Pero lo importante de la causa Bolivariana en este aspecto es la utilización de la tendencia concreta porque investiga la realidad en el sentido más amplio. La actitud de Bolívar ante aquella perversa proposición es crítica. En ningún momento acepta el oscurecimiento de la realidad. No se vende, no se entrega, no hace tratados de pacificación a menos que se reconozca la independencia y se le otorgue los derechos a nuestros pueblos como libres y soberanos y precisamente aquí encontramos el pragmatismo Bolivariano. Toma la realidad como racional porque es real. Su respuesta se dirige hacia los derechos trabajados y ganados baja la lucha, hacia las leyes y los mecanismos de la realidad. Toma las tendencias visibles, los procesos reales y basa en éstos su proyección. Bolívar está dentro y sabe lo que está haciendo.
El 26 de Noviembre de 1820 en solemne ceremonia Bolívar firma el Tratado de regularización de la guerra y lo hace en Trujillo donde siete años atrás había lanzado su famoso documento político de Guerra a Muerte.
Firmado el armisticio el conde de Cartagena, Morillo, continuaba creído de que aún podía darle un vuelco político favorable a España, y aferrado a ese sentimiento arrogante de superioridad, solicitó una entrevista a Bolívar, en la cual esperó obtener por la influencia de su persona, todo lo que no había podido lograr en los campos de batalla. Pensó que Bolívar se halagaría solo de estrechar su mano, la mano que representa al rey español en Latinoamérica, que este jefe de los insurgentes, se deslumbraría y agradecido cedería a sus requerimientos y se sometería a la constitución de Cádiz, esa fue su esperanza y animado de esa subestimación solicitó la entrevista. Que lejos estaba este conde español de Bolívar, el latinoamericano que sembraría para siempre la libertad en la conciencia de los hombres de ese momento y en los del provenir. Que lejos de la realidad del proceso histórico social que venía operando y luchando la causa Bolivariana en los países latinos. Esta causa se levantaba en una marcha gigante para borrar del escenario de la historia a sus explotadores y hacer reinar la justicia, la realidad y la igualdad.
La entrevista histórica se realiza en Santa Ana, Morillo sale de Carache en la mañana del 27 de noviembre con destino a la cita, va vestido de gala, en su pecho cuelgan todas sus condecoraciones y va escoltado por un batallón de húsares y rodeado de un estado Mayor de cincuenta oficiales superiores todo de gala también.
Morillo llega primero, en el sitio está O’Leary quien le informa que Bolívar no demoraría, éste dirigiéndose a O’Leary le interroga:
-¿Qué escolta trae Bolívar?
-Viene acompañado de doce oficiales y los comisionados que usted mandó para negociar.
-Bien dijo Morillo muy pequeña creía yo mi escolta para aventurarme hasta aquí; Bolívar me ha vencido en generosidad. -Que se retire el batallón de húsares.
En ese instante una nube de polvo se levanta en la colina divisándose la comitiva de Bolívar. Morillo nuevamente interroga:
-¿Cuál de todos es Bolívar, pues llevo seis años combatiendo y no le conozco?
-El que viene en la mula y vestido de campaña le contesta O’Leary.
-¿Cómo? ¿Ese hombre pequeño de uniforme azul y montado en una mula?
No había terminado su interrogación cuando Bolívar ya estaba a su lado, los dos generales desmontan y se abrazan estrechamente, luego se dirigen a una casa donde se le había preparado un almuerzo. Morillo no desperdicia el momento, la cordialidad de las conversaciones lo anima y ante el jefe de los rebeldes latinoamericanos, comienza a señalar cuán grande era la generosidad del rey, su señor, al ofrecer a las colonias, como conclusión de esta sangrienta e inútil guerra entre hermanos, una paz honrosa y la seguridad de que bajo los principios liberales de la constitución de Cádiz, los rebeldes adquirirían los privilegios y preeminencias por cuya conquista se habían lanzado a la insurrección. Morillo ofrece a Bolívar honores y recompensas, al lograrse la paz propuesta.
Bolívar responde a Morillo que sólo la libertad podía, en el mundo moderno, unir a Latinoamérica y España; que pretender la conservación del lazo colonial era tanto como aspirar a revivir edades ya pasadas, las edades de la conquista. Si España reconoce la independencia, se habrá ganado para siempre el amor de los latinos, y este amor encontrará un vínculo de unión mas fuerte que la carta de Cádiz y su antiguo título de conquistadora.
Morillo borra toda posibilidad de un entendimiento no debate, la precisión de la causa, su justificación, sus argumentos y realizaciones eliminan de su espíritu toda esperanza. Queda impresionado de la altura decisiva de Bolívar, era una persona totalmente diferente a como él se la había imaginado, esto aumenta su pesimismo, tanto, que en la comunicación reservada que redacta al gobierno de Madrid expone la siguiente opinión a quien antes había llamado “bandido”: “Nada es comparable a la incansable actividad de este caudillo. Su arrojo y su talento son sus títulos para mantenerse a la cabeza de la revolución y de la guerra; pero es cierto que tiene de su estirpe española rasgos y cualidades que le hacen muy superior a cuantos le rodean. El, es la revolución”.
Morillo no pudo olvidar jamás aquel día, especialmente el momento del brindis, cuando él levantó su copa y expresó: “Castigue el cielo a los que no estén animados de los mismos sentimientos de paz que nosotros”. Inmediatamente Bolívar levanta la copa mirándolo fijamente brinda: “Odio eterno a los que deseen sangre y la derramen injustamente. Por la heroica firmeza de los combatientes de uno y otro ejército”.
Allí en aquel sitio histórico se acordó levantar un monumento para conmemorar la célebre entrevista y allí en Santa Ana, la causa expuso toda su energía, vivió el momento en que los oprimidos levantaron la bandera que clamaba justicia, libertad, cultura y soberanía y fue Bolívar la historia presente y fue pueblo latino porque fue revolución.
De esta entrevista dijo un día Bolívar a Perú de Lacroix. “Que mal han comprendido y juzgado algunas personas, aquella célebre entrevista. Unos no han visto, por mi parte, ninguna mira política; ningún medio diplomático, y solo el abandono y la vanidad del necio; otros lo han atribuido a mi amor propio al orgullo y a la intención de hacer la paz a cualquier precio y condiciones que impusiera España. ¡Que tontos y qué malvados son todos ellos! Jamás, al contrario, durante todo el curso de mi vida pública he desplegado más política, mas ardid diplomático, que en aquella importante ocasión; y en esto, puedo decirlo sin vanidad, creo que ganaba al general Morillo, así como le había ganado en casi todas sus operaciones militares...Fui a aquella entrevista con una superioridad en todo sobre el general español el general; fui, además, armado de cabeza a pies, con mi política y mi diplomacia bien cubierta con una grande apariencia de franqueza, de buena fe, de confianza, de amistad, pues bien es sabido que nada de todo esto podía yo tener para el conde de Cartagena, y que ninguno de aquellos sentimientos pudo inspirarse en una entrevista de algunas horas. Apariencias de todo esto es lo que hubo, porque es de estilo y de convención tácita entre los diplomáticos, pues ni Morillo ni yo fuimos engañados sobre aquellas demostraciones; solo los imbéciles lo fueron y lo están todavía”.
El 17 de Diciembre de 1820, dos semanas después de la entrevista, Morillo se embarca en el Puerto de la Guaira rumbo a España, dejando el mando al general La Torre. Antes de partir recomendó al nuevo jefe imperial defender a Puerto Cabello a toda costa, pues aún creía que a última hora pudiese realizar el reembarque de las fuerzas expedicionarias.
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