La caída del Presidente ecuatoriano Lucio Gutiérrez, defenestrado, primeramente, por una mayoría popular y, luego, por el Congreso y las Fuerzas Armadas, viene a representar el nivel de conciencia política alcanzado por los pueblos del Continente frente a las minorías gobernantes, así estén revestidos de un manto de legalidad. Sin embargo, una lectura más cuidadosa y profunda nos revela que la simple sustitución de Gutiérrez apenas cubre mínimamente las exigencias del pueblo ecuatoriano y esto hay que resaltarlo con creces.
La autoconvocatoria del pueblo de Ecuador contó con una de sus consignas centrales: “¡Que se vayan todos!”. Una consigna (anarquista, por cierto) que deja mucho qué desear de todos los sectores políticos involucrados, incluyendo a los movimientos de izquierda, campesinos e indígenas que sucumbieron al halago y a las prebendas otorgadas por el Presidente Gutiérrez para dividirlos y controlarlos; ya que expresa el descontento y la indignación de las amplias mayorías por la red de complicidades, negociados e impunidad que siempre les rodearon. La gota que rebasó el vaso fue la absolución del expresidente Abdalá Bucaram, figura característica de la corrupción del poder en Ecuador, por la Corte Suprema de Justicia, cumpliendo con una negociación política acordada con el ahora expresidente Gutiérrez.
Para colmo de males, éste –en lugar de sopesar los hechos- atizó el fuego al calificar de forajidos a quienes exigían su salida. Término que fue reivindicado, en lo adelante, por el pueblo de Quito, a tal grado que ignoró y desafió las disposiciones represivas del gobierno para sofocar el clima de agitación en las calles. Un papel relevante durante esta jornada lo cumplió la radio alternativa “La Luna”, que se convirtió (junto con los mensajes por Internet) en el único medio de comunicación que estuvo, día a día, informando al pueblo sobre los acontecimientos que tenían lugar, a pesar de ordenarse su allanamiento y salida del aire.
Lo inusitado de la presencia de un grueso porcentaje de personas pertenecientes a la clase media, sumada a la de grupos estudiantiles, campesinos, sindicales e indígenas, le dio a entender a las cúpulas gobernantes que no había más alternativa que sacar a Gutiérrez, en la confianza de que todo volvería a la normalidad. Sin embargo, una porción de lo que se reclamaba al primer mandatario depuesto lo ha recogido su sucesor, contentándose con pedir, por ejemplo, una revisión del tratado militar que le otorgara al Comando Sur de Estados Unidos la utilización de la base aérea de Manta, como parte de la extensión del Plan Colombia a la región andina sudamericana. Tal cuestión no está contemplada en la agenda popular, lo cual será un punto de fricción con la nueva administración, si ésta persiste en conservar los lazos establecidos por Gutiérrez como “mejor aliado de Estados Unidos”.
Contrario a lo que se deja ver a simple vista, las tensiones en Ecuador no han disminuido. La posible confusión que anida en algunos grupos sociales que apoyaron inicialmente a Lucio Gutiérrez pudiera despejarse, haciendo posible una reorientación de la lucha hacia algo más cercano a lo que espera la mayoría del pueblo. Una vez que ello ocurra, no es difícil imaginar que surja una nueva confrontación entre ésta y las minorías gobernantes de esa nación.
Para los observadores externos, el pueblo de Ecuador está brindando una nueva lección en lo que tiene que ver con el ejercicio democrático. Aun cuando se aclare que la deposición de Gutiérrez tiene todas los rasgos de una asonada singular, a propósito de la rebelión popular expresada en las calles ecuatorianas, por no contar con visos de constitucionalidad, y aprovechada por una dirigencia desprestigiada; lo cierto del asunto es que ésta trasciende (con excepción del pueblo de Venezuela cuando restituyó a Hugo Chávez en la Presidencia al abortar el golpe de Estado fascista del 11 de abril de 2002) la historia referente a los levantamientos populares que han tenido lugar en la amplia geografía latinoamericana, sofocados por la oportuna injerencia de Estados Unidos para que nadie se salga del redil. Pero este capítulo apenas comienza y está por verse cuáles serán sus aportes a la profundización de la teoría y ejercicio de la democracia en la América nuestra.-
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