La inestabilidad estructural ecuatoriana

Lo que ocurre hoy y ha ocurrido desde hace décadas en la hermana República del Ecuador sólo puede traducirse con una frase: sus gobiernos ejercen el poder político a espaldas de su pueblo. Ya son cinco presidentes en nueve años. La inmensa mayoría de la población ecuatoriana es de origen indígena; la inmensa mayoría de los ecuatorianos son excluidos. Los partidos tradicionales vieron caer su poder estrepitosamente a finales de la década pasada, cuando Abdalá Bucaram fue destituido por insanidad mental y Yamil Mahuad fue derrocado por la presión de los pueblos indígenas contra las medidas neoliberales que se les imponían y contra el proceso de dolarización. Presión que tuvo su punto máximo en el alzamiento militar de Lucio Gutiérrez y otros coroneles y oficiales que decían interpretar el sentimiento del pueblo. En 2000 asume la presidencia Gustavo Noboa, quien fuera vicepresidente de Mahuad, dándole continuidad lineal a las medidas económicas de su antecesor, concretando la humillante sustitución del Sucre por el dólar estadounidense. En este contexto, en 2003 aparece la candidatura del coronel retirado, Lucio Gutiérrez como una opción popular, de izquierda, comparada por algunos analistas con Hugo Chávez, que contó con el apoyo abrumador de los pueblos indígenas, incluso del poderoso grupo Pachacutik. El pueblo del Ecuador sintió erróneamente que Lucio sabría interpretarlos, que les abriría espacios en el alto gobierno, que lucharía contra la exclusión, que detendría las medidas neoliberales y gobernaría para y con ellos. No había asumido Gutiérrez cuando sus intenciones fueron develadas tras una amistosa visita a la Casa Blanca, así como con su elegante viaje a Bogotá cuando coincidían en Ecuador los Presidentes Hugo Chávez y Fidel Castro. De allí en adelante, el nuevo gobierno ecuatoriano no hizo más que darle la espalda por enésima vez a sus ciudadanos y aunque algunos indígenas formaron parte del gabinete inicial, con el paso de los meses le retiraron su apoyo y el Pachacutik denunció la traición y se embarcó en una férrea oposición.

Una vez que pierde la base popular, Gutiérrez trata de buscar el apoyo de los partidos tradicionales para garantizar la gobernabilidad. Los partidos le apoyan en el Congreso para evitar un juicio político y Lucio les complace al apoyar la disolución de la antigua Corte Suprema de Justicia en diciembre, institución antes politizada y después de diciembre igualmente partidizada, sólo que ahora a favor de Gutiérrez y sus aliados en el Congreso. El cese de la Corte y el nombramiento de nuevos magistrados fue cuestionado por los sectores sociales y los partidos de oposición. Para ellos se trataba de un acto anticonstitucional. La gota que derramó el vaso fue la absolución por parte de esta nueva Corte del ex presidente Abdalá Bucaram, a quien también se le seguían juicios por corrupción. La impunidad terminó de despertar al pueblo. La presión en la calle aumentó al punto que el pasado 15 de abril Gutiérrez y sus aliados en el congreso decidieron cesar a la nueva Corte Suprema y se impuso el estado de emergencia en Quito. Buena parte de los quiteños desafiaron la medida gubernamental y se echaron a las calles a exigir la renuncia del Presidente. Gutiérrez insistió en que no renunciaría y en que contaba con el apoyo incondicional de las Fuerzas Armadas. No obstante, se quedó solo: las bases populares, los militares, los empresarios y los políticos le retiraron el apoyo el miércoles 20. En una controversial sesión, en la que no está claro si había el quórum indispensable, Lucio Gutiérrez fue destituido bajo la causal de abandono del cargo y fue juramentado Presidente el hasta entonces vicepresidente, Alfredo Palacio. La Fiscalía general ha girado órdenes de captura contra Lucio Gutiérrez por la represión a las marchas. Sin embargo, las últimas informaciones indican que Brasil le habría otorgado asilo diplomático. Debemos agregar que hemos visto imágenes semi fascistas de grupos radicales de la oposición ecuatoriana, donde llegan a apuñalar fotos de Lucio Gutiérrez. Parece que la sociedad ecuatoriana ha tomado una decisión, que se trata de un hecho político cumplido. Sin embargo, quedará para la historia que la forma o justificación bajo la cual se destituye a Lucio Gutiérrez fue inconstitucional, él no renunció ni abandonó el cargo antes de su destitución. Con esto no queremos obviar los actos inconstitucionales del Gobierno de Gutiérrez al tratar de controlar el poder judicial, ni su divorcio de las verdaderas necesidades de su pueblo. Sin embargo, consideramos que las formalidades constitucionales son indispensables para el mantenimiento de la democracia y el respeto a la decisión de las mayorías. Hemos sido testigos una vez más, de cómo el apoyo de las Fuerzas Armadas define aún la estabilidad o la inestabilidad de los gobiernos en nuestro sub continente.

