¿Y si el muerto hubiera sido el comandante?

A propósito de celebraciones: ¿Ni el 4 de febrero ni el 12 de febrero?

Las muertes producidas por las guerras son y serán siempre condenables para la raza humana que se ufana de ser diferente a los animales por su actuar racional. Independientemente de las circunstancias, cualquier muerte violenta ocasionada entre los hombres es algo que empobrece la conciencia y el espíritu de la humanidad. No obstante, está visto que a través de la historia cuando se producen los cambios de época y la suplantación de un viejo orden por uno nuevo, dichos cambios vienen casi siempre acompañados por un derramamiento de sangre.

Los sucesos del 4 de febrero de 1992 no son la excepción como punto de partida del nacimiento de una nueva época. Hoy en día han tratado de ser juzgados malsanamente por quienes únicamente ven en esos hechos el desperdicio de vidas humanas. Dicho juicio viene sesgado por una acentuada miopía producto de tener una doble moral ante la muerte: Según quienes los juzgan, hay muertos que valen la pena y otros no. Hay muertos que son “inocentes” y otros no. Es la visión absurda que han aprendido de los súper héroes made in USA quienes dicen que debe festejarse cuando muere uno de “los malos” pero debe condenarse cuando muere uno de “los buenos” porque, pobrecito, tenía esposa, hijos y familia. Sin dudas, si a ellos se les hiciera la pregunta: ¿Y si el muerto hubiera sido el comandante Chávez? Seguro no dudarían en responder que ese día debería decretarse como festivo.

Es por eso que el argumento de que no se debe celebrar el 4 de febrero debido a las muchas vidas inocentes que se perdieron es tan absurdo que equivale a decir que tampoco debería conmemorarse entonces el 12 de febrero de 1814 por las muchas muertes de jóvenes estudiantes y seminaristas que hubo en la Batalla de La Victoria mientras combatieron al lado de José Félix Ribas. Indudablemente, ese fue el precio que tenía que pagarse para hacer posible la construcción de una patria mejor.

Por otra parte, puede ser cierto que el 4 de febrero de 1992 tal vez se perdieron algunas vidas inocentes, pero no sería precisamente la de la mayoría de los caídos cerca de La Casona o de La Carlota que estaban en plena madrugada sosteniendo una pistola nueve milímetros o tenían una ametralladora entre las manos.

Finalmente, estamos convencidos de que cualquier muerte violenta es triste, pero lamentablemente la historia de los pueblos a veces tiene que ser escrita de esa manera. Es por eso que siempre resultará justo y necesario conmemorar todos aquellos hechos que, a pesar de su carga de adversidad o de tristeza han tenido que vivirse, porque han significado la búsqueda de un destino mejor. Celebrar y recordar invariablemente a quienes lucharon el 12 de febrero de 1814 o rememorar la rebeldía de quienes combatieron el 4 de febrero de 1992 es lo que nos servirá de aprendizaje permanente y de inspiración para que alcemos nuestra voz cada vez sintamos que el país está siendo amenazado de ser pisoteado y requiera nuestros esfuerzos para la búsqueda de un futuro mejor.

markhofp@yahoo.com


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Marcos Henríquez

Licenciado en Historia. Investigador y docente universitario.

 henriquezm1970@gmail.com

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