Con tantas manos moviéndole
las cuerdas al debilucho títere, el majunche Capriles a la final
se saturara de dificultades para escoger en que palo ahorcarse. Por
un lado, anda una facción disociada empeñada en vender la inicua
especie de que está en marcha un “fraude electrónico”. Al respecto
un bandidazo y gacetillero de oficio como Rafael Poleo, dice
que la chayota (sobrenombre que el mismo editor puso al bobo) “no debió firmar el acuerdo del Consejo Nacional Electoral,
así lo haya suscrito bajo protesta”. Pero resulta que son tan
pero tan malos esos consejeros chimbos, pues analizando su incidencia
ulterior, en vez de sumar aliados termina por desmotivar a los
electores para que acudan al acto de votación. En pocas palabras, atacar
la transparencia del acto comicial, es igual a ordenar a los majunchistas
a quedarse en casa y no sufragar por nadie. “No me ayude compadre”,
parece decir alguien más prevenido.
Otro lote opositor
menos rabioso, sostiene la infeliz ocurrencia de que el Jefe de Estado
se meta en una Cartuja, condenándolo al ostracismo para dejarle libre
el escenario al bobolongo, a ese gafo propuesto por la oligarquía
pitiyanqui. Y como diría el filosofo de gochilandia Carlos Andrés
Pérez, no es lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario. De modo que
por re o por fa, nunca le encontraremos orilla a una vieja clase
política que la historia se encargó de lanzarla al cesto de la basura,
pues reducida a un estado de descomposición se constituyo en
serio atentado contra la salud pública. O no es verdura el apio.
kameleljuri
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