En
momentos tan difíciles, muchos líderes se atreven a individualizarse
para convertirse en tiranos y para ello usurpan el poder en un gran
asalto y eso se llama dentro del mercado teórico negro: Sistema dictatorial.
La causa habla y practica la emancipación, igualdad, justicia y unidad y lo hace en un lenguaje deductivo, sintetizador que la distancia de la anarquía, porque propone desde la mirada científica y futura como la razón establece los códigos de un nuevo orden vivible para unos pueblos que necesitan despertarse, porque en efecto Bolívar que ha sido un analista sociológico tiene la visión exacta del negativismo y de las características que como consecuencia de siglos de tiranías e ignorancia importada han desarrollado estos mismos pueblos, además de reconocer que no sólo carece de talentos y virtudes sino que no conoce su verdadero interés privado por no haber tenido ni siquiera la oportunidad de una tiranía activa y doméstica, él sabe que nuestros pueblos han vivido en la mayor abstracción de los asuntos públicos, condenados a los vicios, a la superstición y a la maldita opresión por parte de ese despotismo, por lo tanto nuestros pueblos carecen de la sabiduría y de la virtud libertaria, pero el mismo Bolívar propone que una de las condiciones para salir de esta horrenda condena, de esta incapacidad de carácter permanente, es a través de un largo proceso educativo y no justificó nunca jamás dentro de su teoría o de sus actos la Constitución de un gobierno despótico.
La
causa muestra la escena de lo mítico para la construcción de lo moderno,
da a conocer la potencialidad de lo arcaico en los bajos fondos de lo
nuevo, la amedrentadora necesidad del caos para crear un orden distinto
y salvador. La revolución Bolivariana expuso históricamente ese rostro
unitario como único camino racional hacia la democratización, liberación
y conciencia defensiva y la causa lo lograba a través del avance redentor
de aquello que se vivía y que no era otra cosa que fanatismo, delirio,
opacidad, mantenido dentro de toda la sociedad con una furia incontenible,
hasta tal punto que se hacía intolerante a la rebeldía que la llevaría
a ser libre, igual y justa.
La
nueva razón enunciativa de un mundo libre, asumía el doloroso parto
de fundar un continente, pero para ello era necesario eliminar el espectro
del pasado, dominarlo, fundar la nueva razón sobre aquellas bases la
convertiría en un cuerpo artificial.
Aparece
entonces el combate de las dos razones, la de unir y hacer un solo continente
y la razón de desparpajar al mismo en pedacitos, Bolívar crea entonces
el contrasentido de la razón e intenta desesperadamente subsanar, a
costa de incorporarle a la causa una mítica vencedora que sea capaz
contra esa destrucción, a costa de que la causa sea una proyección
de los arquetipos de los orígenes. Contrasentido de su misma revolución,
que sin conciencia de ello todavía, se inicia con afanes restauradores
de lo perdido, la causa conoce el dolor que traerá la separación,
pero cree en su poder para vencer esta obstinación y para ello toma
el camino dictatorial. Es el acto de la angustia frente al acto de la
tragedia, la causa y su líder siente que el futuro que se avecina para
los pueblos es trágico porque comprende esas consecuencias como destino
irreversible, entiende que el permitir la desunión entraría en juego
la fatalidad, de ahí que por este intermedio político busque
reconciliar lo quebrado, previendo el fracaso en tal empresa, pero sintiendo
la inconmensurable dignidad de intentarla y sobrevivir como testigo,
como genio salvador del destino para las naciones que ya están unidas.
Ahora
bien, como el nominalismo metodológico exige que en los términos utilizados
no se refieran a esencias sino a hechos y, por tanto que tengan un significado
descriptivo y no emotivo o prescriptivo, vamos a tomar una posición
argumentada y ética acerca de la superioridad de la causa Bolivariana.
