombia: el Eje Amazónico, Eje Andino, Eje Guajiro y Eje Llanero; tocan los más de 2 mil km de la línea limítrofe que formalmente separan ambos Estados. Los que hemos dedicado tiempo al Estudio Territorial y en específico a las fronteras, conocemos que el Estado venezolano siempre ha señalado un interés por esas zonas; pero la concreción de una autentica política de fronteras que las entienda en su conjunto como espacios de integración aún es tarea pendiente, recordemos que Venezuela no ha definido su territorialidad y mantienen algunas reclamaciones como las del Esequibo que constituyen 150.500 Kms2 de territorio en disputa. La distancia centro – interior pesan sobre poblaciones que se encuentran en muchos casos a la deriva de ambos Estados nacionales y son presa fácil de problemáticas como el contrabando, minería ilegal, prostitución, trata de blancas, narcotráfico y grupos irregulares.

En la ciudad de Cartagena se erige hoy una sobria estatúa ecuestre de Simón Bolívar frente a la casa del Instituto Geográfico Agustín Codazzi, nombres que se confunden en el Siglo XIX en una territorialidad colonial caracterizada por la Capitanía General de Venezuela de 1777 y el Virreinato de la Nueva Granada de 1717. Colombia la primera, la de 1819 fue atravesada por el proceso de independencia que condujo a la derrota militar del orden colonial y la proyección de dos visiones sobre el presente de la Nueva Granada, el de las oligarquías expresadas en Santander y Páez, y la de Bolívar ampliada por la guerra del Sur dirigida por Antonio José de Sucre. Lo cierto es que la derrota del proyecto de Bolívar no ocurrió en el campo militar, sino en el interés de la clase terrateniente y usurera que decidió luego de una situación forzada por la decadencia española apropiarse del control político total, reforzando la esclavitud como instrumento de generación de ganancias en su intento de ampliar el comercio con los británicos que desde temprano supieron interpretar los intereses oligárquicos de una nueva ocupación imperial, esta vez por un Imperio al que veían más robusto. A la oligarquía suramericana no le emocionaba para nada la idea Republicana, tanto que en los propios documentos de San Martín (al sur del continente) se dejan entrever, las claras intenciones de suplantar sencillamente no el orden colonial sino el centro de poder.

Es posible que luego de la caída de Colombia la primera, sea justo en este momento histórico en el que Bolívar haya resurgido no sólo para señalar con el dedo que mencionará Neruda salido de la nieve andina, sino como propuesta programática de reconstrucción nacional y nueva integración latinoamericana. Es justo también uno de los momentos en la historia nacional donde más énfasis han hecho los propios historiadores del status quo en la búsqueda de un perfil autoritario y retrógrado del Libertador. La cierta religiosidad sobre la figura de Bolívar es innegable, lo intocable de los héroes caracterizados por una versión novelada de la Independencia heredada desde el propio orden colonial que aún años después siguió en la estructura económica y política. Pero es curioso que ese proceso de descrédito del pensamiento de Bolívar siempre estuvo a cargo de historiadores fundamentalmente colombianos, o del resto de las naciones bolivarianas, pero en Venezuela no había encontrado tantos espacios. En Venezuela la presencia de Bolívar era imposible obviarla, así que la oligarquía culta se encargó de redactar su historia, y no la historia de la sociedad venezolana dividida en castas; como artilugio, Bolívar fue sacado de su contexto histórico y convertido en un Ulises perdido en mil tribulaciones, una versión iconográfica del héroe que se fantaseó como historia y entró en los pensas de estudios. Así todos en este país nos hemos topado con el ícono en la plaza, en las escuelas o instituciones del Estado, pero pocas veces habíamos sido inundados por su pensamiento, por su obra; hoy su pensamiento ha recobrado vigor en una lectura que sólo ha sido posible luego del combate contra el analfabetismo y la incorporación masiva de la sociedad venezolana al sistema educativo, pero aún la tarea sigue pendiente en la formación integral inspirada en la doctrina bolivariana.

