Códigos capitalistas

Cada día seguimos observando “códigos” en el proceso revolucionario venezolano que nos mueven, nos enervan y en el mejor de los casos, nos permiten preguntarnos en qué momento vamos a pensar y en consecuencia actuar, apegado a los principios de lucha social que mantenemos contra el capitalismo y todas sus manifestaciones. En la búsqueda de la calidad, que tanto pregonamos, los detalles son importantes.

En las instituciones del estado, nacionales y regionales, se respira, todavía aires capitalistas. Las estructuras se mantienen como siempre. Organigramas infuncionales, cargos decorativos, además que las relaciones entre sus miembros carecen del sentido social, ya que marginan e invisibilizan al pueblo. Todavía hay oficinas, gerencias, coordinaciones, a puerta cerrada, donde la atención al soberano, protagonista de este proceso, no es posible.

El bendito protocolo, excluyente, discriminatorio, racista, separatista, impera. Las normas van por encima de la solidaridad, del humanismo, de la condición humana. Entonces los líderes, el poder, en un sitio y los “descamisados” por allá lejos, lejos del poder. Pero en este momento, en este proceso, el poder le pertenece al pueblo. Además, debemos considerar que cada posición de poder, no es más que la suma de voluntades, además de los votos, de un pueblo. Parece que ese detalle se ha olvidado.

Muchos de esos códigos imperan en los medios audiovisuales, donde no se permite cabida a olores, sudores y dolores del pueblo, todos quieren continuar mostrando ojos azules, caritas bonitas, plásticas, sonidos manipulados sin “ruidos”, tomas adecuadas, un sinfín de normas técnicas, pero no para buscar la calidad sino para excluir, descartar, separar. El sifrinismo comunicacional es un alerta en los medios revolucionarios.

Debemos reconocer esta realidad, que por cierto, es la consecuencia de tantos mensajes, que, día a día, hora a hora, mes a mes, año a año, han sido enviados a nuestros sentidos con un fin específico. Invadirnos. Algunos pensarán ya en buques, aviones, misiles. No, es una guerra, premeditada, para cambiar nuestros hábitos, costumbres, tradiciones, para convertirnos en consumidores de capitalismo, en todas sus dimensiones. La comida “rápida” es un ejemplo significativo. El bombardeo ha sido bestial y continúa. Ahora con otros fines.

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José Alberto Pinto Coronado


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