Y sería más grata
la celebración, si tal independencia fuese algo concreto, tangible,
cotidiano. Pero, lamentablemente no es así. Las muestras continuas
de la esclavitud mental, ideológica, personal y mundial, son su desmentido
permanente. Veamos:
- La mayoría de las personas, incluyendo (lamentable y tristemente) a quienes nos gobiernan) asimilan el “Buen Vivir” con la exacerbación del consumismo, la obtención de bienes electrodomésticos y la acumulación de aparatos de última tecnología, sin siquiera tener en cuenta que esta filosofía ancestral (sumak kausay) nada tiene que ver con este tipo de actitudes. La naturaleza y su cuidado, nuestras acciones solidarias, las garantías de una alimentación sana y suficiente, la satisfacción de las verdaderas necesidades humanas, quedan soslayadas por el impulso capitalista de tener y tener… Esclavitud capitalista.
- Seguimos consumiendo los mismos libretos y argumentos denigrantes para la mujer, la familia y nuestras costumbres o tradiciones, a través de novelas, programas y películas da calidad cada vez más miserable. Se incrementan las escenas de sexo promiscuo e inseguro (especialmente entre jóvenes que escasamente acaban de dejar los juguetes de la infancia), la deslealtad y la traición como cosas cotidianas, la violencia (especialmente la de género) como algo condenable pero “necesaria”, el arribismo y la búsqueda de lo material por encima de lo espiritual. El dinero fácil y malhabido…Esclavitud mental.
- Aún nos entusiasmamos si algún(a) deportista nuestro logra entrar en los equipos denominados “de primera”, ubicados, por supuesto, en Europa o Estados Unidos. Se reportan, diariamente sus hazañas, logros y progresos. Sin embargo, siguen sin aparecer los avances, éxitos y construcciones que se dan en el marco del deporte comunitario. Es decir, seguimos invisibilizando a nuestro pueblo. Sigue siendo víctima de una manera muy “elitesca” de ver la realidad. Esclavitud física.
- Más increíble es la reacción si a nuestro país llega un(a) artista (o un regalo suyo, autografiado por demás), con fama internacional, de renombre en el celuloide o en los espacios de MTV. Ahí si es verdad que perdemos toda compostura. La farandulería sale a flote. Les asignamos un valor e importancia tal que equipara sus actos, logros o ejecutorias con aspectos a ser imitados. Si el regalo o personalidad en cuestión se relaciona con nuestro líder, entonces el revuelo es mayúsculo. Sin embargo, si los regalos o visitas son de nuestros cultores o cultoras populares, el silencio apremia. Nadie se entera. El olvido y la ignorancia les espera con los brazos abiertos. Esclavitud farandulera.
- La mayoría de nuestra gente (dirigencia incluida) prefiere decir que vive en una urbanización que en un barrio, porque aquella da más caché. Igualmente, sigue comprando las prendas que usa según sus marcas, transformándose en vallas publicitarias ambulantes y gratuitas, de un estilo de vida que nada tiene que ver con lo que promueve nuestro proceso. Esclavitud mercantilista.
- Ante hechos imperialistas violentos, injustos y transgresores de la autodeterminación de los pueblos, solemos tener posturas cómodas, poco comprometidas y que no nos dejen mal. No somos capaces de imaginar ni prever que esas situaciones se pueden repetir en nuestro territorio. Es más fácil creer lo que “dicen los medios”. Consumir sin anestesia y sin tapujo, las historias de malvados que merecen ser asesinados sin fórmula de juicio o pueblos que ameritan ser bombardeados y saqueados con el fin de salvarlos (asesinándolos) de una muerte segura a manos de supuestos o ciertos dictadores. Esclavitud mediática.
- En nuestro país ocurren cientos de asesinatos contra el campesinado que lucha por sus tierras y eso…no es noticia. Salvo honrosas excepciones, algunas páginas relacionadas con estos hechos ven la luz, pero la indiferencia estatal, personal y colectiva ante la sistemática criminalización de dicha lucha, raya en lo imperdonable e injustificable. La impunidad campea. Esclavitud jurídica.
- Los alimentos que consumimos, las semillas e insumos que utilizamos para producir, las maquinarias, los conceptos, entre otros, son mayoritariamente importados, con el subsecuente impacto sobre la seguridad y soberanía alimentarias. Justo es decir que se han hecho intentos de salir de esos modelos, pero los efectos aún son incipientes. La mentalidad del personal que labora en el agro fue sometida a un bombardeo ideológico que privilegia el monocultivo, el uso excesivo de químicos, la tala, la quema y la destrucción de la naturaleza, frente a modelos más amigables y respetuosos del ambiente. Esclavitud ecológica.
Así, pudiéramos seguir
enumerando casos y cosas que denotan lo lejos que estamos de ser independientes
y la ardua tarea que aún queda por hacer en nuestra revolución para
que alcancemos verdadera soberanía y libertad.
Mientras, trabajemos
intensamente por la independencia y soberanía individuales (soltemos
nuestras amarras) para ir logrando las respectivas, en lo colectivo.
Los pueblos sabemos
pa’ donde vamos…
(*) Frente de Izquierda Revolucionaria Alberto Müller Rojas
Movimiento Continental Bolivariano-Capítulo Aragua