Antes que nada, llamemos a las cosas por su nombre y ubiquemos histórica, política y económicamente el surgimiento de MERCOSUR.
El Mercado Común de América del Sur, conformado originalmente por Brasil y Argentina, y ampliado posteriormente con la inclusión de Uruguay Paraguay, surge a mediados de los ochenta como parte de un proceso de integración y conformación de bloque económicos regionales, impulsado por el imperialismo y las más grandes corporaciones transnacionales del planeta. Este proceso se desarrolla en lo que se conoce como globalización o mundialización, que no era otra cosa que una nueva etapa de expansión del capital transnacional, impulsado y potenciado por las nuevas tecnologías informáticas y de las comunicaciones, y que tuvo su máxima expresión en las finanzas. El objetivo de las transnacionales era propiciar grandes espacios desregulados para la producción a bajo costo de mercancías, aprovechando la cercanía a materias primas, fuentes energéticas, mano de obra barata y abundante, nula sindicalización y garantías jurídicas para la inversión. Los productos elaborados en estas zonas serían exportados a escala global. Esta es la época de reimpulso y adecuación de la Comunidad Andina de Naciones, antes Pacto Andino; de surgimiento del Grupo de los Tres (México, Colombia y Venezuela), así como de la Asean, en el sureste asiático, del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (EE.UU., Canadá y México), del Cafta en Centroamérica y el ALCA. Esta etapa de la “integración” en América Latina no tiene nada que ver con la iniciada en los años 60, la cual tuvo un carácter defensivo de parte de los gobiernos de la región, ante el agotamiento del modelo de sustitución de importaciones, como búsqueda de nuevos mercados para la producción nacional.
En síntesis, el MERCOSUR, como otros proyectos “integracionistas” de los 80 y los 90, fue parte de una estrategia del imperialismo y de las grandes corporaciones multinacionales, en el marco de la globalización capitalista.
No sabemos de donde sacó el gobierno venezolano que el MERCOSUR puede ser un mecanismo favorecedor de la integración de los pueblos latinoamericanos y un contrapeso a Estados Unidos y al ALCA. Lamentablemente, ha vendido esta idea por diferentes vías, creando falsas ilusiones en dicho mecanismo, así como en un supuesto “progresismo” de los gobiernos de los países integrantes de dicho mercado comercial.
Creer en el MERCOSUR como vía de integración es a lo sumo una utopía, más aún sabiendo que después de 10 años de existencia este acuerdo comercial fue impulsado por el imperialismo para mejorar el rendimiento de sus empresas, flexibilizando la fuerza laboral, tercerizando y aplicando políticas neoliberales.
Lo cierto es que el MERCOSUR es un acuerdo de integración comercial capitalista, del que se benefician, según algunos analistas, unas 27 grandes corporaciones trasnacionales y sus socias en cada uno de los países que lo integran.
Un estudio realizado en Brasil hace unos años atrás, estableció que el 60% del comercio entre los países socios del MERCOSUR se realizó entre las transnacionales instaladas en cada uno de ellos. El mismo estudio calculó que de 300 empresas que invirtieron o abrieron negocios en algún país del bloque en 1994, el 40% correspondió a transnacionales y un 36% a grandes empresas nacionales, las cuales, en su gran mayoría, son parte integrante de corporaciones multinacionales o dependen de bancos internacionales.
En realidad, los verdaderos beneficiarios del MERCOSUR son empresas como Techint, Arcor, Pérez Companc, Siderar (argentinas), Odebrecht (brasileña), General Motor, Ford, Mitsubishi, Toyota, entre otras transnacionales.
