Toda Revolución es un proceso dialéctico, perfectible, contradictorio, difícil, de “ir y venir”, de revisión constante, de perseverancia y constancia, de alegrías y lágrimas, de solidaridades, de liderazgos comunales, locales, distritales, estadales, nacionales y de la presencia y relación del líder del y con la sociedad. Es, la Revolución, un proceso continuo e inevitablemente de cambios profundos que puede ser local, regional, nacional e internacional como la Historia nos lo ha enseñado; es por ello que oír y escuchar a los opositores de cualquier Revolución al proceso evolutivo-histórico del desarrollo de las sociedades es no solo importante sino imprescindible porque al entrar en conocimiento de sus pensares podremos conocer con mayor profundidad algunos de nuestros errores y debilidades que es por donde, generalmente, se manifiesta cualquier sector social que se oponga a la Revolución aun cuando se manifieste, esa Revolución, en y para el progreso humano inevitable.
Decíamos que cuando la Revolución Bolivariana comenzó sus andares se avocó a los cambios en la superestructura, es decir, en el fundamento jurídico que guía la Nación, es decir, la Constitución. En ese marco, nos vamos a permitir algunos comentarios personales. Durante los últimos años de la 4ta República en sectores limitados de los sectores políticos había cierto grado de conciencia en la necesidad de, permítasenos, por ahora, usar este vocablo: “cambiar” la Constitución. Consideramos que ese sector era minoritario quizás porque no se avocaron, seriamente, a convencer, en público ni en privado, a sus “colegas” de la necesidad de asumir los “techos” a los que se había llegado con la Constitución aprobada en el pasado de los principios de la “democracia-representativa”. El diálogo dialéctico entre lo que sucedía en el antiguo Congreso y los movimientos de calle denominados “democracia en la calle” manifestaban dos realidades: el “ladrillo” en Miraflores y el “Poder Popular”. Era una contradicción que no encontraba un “punto común” de diálogo, de acuerdo, de negociación, de decisiones; era una realidad inevitable caminando hacia la “Rebelión de las Masas” que se manifestó, como es de conocimiento, en el 27 de Febrero (1989) con el Poder Popular y el 4 de Febrero (1992) con Hugo Rafael Chávez Frías, Francisco “Pancho” Arias Cárdenas, y otros militares patriotas, independientemente, que algunos de ellos, por conciencia, se hayan volcado, posteriormente, hacia otros paradigmas. Pero el problema de fondo radica en que aquella Constitución de la 4ta República nació con su deceso incorporado por razones históricas; nació con profundas contradicciones que se iban a manifestar, incluso, en el propio seno de la dirigencia política de las derechas venezolanas cuando las izquierdas socialdemócratas tenía algún peso específico en Acción Democrática; aún así, cierto sector de las derechas criollas propusieron en Cámara de Diputados las tesis de la “Reforma” frente a ese importante movimiento político nacional que se adscribía, con propio estilo, a las tesis de la Revolución quizás en el marco de un “Gran Frente Nacional” cabalgando sobre políticas de la Internacional. Las presiones sobre las tesis reformistas, por diferentes razones aún no estudiadas ni analizadas, fracasaron caminando hacia los exilios dorados de las “Siete Colinas”. A partir de aquellos momentos, se consolidó la Constitución de la democracia-representativa neoyorquina, se controló y manejó al sector militar pro-Guerra Fría, se sentaron las bases del capitalismo no reformista sino dependiente (visitas de Nixon y programa Kennedy) caminando hacia la “neo-colonización” de Venezuela como “país petrolero”. Para aquellas fechas las petroleras internacionales tenían estudios sobre las realidades de reservas de crudo en Venezuela. Pero, aun en ese escenario favorable a ese Gobierno que no era ni de izquierda ni de derechas, las sociedades venezolanas se manifestaban según su propia tradición histórica de “rebeldía permanente”, es decir, el inconsciente colectivo permanecía y estaba por encima de las pequeñas pequeñeces neoyorquinas y puntofijistas. En última instancia, las contradicciones de la “conciencia histórica revolucionaria” del pueblo venezolano se manifestaban en oposición a una no-conciencia y/o seudo-conciencia. Esta no-conciencia comenzó su transformación con el “Ta barato” de CAP lo que es un importante dato para la revisión de nuestra conciencia revolucionaria actual, es decir, conciencia bolivariana y socialista. En ese marco de estudio se nos presentan varias e importantes realidades que nos permiten conocer, estudiar y, en consecuencia, tratar de desarrollar una aun más profunda conciencia revolucionaria, bolivariana y socialista, en el proceso post-elecciones del 26-S.
En primer lugar, cabría la pregunta ¿cuál fue la conciencia impuesta por el Gobierno de don Rómulo Betancourt? ¿Fue una conciencia en el marco de Barranquilla, de sus posiciones trostkistas, de sus adherencias frentistas, de una socialdemocracia post-Guerra Mundial, de su pragmatismo “feroz y absurdo”, de profundo complejo de clase revestido por las indiferencias pero añorando sus paseos por la 5ta Avenida? Mientras sus papeles permanezcan bajo la óptica de otros, jamás podremos conocer cuál conciencia quiso imponer e impuso, temporalmente, don Rómulo, durante su control del Estado y del Gobierno venezolano hasta la aparición de Carlos Andrés Pérez. En el marco de ese escenario, también, cabría la inquietud de conocer sobre los porqués de una izquierda en permanente contradicción de clases; los porqués de los empujes de aquel sector socialdemócrata radicalizado desde las cárceles perejimenistas; conocer las verdaderas influencias en el pensamiento y no en las tácticas provenientes de El Caribe; conocer las razones y razonamientos del ¿Por qué se dividió el PCV?; e incluso de aquellas tesis pro-Primaverales de quienes a la postre se tornaron en adictos al consumo y al “consumismo imitando a nuestras clases sociales ilustradas”. No son tiempos de “pecados-confesiones-penitencias” aún en el marco del escenario electoral-parlamentario sino de conocernos para las “contradicciones y diatribas” por venir post-S-26 que serán las realidades cuando tengamos que “apretarnos el cinturón” para dialogar tanto con las prácticas de las democracias participativas y populares en la Asamblea Nacional como enfrentar los fuertes vientos en oposición que se destaparán y desatarán como tempestades para socavar el proceso revolucionario frente a los reales resultados que podrán obtener las derechas venezolanas. Nos explicamos.