El manejo de la historia venezolana, es también, en buena medida, el de la colombiana, por eso es imposible separarlas. Además de estos rasgos, existen los de las dinámicas de la cotidianidad, de s micros espacios fronteras, esa que a las márgenes de ríos como el Meta o el Arauca vibrador, como compusiera Pedro Elías Gutiérrez, se entretejen en historias comunes, en una cultura musical que en ritmos como el joropo se extienden en los llanos colombianos y venezolanos. Nuestra cultura en términos generales es similar, y sobre todo en los últimos años hemos sido receptores de una amplia inmigración colombiana fundamentalmente de origen campesino, que se ha visto desplazada por los conflictos armados o que ha encontrado en Venezuela mayores oportunidades laborales. Venezuela ha sido un gran receptor de inmigrantes históricamente, y en los últimos cuarenta años se ha incrementado, fundamentalmente de colombianos, ecuatorianos, peruanos y bolivianos, la gran mayoría dedicados al comercio informal u otras actividades del sector de bienes y servicios.

La dinámica económica con Colombia es terrestre, lo que implica una alta movilidad en la frontera del Estado Táchira o del Estado Zulia, pero también son estados donde la presencia paramilitar ha cobrado un alto número de homicidios y control de algunos municipios venezolanos. En los puestos fronterizos formales el Estado Venezolano tiene a su contraparte colombiana, pero la realidad de la frontera es que su porosidad y fundamentalmente el control colombiano es escaso, por lo que resultan bien apropiadas las palabras del presidente del Ecuador Rafael Correa cuando señalaba que su país limitaba con las FARC y no con el Estado colombiano. Colombia es el principal exportador de cocaína de la región, poderosos carteles que han infiltrado al Estado y que se han derramado a los países vecinos, afectados también por los inmigrantes y la exportación de la violencia. No existe un estudio aún riguroso de cuánto es el costo en vidas y económico del conflicto colombiano para Venezuela, además de las implicaciones por la posición privilegiada de Venezuela que ha sido tomada como puente de los carteles de la droga. Para ejemplo bastaría recordar que en el mes de mayo de 2009 unos 17 dignos militares venezolanos fallecieron mientras hacían patrullaje fronterizo, historias como esa se repiten constantemente ante la ausencia de un vecino capaza de controlar su territorio.

La presencia norteamericana en Colombia no es nueva, desde que las iniciativas de Pastrana dieron lugar a las zonas de distención, la matriz mediática colombiana y la política tradicional abortaron la posibilidad de diálogo con los grupos rebeldes colombianos y permitieron una aplicación directa del Plan Patriota. Ahora fortalecidos por la presencia de Uribe en la presidencia y su Plan de Seguridad Democrática, que de forma curiosa privilegió la legitimación de las fuerzas paramilitares o las llamadas Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) a través del desarme, lo que implicó un fracaso descomunal, siendo Venezuela uno de los principales afectados de los grupos desmovilizados que pasaron a conformar bandas delincuenciales infiltradas a lo largo del territorio nacional e incorporando un elemento de control territorial de distribución de la droga de manera interna. En los últimos años estos grupos paramilitares no sólo han utilizado junto a los carteles el territorio venezolano como puente, sino que han exportado la “colombianización” caracterizada por la toma de barriadas, distribución de estupefacientes e imposición de reglas. Todo esto implica un gasto al Estado venezolano que no sólo debe combatir contra la utilización de la fachada caribeña como puente de exportación, sino que ha incrementado los niveles de criminalidad interna, apoyados en algunos casos por la corrupción de algunas fuerzas policiales.