El MERCOSUR y Venezuela
Entre enero y mayo del presente año, las exportaciones de Brasil a Venezuela crecieron un 31% en relación al mismo período del 2006. El pasado año, las empresas brasileñas vendieron 3, 6 billones de dólares a Venezuela, 60% más que en el 2005. De ese total, más de 3,2 billones correspondieron a productos industrializados. El superávit de Brasil en el comercio con Venezuela ascendió a 2,9 billones de dólares en el 2006. De este jugoso comercio quienes se aprovechan son las grandes empresas brasileñas y las corporaciones transnacionales asentadas en ese país. Una de las empresas que más beneficios ha obtenido de este intercambio es Odebrecht, involucrada en la construcción del Metro de Caracas y en puentes sobre el río Orinoco. No son precisamente los pueblos brasileño ni el venezolano los que más se benefician.
Entonces, ¿cuál es el problema fundamental? ¿por qué está en crisis el ingreso de Venezuela al MERCOSUR? En primer término es bueno dejar en claro que en el senado brasileño el PT, el partido del presidente Lula, tiene mayoría junto a sus aliados de los partidos burgueses PMDB, del expresidente José Sarney, PTB de Roberto Jefferson y PP de Maluf. Ese cuento de que es la “derecha” la que pone obstáculos no se corresponde con la realidad. El PT tiene mayoría en el congreso brasileño, y si quisiera aprobaría la entrada definitiva de Venezuela al MERCOSUR. La cruda realidad es que el PT de Lula, entregado de pies y manos al imperialismo, está en completa armonía con la derecha tradicional brasileña, y están prácticamente de acuerdo en todos los temas fundamentales, más allá de algunos intentos de unos y otros por tratar de diferenciarse en algo. Y esto se ve con toda claridad en los escándalos de corrupción, donde la burguesía y sus partidos, sin el menor rubor, le cubre las espaldas a Lula.
Por otra parte, desde nuestro punto de vista, el problema fundamental no es la no renovación de la concesión a RCTV, aunque esto ha sido utilizado por algunos sectores burgueses para oponerse al ingreso de Venezuela al MERCOSUR, y tratar de tomar distancia en alguna medida de Lula, más allá del acuerdo estratégico que tienen con este. La cuestión central tiene que ver, muy probablemente, con presiones de los empresarios venezolanos, cada vez más preocupados por el crecimiento del intercambio comercial con Brasil, que abiertamente favorece a los empresarios del vecino país. La débil burguesía industrial venezolana no estaría en capacidad de competir con las grandes empresas y transnacionales brasileñas, y de allí que estaría presionando al gobierno nacional para que interceda por estas en el contexto del MERCOSUR. Y según parece, el gobierno venezolano habría cedido, tal como se desprende de las declaraciones dadas recientemente por el vicepresidente Jorge Rodríguez, quien dijo: "esperarían algunos sectores que Venezuela desregulara algunos de los elementos que son fundamentales para su economía. El Presidente lo dijo perfectamente claro en su cadena de hace dos días: Venezuela no va a desproteger su economía ni a sus empresarios. Nosotros tenemos una obligación con el desarrollo de este país y también consideramos que dejar a los empresarios venezolanos algarete, en una situación de firma de tratados comerciales, es completamente inadecuado". Estas afirmaciones parecerían confirmar lo que venimos diciendo, y reflejan como el gobierno se coloca en la defensa de la burguesía venezolana frente a la brasileña.
Definitivamente, el camino no es MERCOSUR ni ningún otro acuerdo comercial en el marco del capitalismo regido por las transnacionales. Somos fervientes defensores de la integración, pero no entre grandes corporaciones y transnacionales, sino entre los pueblos y los trabajadores. Para avanzar hacia la Segunda Independencia de nuestro continente, cualquier mecanismo de integración, como el ALBA, por ejemplo, debe servir para conformar un frente de países deudores contra el pago de la deuda externa; para romper con el FMI; para expulsar las transnacionales y defender los recursos naturales y el ambiente; para luchar por la reestatización de las empresas privatizadas, en la perspectiva de conformar gobiernos de los trabajadores y el pueblo en todos nuestros países, para iniciar el verdadero camino del socialismo sin empresas mixtas, ni patronos, ni transnacionales.
*Docente de la UCV y militante del Partido Revolución y Socialismo (PRS)