Bolívar en su actuación histórica, como dictador, no se le puede
calificar como “usurpador” o “gorila”, él ante la
historia que hizo tiene un justo título que nada ni nadie podrá
borrar, Bolívar es designado por el pueblo y por la autoridad que constitucionalmente
tiene competencia para hacerlo, su poder, aunque concentrado y no sometido
a la legislación ordinaria, que queda temporalmente suspendida, fue
transitoria y finalizaba al vencerse el lapso estricto y relativamente
breve para el que había sido nombrado, o antes, si ya habían sido
removidas las circunstancias extraordinarias que lo habían justificado,
tal y como fue la rebelión interna que se desató contra el gobierno
Bolivariano.
Conociendo
a fondo la causa y la directriz política del pensamiento de Bolívar,
quien señaló claramente este peligro y alertó contra él.
Hoy la historia justifica la razón de ese procedimiento y la aceptación
por parte del líder para convertirse en un dictador democrático que
necesitaba salvar del caos a un nuevo continente.
Este
caso no entra como lo señalan muchos autores liberales que justifican
en ciertas circunstancias y para ciertos pueblos un gobierno “despótico”,
“tirano”, “usurpador” y de ahí que muchos apologistas
de las dictaduras han tratado de legitimarlas a partir del pensamiento
bolivariano.
Bolívar
no es un usurpador ni su causa se tiraniza, como ya lo expliqué
anteriormente, Bolívar proclama reiteradamente el principio de la soberanía
popular y rechaza toda forma de tiranía o despotismo, en especial el
despotismo militar. Aceptó aquella suspensión de garantías,
tal y como ocurre hoy en día cuando el sistema democrático se encuentra
en peligro, se necesitaba tiempo para salvar la causa, para la seguridad
social y la estabilidad, era necesario huir de aquel peligro donde ungía
ya una tiranía monocrática y una anarquía bestial mantenida, alimentada
y vestida por la demagogia de aquellos partidos que apenas nacían.
Afanosamente bolívar y la causa trataban de evitar el nuevo feudonacionalismo
que vino, porque eso fue lo que crearon los adversarios de Bolívar
y su causa.
Así
que es necesario comprender el pensamiento político Bolivariano para
poder entender la acción política de Bolívar, es más su dictadura
como el propósito que la alentó fracasó, antes ciudadano que
rey, era el principio y su virtud, su respeto por la opinión pública
que él había liberado y la pena que le causaban las censuras de la
prensa cuando en ellas se le tildaba de déspota y tirano, hacía que
aún siendo el dictador nombrado por el pueblo, pudiese ser el implacable,
como lo fue con sus enemigos extranjeros. El líder indiscutible de
Latinoamericana mantiene por siempre su vocación democrática y probablemente
por esta acción es que muchos escritores mencionan hoy, tanto sociológicamente
como políticamente, que la doctrina Bolivariana es una utopía abstracta
e irrealizable.
Cuando
Bolívar asume su responsabilidad de dictador le dirá a uno de
sus más fieles amigos:
“La
historia nos dice que las conmociones de los pueblos han venido todas
a someterse a un orden fuerte y estable. Usted vio esa revolución de
Francia, la más grande cosa que ha tenido la vida humana, ese coloso
de las más seductores ilusiones; pues todo eso cayó en el término
de ocho años de experiencias dolorosas. Observe que aquella revolución
era nacional, era una propiedad de los franceses y, sin embargo, ocho
años y un hombre le pusieron término y le dieron una dirección enteramente
contraria. Y si nosotros hemos necesitado del doble y algo más de tiempo
es porque nuestro hombre es... infinitamente más pequeño que el de
Francia y necesita de diez veces más tiempo que Napoleón para hacer
mucho menos que él. Es, pues, la causa de nuestra prolongada revolución
y de nuestra precaria existencia la que menos se imaginan mis enemigos.
Acuérdese usted de lo que le digo: Colombia se va a perder por la falta
de ambición de su jefe; me parece que no tiene amor al mando y sí
alguna inclinación a la gloria, y más aborrece el título de ambicioso
que a la muerte y a la tiranía”.
Y
en su proclama como dictador les dice a los pueblos:
“¡Colombianos! No os hablaré nada de libertad, porque si cumplo mis promesas seréis más que libres, seréis respetados; además, bajo la dictadura ¿quién pude hablar de libertad? ¡Compadezcámonos mutuamente del pueblo que obedece y del hombre que manda solo!”
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