El discurso en Colombia en diez años ha variado, desde la lucha antinarcóticos hasta la declarada presencia militar estadounidense. El Plan Patriota no es un plan aislado, es parte de la estrategia estadounidense de dominación regional, ante la caída de su hegemonía. Militarmente, el control de áreas sensibles como el Amazonia, las Reservas de Gas y Petróleo en Bolivia y Venezuela, los acuíferos más grandes del mundo, son fundamentales para las grandes trasnacionales y corporaciones que gobiernan en EEUU. A esto le podemos sumar las iniciativas del Plan Puebla Panamá, el fracasado ALCA y la presencia directa en Guantánamo (Cuba), Fuerte Buchanan – Rosvelt Road (Puerto Rico), Comalapa (Salvador), Soto Cano y Palmerolas (Honduras) además de Panamá, Aruba y Curazao. Si enumeráramos los campamentos de entrenamientos en Perú y Guyana a través de las operaciones “New Horizons” y la cercanía a 17 millas de Guyana del USS Kearsage de la IV Flota, podría afirmarse que los riesgos de seguridad para Venezuela son cada vez mayores. La instalación de las bases estadounidense refuerzan el Plan Patriota que tuvo como pretexto detener los carteles de la drogas, luego el terrorismo y ahora claramente reflejado para contener las llamadas fuerzas antidemocráticas de la Región. Uribe pretende exportar la guerra colombiana ya no de baja intensidad, para ello cuenta con el respaldo del Pentágono, que ante la salida de su base instalada en Manta (Ecuador), ha decidido reforzar la presencia militar directa, que facilite las labores de inteligencia en las fachadas Andina y Amazónica, permitiendo rodear en términos concreto a Venezuela para cualquier escenario militar.

El capítulo de la agresión contra el territorio ecuatoriano representó el primer medidor de la situación regional, ante ese escenario se privilegió la salida política, convirtiéndose el grupo de Río en el foro para la superación del impase, los grados del conflicto siguieron subiendo en la medida que los funcionarios colombianos seguían incriminando a los gobiernos de Venezuela y Ecuador como colaboradores directos de las FARC. Lo cierto es que la Región apostó por las vías diplomáticas, en América Latina no se han producido conflictos de enorme escaladas desde el siglo XX, a excepción de disputas territoriales entre vecinos que han conducido a algunas confrontaciones. El segundo capítulo fue el del Golpe militar Hondureño, una aventura hecha por los oficiales formados en la doctrina de seguridad nacional estadounidense y que a pesar de las condenas de Obama, aún mantienen su presencia de colaboración militar directa con los militares golpistas hondureños, lo que implica un doble discurso frente al golpe de Estado, la respuesta de la región fue nuevamente diplomática, caracterizada por la condena de la OEA, pero sin la restitución de Manuel Zelaya..

Desde la aplicación del Plan Colombia, lo niveles de producción de drogas no han disminuido, por el contrario, según alguna cifras no oficiales los incrementos del cultivo de coca han aumentado en 11 a 16 %, lo cierto es que Uribe ha decidido profundizar la salida militar como única opción válida a su conflicto interno afectando de manera directa a los vecinos. La exportación de la guerra viene acompañada de una justificación de violación de cualquier soberanía, además que el paquete de bases militares incluye inmunidad total para los militares estadounidenses que operen en las mismas. Pero no es parte de un plan aislado del resto de la región, en su última gira regional Uribe trató de convencer a los presidentes de los beneficios de las bases, encontrando poco eco a nivel de mandatarios, pero llevándose centimetrajes importantes de los monopolios mediáticos que en casos como el venezolano han ido creando el escenario de aceptación de una posible incursión militar colombiana a Venezuela. Recordemos que Estados Unidos aún está “empantanado” en la Guerra de Irak y fundamentalmente la pérdida de Afganistán ha pasado de ser la Guerra de Obama. En lo inmediato la estrategia parece ser la utilización de un satélite para el recontrol regional, para ello en el escenario mediático se juega en asociar a Venezuela como colaborador militar de Rusia e Irán.

Algunos medios de comunicación privados de Venezuela han aseverado que Chávez negoció bases militares extranjeras, información falseada sobre la cooperación militar que no violenta el artículo 13 de la Constitución Nacional, como el ejercicio conjunto con fuerzas navales Rusas o de Brasil. En este clímax del antibolivarianismo y el antichavismo en Venezuela, los factores de oposición están más cercanos a Uribe que los propios colombianos y dispuestos a defender las bases norteamericanas antes que el territorio nacional; inspirados en la vieja frase de “todo menos Chávez” han comenzado a conspirar contra el propio país de una manera pública.

