Sin embargo, insólitamente, la oposición venezolana solo le ofrece esto:
- Una candidata que vende un purgante como si fuera polivitamínico. Cual se tratara de un planteamiento novedoso, trata de seducir a las pocas gentes que la siguen, ofreciéndoles, en una linda y cuchi presentación, un estupendo polivitamínico (para el sistema y sus lacayos) que seduce el paladar con su sabor sui géneris, alimenta esperanzas inconclusas y llena el estómago de calorías inútiles. Pero, una vez en las profundidades del organismo…ocurre lo inevitable: enteritis aguda persistente (léase diarrea). Se volverá a repetir la historia de las hemorragias de recursos (naturales, humanos, materiales, energéticos, etc.) que alimentarán los pozos sépticos de la ambición de unos pocos, con las subsecuentes consecuencias: debilidad, frustración y explotación de las mayorías. Al fondo se oye a la inefable candidata: “Venga, compre ya, antes que se agote, su dosis de capitalismo popular…”
- Otro premajunche, devenido en lamentable morisqueta de sí mismo, es capaz de regalar lo que no le pertenece (preguntarle al cantante de Coquimba y a los fondos de cierta gobernación) y hasta practicar en público, oficios que no le son propios (la proctología es oficio muy serio y que requiere de estudios especializados) y sin que le quede nada por dentro…a no ser la caña que se ha de haber tomado. Y no es que el hombre no pueda echarse sus tragos, lo criticable es su comportamiento y accionar como hombre público, gobernador de un estado venezolano y precandidato a ocupar la primera magistratura del país.
- El tercero, inhabilitado pero insistente precandidato a majunche, en cuña por demás “ingeniosa” nos muestra su verdadero rostro: es un hombre ágil para sortear obstáculos, especialmente si estos son sillas y escritorios de oficinas, es decir…se salta a la cañona todo trámite que le impida llegar a sus objetivos (esto quedó plenamente demostrado en su pasantía por PDVSA, durante su gestión como alcalde y en los aciagos días del golpe de Estado de abril de 2002: ley, reglamento o norma que se le atraviese…la salta, la elude, la ignora…) Peor aún, en su afán de lograr lo que quiere puede poner al pueblo que le sigue a quitarle los obstáculos del camino, o sea lo pone de cómplice en la trampa y lo utiliza (otra vez) como elemento destructor de sus propios intereses. Así llega el hombre correlón y brincador de reglamentos, a la meta: radiante, feliz y solo (el pueblo quedó atrás, atrapado entre los obstáculos saltados y entendiéndose con los jueces de la carrera). Claro, la cuña también es premonitoria: la ansiada silla de Miraflores también quedará en el camino, saltada por el habilidoso brincador, que pretende colocar a Venezuela a sus pies (el tatuaje del mapa de nuestro país en la parte baja de su pierna derecha así lo delata)
- El cuarto de los lanzados, cómplice del anterior, anda en un autobush del progreso. Donde, por favor pague al subir y siéntese que hay pocos cupos. Es decir, no hay cama pa´ tanta gente. Y quien se monte, habrá de aceptar la ruta (aún desconocida) que le imponga su conductor y las paradas o estaciones que este decida, con el riesgo o posibilidad (vaya una a saber) de que en una de ellas le bajen del armatoste progresista. Un viaje a ciegas donde el costo es sufragado y sufrido por la gente que se anote.
Así van, los cuatro fantásticos y premajunchísticos candidatos, ofreciendo espejitos de colores a un pueblo que cambió para siempre, incluido ese que aún no cree en este proceso, ya sea porque no le hemos sabido llegar o porque aún no se asume clase en sí y para sí.
Lamentablemente no respetan ni a su propia gente.
En las filas revolucionarias, no nos queda de otra sino mejorar los canales de comunicación, establecer puentes efectivos y emprender una lucha común con esas gentes, nuestras gentes, a las que aún no hemos podido convencer y ganar para la construcción de un futuro cuyos beneficios sean para las mayorías y no para unos pocos.
El Gran Polo Patriótico se erige entonces como el sustento de los sueños colectivos, como el espacio para la crítica constructiva y como la esperanza de un porvenir incluyente, no sectario y engrandecedor de la patria grande. Con un candidato decente y un programa propio, la revolución es la opción válida para el futuro de nuestro país, superando sus propios errores y avanzando hacia la consolidación del socialismo.