Hugo Rafael Chávez Frías, como Presidente del PSUV y líder de la Revolución Bolivariana, como ciudadano venezolano y como político con experiencia formal en el sector militar, ha venido, a lo largo de este año, demostrando como es la praxis del socialismo tanto como responsable en la conducción del país dada, esa responsabilidad, por el Poder Popular; además, como líder del proceso revolucionario que con esa praxis ha impulsado una conciencia revolucionaria al “conjunto revolucionario” y, por lógica, a aquel sector de la sociedad que se opone, no solo a las políticas revolucionarias-bolivarianas sino también a la propia Revolución Bolivariana tanto a los niveles de la superestructura como en la estructura. ¿Por qué expresamos lo antedicho? Hugo Rafael Chávez Frías solamente ha venido aplicando, como Jefe del Gobierno, la normativa legal aprobada por la Asamblea regida por aquella “democracia de calle” en su nueva modalidad; además, la aplicación de las propias políticas que han nacido del trabajo cotidiano y arduo desde el Ejecutivo. Pero ¿Por qué esa praxis ha tenido el éxito demostrable en los sectores sociales sin distingo de clase? ¿Por qué el fundamento de ese trabajo se sostiene en el ideario socialista; es decir, Hugo Rafael Chávez Frías y todos(as) los revolucionarios han consolidado sus decisiones en “la conciencia socialista”? Pero ¿Qué es “la conciencia socialista”? Tratemos de proponer algunas ideas.
Básicamente, podríamos aceptar que en la actualidad venezolana se manifiestan dos (2) conciencias: la conciencia socialista y la conciencia capitalista. La conciencia capitalista se ha venido desarrollando desde, podríamos proponer, el descubrimiento del petróleo en Venezuela; si ello se acepta, tendríamos que aceptar que previo a aquel “hecho histórico”, las mentalidades del pueblo venezolano, aun cuando no fueran lineales, se mantenían en una “etapa histórica” que podría considerarse como una especie de “melting-pot”, es decir, conciencias apegadas a lo telúrico, a lo citadino, a una godarria siempre decadente y parasitaria, fundamentalmente. Con la aparición del petróleo se comenzó a desarrollar una conciencia sui-generis por dos variables importantes: la presencia cultural de factores extranjeros en los sectores sociales afectados por el desarrollo de los paradigmas relacionados con el desarrollo “aguas arriba” de la industria petrolera y un factor íntimamente relacionado con la migración de sectores sociales campesinos hacia zonas de desarrollo petrolero tanto como a zonas urbanas. En ese escenario se desarrollaron dos estadios de conciencia: los piti-yanquis denominados, posteriormente, como “mayameros” para transformarse en la actualidad como “vende-patrias”. Disculpen no entremos en la profundad sino en el señalamiento de esas tres etapas de la conciencia de un sector de la sociedad venezolana. El otro “conjunto-conciencia” se seguía sustentando en lo telúrico, en lo histórico, en las contradicciones de una mezcla de “dependencia” con el factor “consumismo alienado”, de rebeldía perenne cuya máxima expresión es Hugo Rafael Chávez Frías y el cenit en el 4 de febrero. Entraron en contradicción ambas conciencias y se expresaron, libremente, en elecciones cuando Chávez Frías alcanzó el triunfo a la Presidencia de aquella República en decadencia.
El proceso-conciencia desde ese triunfo se comenzó a desarrollar con la Constituyente y las contradicciones comenzaron a emerger radicalizándose con el “Golpe del 11 de Abril” obligando a la conciencia “histórico-telúrica” a reaccionar sin violencia el “Día de la Dignidad”, el 13 de abril. Primero con William Lara y, posterior, con Cilia Flore, la novel Asamblea revolucionaria en sus labores legislativas han venido, antes y ahora, introduciendo “conciencia revolucionaria y socialista” en las leyes aprobadas y ejecutadas en las responsabilidades del Ejecutivo Bolivariano. En ese contexto, sería importante extraer el contenido y significado de esa conciencia en esas leyes socialistas para crear teoría política, desarrollar y profundizar los paradigmas obligados para seguir profundizando no solo el proceso revolucionario bolivariano sino, a su vez, profundizar en ese marco de ideas que conforman la conciencia revolucionaria; es por ello la importancia que se presenta en las elecciones del 26-S por dos razones: la primera es continuar con el proceso revolucionario con la profunda renovación legislativa con cuadros revolucionarios con mayor experiencia en la cotidianidad revolucionaria. La otra razón es la realidad de la presencia de una conciencia de carácter capitalista que se opone, militantemente, al proceso revolucionario favorecedor de toda la sociedad venezolana.
Usted decide!!
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