La preocupación de Brasil ha sido un llamado de atención que obligó a la gira de Uribe, la no asistencia a la UNASUR es muestra de las intenciones de no querer reunirse ni con Venezuela ni Ecuador. Pero el talón de Aquiles lo representa el interés comercial con Venezuela, la reacción del presidente Chávez en la búsqueda de nuevos proveedores ha tocado sensiblemente al Norte de Santander, la manufactura y la pequeña empresa colombiana sufren los embates del congelamiento económico venezolano, que sumado a la situación económica mundial de recesión, prevee indicadores económico oscuros para Colombia y por el contrario alivia la situación de muchas empresas Argentinas que encuentran un mercado seguro para su producción. Podría considerarse desde una perspectiva crítica que la reacción del presidente Chávez ha sido tardía, potenció las relaciones con Colombia haciendo más dependiente en algunos rubros a Venezuela, desde las primeras crisis, la diversificación de proveedores debió acelerarse, el descenso de las importaciones colombianas debió plantearse como tarea prioritaria para evitar desabastecimiento interno. Queda claro que el control del combustible es otra materia de emergencia, estados como Táchira consumen casi la misma cantidad que Caracas, evidencia clara del contrabando producto del costo subsidiado de los combustibles en Venezuela.  

¿Colombia nuestro enemigo? ¿Las FARC nuestros amigo?, está claro que el Estado venezolano es fiel al derecho internacional y partidario de la autodeterminación de los pueblos, por ello no debe interferir en asuntos internos de otros países, pero existe un principio de reciprocidad y de transparencia en el manejo de los temas militares. Mientras que Venezuela ha reequipado las Fuerzas Armadas para combatir flagelos como el narcotráfico originados desde Colombia, la matriz internacional hablan sobre una carrera armamentista. Colombia no le ha explicado a sus vecinos sobre los millones de dólares invertidos en equipamiento militar producto del Plan Patriota, ha tratado de explicar las bases extranjeras y no ha encontrado una respuesta positiva, lo que implica el desinterés por la estabilidad regional. Ante esta situación la República Bolivariana de Venezuela tiene el pleno derecho de considerarse en condición de alerta y tiene carta blanca para adquirir según el orden jurídico venezolano los sistemas de armas que considere necesario para el resguardo de su soberanía. Reforzar las fronteras y proteger sobre todo la soberanía en los territorios en litigios que podrían constituir un detonante para la amenaza militar estadounidense – colombiana. Podría interpretarse como chovinismo exacerbado o una paranoia, pero si analizamos cada detalle a precisión, la mejor respuesta del país es la de fortalecerse en todos los planos, incluyendo el militar; ante la carrera armamentista desenfrenada de Colombia que ha decidido ceder su soberanía a intereses extranjeros y someter a la Región a una amenaza epiléptica de invasiones.

Colombia representa más que un vecino para Venezuela, es una historia común, un área geoestratégica de gran importancia, incluyendo los proyectos energéticos de suministro de gas al occidente venezolano, o una salida al pacífico para Venezuela, pero la política de recontrol norteamericano la ha convertido en un claro satélite y en punta de lanza para el desequilibrio regional, tratando de restarle avance al nuevo modelo geopolítico regional y acceder al control de áreas claves en la dinámica capitalista internacional. En tal caso, los venezolanos tienen el deber de defender a la patria como lo consagra el artículo 130 de la Constitución, pero el artículo 322 aclara que eso incluye a personas naturales y jurídicas que tengan presencia en el territorio nacional, por lo que la actuación de muchos medios de comunicación ante esta situación con Colombia podría ser interpretada claramente como un intento de vulnerar la seguridad de la nación. No se trata de patrioterismo o tener la guerra como principal punto de la agenda, pero una vieja frase de los romanos nos recuerda “Si vis pacem, para bellum” (Si quieres la paz, prepárate para la guerra).




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José Fortique


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