Implicaciones de la victoria de Obama

El senador Barack Obama ha ganado con claridad las elecciones en Estados Unidos, despertando el entusiasmo de millones de personas, no sólo en aquel país sino en todo el mundo. Parece claro que la base electoral que sustenta su triunfo está constituida por los sectores más explotados y discriminados de la sociedad norteamericana: las llamadas “minorías”, los afrodescendientes, los inmigrantes hispanos y los blancos pobres, la clase obrera, víctimas de la crisis capitalista.

Por supuesto, como todo fenómeno político y social, la victoria de Obama tiene dos caras: por un lado, las expectativas que despertó su candidatura en millones de oprimidos, que lo han convertido en su instrumento “para el cambio” al que aspiran; por otro, la esencia conservadora del stablishment y del aparato del partido que lo lleva al poder.

A riesgo de perder la perspectiva en un análisis antidialéctico, no puede ignorarse ninguna de ambas facetas. Enfatizar sólo la primera y olvidar la segunda, nos conduciría a crearnos falsas ilusiones sobre lo que sucederá con la política norteamericana a partir de ahora, y en los límites reales del “cambio” con que se manejará el presidente electo. Hacer lo contrario, es decir, olvidar el factor de las masas, su acción (el voto a Obama) y sus expectativas, conduce a un error sectario que desprecia el nivel de conciencia con sus avances y limitaciones.

Ambos factores se erigen como un hecho objetivo que no se puede ignorar. Quienes creen que la “obamamanía” es una simple maniobra del régimen norteamericano para renovarse, vendida a través de los medios de comunicación, se ubican en esa maniquea visión de la realidad que ante cada nuevo hecho sólo ve la conspiración de una élite secreta que gobierna al mundo y le niegan cualquier crédito a la acción y la conciencia de las masas. Despreciar a las masas porque creen que son tontas es una actitud típica de la intelectualidad pequeñoburguesa.

Obama es el candidato triunfador de las elecciones porque existe una crisis profunda, no sólo económica, sino política también del imperialismo norteamericano. Crisis que, obviamente, la clase dominante norteamericana no desearía, pero que incluso a ella se le presenta como un hecho objetivo, que no puede controlar e intenta maniobrar con lo que tiene. Pero también es una crisis porque objetivamente las masas norteamericanas están en un proceso de ruptura y descreimiento con los políticos de Washington y sus partidos.

No olvidemos que Obama no era la primera opción de la nomenclatura del partido demócrata, sino la senadora Hillary Clinton. Obama se impuso en la primarias demócratas porque levantó una crítica más radical que Hillary, tanto a la guerra en Irak como al manejo corrupto de los políticos de Washington. Por eso las bases obreras y populares, y de manera particular la juventud, lo hicieron su candidato y lo impusieron hundiendo el proyecto cuidadosamente construido por los dirigentes demócratas con Hillary.

Por supuesto que, en la medida que Obama se constituía en fenómeno político, fue ampliándose el círculo de la oligarquía yanqui en su entorno. La postulación del senador Biden a la vicepresidencia graficó claramente el hecho, así como la atenuación de sus críticas una vez aseguradas las primarias. Lo cual hizo caer sus intenciones de voto al punto de ir perdiendo al momento de realizarse las primarias republicanas. Pero nuevamente fue catapultado gracias al destape de la profunda crisis financiera entre septiembre y octubre.

¿Qué expresa el voto de más de 50 millones de norteamericanos y el júbilo con que fue recibida esta victoria electoral en todo el mundo, desde Kenia hasta Cuba? No son simples “ilusiones”, son las profundas aspiraciones revolucionarias al cambio, al “otro mundo posible” de los oprimidos. Todo un programa revolucionario.

Primero, la votación refleja un profundo rechazo a 500 años de explotación y discriminación contra la gente de “color” en uno de los países más racistas del mundo. La victoria de Obama es sentida por negros, hispanos, indios, mulatos, de todos los continentes como una victoria democrática contra el racismo. De ahí el júbilo de muchos por esta victoria. Es inevitable la comparación con el triunfo de Mandela en Sudáfrica. Esto no cambia la esencia capitalista del sistema norteamericano pero, qué duda cabe, es un triunfo democrático.

Segundo, quienes le votaron exigen del nuevo presidente un cambio real en la política económica: fin de los beneficios para los monopolios, en especial los petroleros y a los clanes financieros, principales beneficiarios de ocho años de gobierno republicano, ayudas a las familias pobres, a los que están en riesgo de perder sus casas, empleos y defensa de la industria, seguro médico universal, jubilaciones.

Tercero, son cincuenta millones que aspiran a un cambio en la política exterior norteamericana, empezando con el fin de la genocida guerra de Irak y Afganistán, por el fin del unilateralismo de Bush, por el respeto a las instituciones y a la legalidad internacionales, por el fin del “libre comercio” que sólo favorece al capital financiero. ¿Cuántos cubanos de Florida votaron esperando el fin del bloqueo a la isla?

Cuarto, los inmigrantes y sus familias en América Latina (que dependen de las remesas) aspiran a que cese la persecución inhumana que les ha deparado Bush, y se cumpla el compromiso de no expulsar, sino legalizar a los millones que llevan años trabajando en Estados Unidos.

Quinto, los ecologistas y quienes comprenden el desastre al que nos conduce la depredación salvaje sobre la naturaleza que realiza la globalización capitalista, esperan medidas concretas de control a la emisión de gases de invernadero, a las empresas mineras, etc.

Sin duda, Obama acabará decepcionando a muchos. Sus compromisos con la burguesía norteamericana y de su propio partido marcan un límite real a lo que va a ser su presidencia. Seguramente veremos cambio de matices: un multilateralismo en política exterior (que ya la crisis impuso al propio Bush, de ahí la Cumbre Económica de este mes), una retirada ostensible pero no total de Irak, ciertas políticas sociales a lo interno.

Pero la victoria electoral que hoy se adjudica el pueblo norteamericano a través de Obama, combinada con la segura inconsecuencia del futuro presidente en cumplir estas aspiraciones, sienta las bases para saltos adelante en la conciencia de millones de oprimidos, para que se den nuevas formas de lucha y de organización. Así sea dentro del marco electoral burgués, millones han descubierto que su acción es capaz de hacer cambios, y que éste es posible. Eso es lo importante y lo que hay que celebrar.

El autor es dirigente del Movimiento Popular Unificado (MPU) de Panamá y del concejo editorial de Revista de América.



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Olmedo Beluche


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