Ahora bien, sabemos que la compenetración del pueblo ecuatoriano con las disposiciones de su Constitución es escasa. Es decir, ellos no cuentan con una Carta Magna como la nuestra, discutida por las bases, leída por el pueblo y respetada y aprobada por las mayorías. Para los ecuatorianos es intrascendente el hecho de que no se haya guardado el más estricto apego a la norma constitucional para sustituir a Gutiérrez. No olvidemos además, que Lucio dio fe de una gran sumisión a las directrices de Washington, apoyando el ALCA, el TLC, el plan Colombia, el mantenimiento de bases militares estadounidenses en su territorio y protegiendo los intereses de las transnacionales. No obstante, su mal manejo de la crisis interna le ha hecho inservible para los intereses imperialistas y lo han desechado. Aunque es consabido que el señor Palacio es parte de la vieja estructura política, las primeras decisiones de su gobierno al suspender las negociaciones del TLC con EEUU, así como rechazar las declaraciones de Condoleeza Rice, indican que en principio la genuflexión de este gobierno ante Washington, al menos, disminuye. Aunque Alfredo Palacio fue compañero de fórmula de Gutiérrez, su perfil profesional y su independencia partidista hacen que le brindemos el beneficio de la duda. La acción de Palacio definirá si su asunción al poder es sólo un cambio de ficha en el mismo juego, o si se trata de una oportunidad para que el pueblo ecuatoriano de pasos hacia la justicia social y el desarrollo humano.

En este contexto la Comunidad Suramericana de naciones se adelantó a la alicaída OEA al emitir un comunicado respaldando el diálogo y al comisionar una delegación que viaje al Ecuador para facilitar ese acercamiento entre las partes y garantizar la continuidad democrática. La OEA por su parte, acaba de aceptar la petición de la delegación del gobierno de Palacio de enviar a Ecuador una misión encabezada por el Secretario General interino, el Presidente del consejo Permanente y varios representantes subregionales. La misión de la OEA se hace en el marco del artículo 18 de la carta democrática Interamericana. Dicha comisión rendirá un informe ante el Consejo Permanente para acordar una resolución de respaldo o rechazo al nuevo gobierno. Todo parece indicar que las nuevas autoridades serán reconocidas. El propio pueblo de Ecuador las ha reconocido, por ahora, pues si vuelven a traicionarlos, al buen estilo 350 de nuestra Constitución, los volverán a desconocer.

Más allá del resultado de esta crisis, el Ecuador requiere de una reforma estructural y radical de su sistema político y económico, para que se refleje la realidad social de ese país. Las naciones andinas están urgidas de gobiernos que interpreten a sus pueblos, de gobiernos soberanos, de gobernantes que trabajen para las mayorías y que luchen contra la pobreza y la desigualdad. Cuán distinta hubiese sido la situación para Gutiérrez si hubiese gobernado con las mayorías, si hubiese sido fiel y hubiese mantenido el apoyo de los indígenas y a los desposeídos. En ese caso, como Chávez en 2002, Gutiérrez hubiese aguantado cualquier arremetida: si el pueblo está contigo ¿quién contra ti? Ojalá en el Ecuador le abran la puerta a la convocatoria amplia y democrática a una Asamblea nacional constituyente que, no sólo redacte una nueva Carta magna, sino que redefina las metas y los objetivos populares que deben ser cumplidos por la sociedad en su conjunto. Muchos eventos están por venir y tenemos la seguridad de que la fachada andina de nuestra Suramérica está despertando y pronto sus pueblos serán gobierno y esos gobiernos le darán voz y voto a esos pueblos en el mundo, uniéndose de esta manera a la batalla digna que damos en la fachada atlántica de América del Sur (Venezuela, Brasil, Uruguay, Argentina).

(*)Internacionalista



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Jorge Arreaza M.

Ex-vicepresidente de la República. Ex-viceministro de Ciencia y Tecnología, y ex-presidente de la Fundación Gran Mariscal de Ayacucho (Fundayacucho).

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